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La memoria del corazón (cuarta parte)

universo-1Por Carolina Funes. Luego de encontrarse y estar en el aquí con uno mismo es cuando se encuentra preparado para atender a las sabidurías que otros están dispuestos a compartir.

Tantos recorridos transitados pueden una noche cualquiera revelar aquellos misterios que los buscadores han estado invocando.

El misterio del don puede ser uno de ellos, esa habilidad casi como sobre natural que hay que despertar en uno mismo. Es la extensión del corazón pues ni siquiera existe la separación con ese don innato y creativo dentro de sí.

Muchas veces uno no tiene claro que tipos de trabajos realizar y hace muchos a la vez o cambia constantemente de uno a otro como sediento de encontrar algo más profundo que palpita dentro de sí. Es una forma de ir develando ese don particular con el que todo ser humano nace y que funciona como un canal de expresión natural.

Ante el cuestionamiento de quién es uno y que hacer de la vida puede comenzar a aparecer un otro para activar precisamente esa chispa de los dones que tal vez aún se encontraba apagada. Esto sucede porque al considerar la vida como un espejo las demás personas hacen de reflejo de lo más profundo en uno. Si esa otra persona tiene un Don, pues entonces uno mismo también puede desarrollar algo único y particular.

También uno va despertando esas cualidades innatas a través de la disciplina y el entrenamiento, muchas otras mediante experiencias dolorosas.

El arte es la expresión del alma hacia el exterior acerca de un conocimiento que se recibe por el canal de la percepción transmitido desde la consciencia superior.

Cuando uno es receptor de mensajes más sofisticados de lo que uno está acostumbrado a manejar cotidianamente pueden ser recibidos a través de variadas formas como la escucha, el habla, la visión, el olfato o hasta el tacto, también a través de los sueños u otro tipo de conexión. Luego esta información es canalizada y volcada en la expresión artística que resulte indivisible a uno.

Cuando estos canales perceptivos no son puestos al servicio de la consciencia se pueden llegar a vivenciar experiencias dolorosas que conducen a la apertura mental y como consecuencia es ahí cuando se comienza a nadar con el flujo de la vida.

Si uno debe despertar la lengua, como orador, pues se presentará una situación en la que alguien depende de esas palabras y hasta quizás pueda salvarse pero por estar uno dormido no son dichas y allí un alma se pierde. Este también es un acto de amor que uno hace por el otro. Es una especie de acuerdo en que una persona acepta ser lastimada para que el otro dé un salto cuántico hacia su propia habilidad. Un dolor muy profundo transformará por completo al ser en donde las palabras que deben ser dichas a otros no serán guardadas en el interior de uno nunca más.

Si aturdidos por el ruido uno no logra escuchar lo real puede desencadenarse una situación que demuestre que aquello que escuchó y que fue completamente omitido era el mensaje que se necesitaba para ayudar o proteger a alguien más. Es justo en ese momento cuando el canal de la escucha es abierto expandiendo así la consciencia a un conocimiento más elevado.

Algunos otros pueden ver lo real del ser humano, su interior como pueden ser algunos discípulos que dedican su tiempo a las nobles enseñanzas de sus maestros. Muchos de ellos no necesitan recorrer los caminos de la experiencia para comprender, no son golpeados o insultados o abandonados. Pueden anticipar la jugada que le tocará al otro y aun así saben que nada puede hacer para evitar que ello suceda y es justo en ese punto cuando pueden conocer la compasión. Es un camino también hacia el descubrimiento de su más genuino y conectado Don pues a través de él pueden brindar una palabra, una compañía, un consuelo porque saben exactamente qué tipo de sentimiento está experimentando su otro yo.

Por ello el don es la expresión misma del alma pues no carga con banalidades y superficialidades sino que transforma hacia el exterior el estado más profundo y natural de uno mismo.

Una vez descubierto se puede cambiar todo tipo de estado negativo en amor puro y sincero pues el arte y la transformación espiritual son indivisibles para el proceso de evolución.

A través del arte puede uno adentrarse a una profunda reflexión sobre su propia vida y comprender el por qué uno se encuentra en la situación actual. En esa instancia se pueden bifurcar los caminos hacia una aceptación de lo sucedido en la vida o hacia una negación de los actos cometidos.

El arte que uno se proponga llevar a cabo es algo especial porque es la expresión única y esencial del alma. No hay dos iguales, ni semejantes, ni que quieran decir lo mismo. Distintas personas son quienes se identifican con los sentimientos del creador pues más allá de las distintas experiencias que cada ser humano transita en su vida el sabor de la tristeza o de la alegría es la misma, en algún punto es compartida.

El arte que uno realice brinda la posibilidad de comprender algunas emociones que envuelven la vida de las personas como la humildad, soberbia, los prejuicios, la superficialidad, el esfuerzo, trabajo, constancia, dolor, vanidad, silencio, escucha, secretos, el pasado, la comodidad, el hambre y el frío, adicciones, tiempo, independencia, amistad, ayuda, hijos, fe, arte, familia y todas aquellos principios a los que uno quiera encontrarle su sentido más esencial.

En principio todas las conceptualizaciones son organizadas dentro de las estructuras de conocimiento pero el arte transforma a las personas en seres sensibles donde lo abstracto y las emociones siempre tienden a colarse por entre los pensamientos para dejarse sentir. Casi imperceptiblemente uno comienza a entregarse a las emociones que produce la conexión con el alma y con Dios. La vibración dentro de uno cambia hacia un estado de amor y llegado a éste punto las distracciones pierden su poder por completo.

Uno no se imagina que en el interior se encuentran todas las respuestas para tan complejas preguntas pues la sabiduría del corazón lo conoce todo. La paciencia es una buena base para apoyarse durante la búsqueda del propio Don ya que es una cualidad que no permite el no caer presos en la desesperación y ansiedad.

Cuando uno se transforma paulatinamente y logra aceptar, comprender y superar los estados negativos que estaban encapsulados en uno puede dirigir la energía hacia afuera y elegir un gurú espiritual. En un punto ni siquiera es elegido ya que si uno abre los ojos verá que se encuentran más cerca de lo que se imaginaba.

Hay muchos tipos de personas que pueden ser consideradas como maestros espirituales, fundamentalmente.

Aquel que refleja la propia ignorancia es uno de ellos pues uno puede ver en el otro todo aquello que debe aprender. Principios básicos como la amabilidad, el respeto, solidaridad pueden ir poco a poco abriendo caminos hacia el lado bondadoso del ser humano y desarraigarse de aspectos tales  como la ambición, envidia y enojo.

Ese maestro puede tratarse de aquel que genera malestar en uno, ese que quizás ha de sacar a uno de las casillas. En vez de alejarse de esa persona uno debería pararse de frente e indagar porqué tal cualidad resulta tan intolerante para uno, para el asombro puede ser descubierto que es justamente aquella actitud no resuelta en uno.

Por ello es importante considerar la vida como un espejo y entonces todo lo dicho y lo no dicho, las intenciones y los pensamientos que se proyecta en el otro, es simplemente la extensión de uno mismo. El trato que uno le ofrece al otro es justamente el trato que uno se da a sí mismo por ello la importancia de amarse y tratarse bien.

Los gurúes más cercanos son los integrantes de la propia familia pues cuantos años o meses uno pasa en discordias por asuntos que en definitiva no tienen fundamento alguno pero si uno hurga más profundamente encuentra un trasfondo que tiene que ver con un aprendizaje mucho más espiritual. Se trata de la emoción que uno rechaza constantemente e intuitivamente uno sabe que aceptarla acarrearía hacia la desestructuración de los pensamientos acerca de uno mismo. Mirar hacia adentro muchas veces genera dolor y enojo pero sólo en la autobservación puede uno detectar ese estado negativo que el ego se empeña en acusar en el otro.

Cuando esos maestros cercanos han dejado la enseñanza en uno se comienza una búsqueda por personas más experimentadas o con mayor capacidad de discernimiento que puedan nutrir al ser con nuevas filosofías o que puedan guiar el camino con una sabiduría proveniente del corazón.

Cada encuentro por más espontáneo que sea tiene la inmensa oportunidad de un eterno aprendizaje en el que toda persona se manifiesta como un maestro. Es la posibilidad de descubrir el propio gurú y los estados inconscientes a través del otro.

Muchas veces estos acontecimientos se suceden sin más pero estar atentos a las sutilezas del momento permite captar el mensaje que fluye de ellos.

Para hallar un gurú fuera de uno que colabore en la expansión de la conciencia hacia un estado vibracional más amorosos habría que considerar a una persona afín en relación a lo que uno desea trascender. Que sean capaces de emanar una energía especial que produzca movilización mental, corporal y de consciencia. Puede llegar a brindar algunos consejos que permiten cambiar las creencias sobre la vida y sobre uno mismo.

No juzga pues comprende la naturaleza humana desde el amor incondicional, sin apegos y con una actitud compasiva.

Un sabio es aquel que conoce la mayor cantidad de personalidades de egos e intenta no dejarse engañar por ellas. Su entendimiento es tan vasto que lo transmiten con humildad y sencillez respetando el nivel de consciencia  que se encuentra atravesando el otro.

En ocasiones un pequeño acontecimiento en la naturaleza como una lucha de pequeños insectos puede llegar a despertar su capacidad de entendimiento que emana de esa casi imperceptible circunstancia para trasladarlo al resto del cosmos. Es por ello que no necesariamente debe recorrer experiencias en su vida para captar la esencia de la sabiduría. A diferencia del resto de los humanos que la mayoría de las veces aprenden con las vivencias más dolorosas.

Un sabio comprende las ilimitadas cualidades del hombre y lo acepta tal y como es, no intenta cambiarlo pues sabe que la transformación depende de uno mismo pues el camino es de uno.

Ha debido superar la tristeza que provocan los padecimientos de los demás como consecuencia de las ignorancias que los ciegan. Trabajar arduamente sobre sí mismo le ha permitido desarrollar una visión más amplia y clara de las situaciones de modo que no lo afecten emocionalmente.

Pero en realidad bien sabe que ese lugar del corazón humano no se puede describir con palabras y por ello intentará que los que se acercan encuentren y experimenten la esencia de su corazón por ellos mismos.

No hay sonido para ese espacio en lo profundo del corazón de las personas. Un gurú no usa palabras. Es silencio y paz. Profundo entendimiento.

Este estado de amor es generoso aspirar como seres humanos y no perderse en lo irreal de alcanzar un prestigioso acomodo social o un vehículo que prometa una falsa satisfacción de felicidad.

Un gurú ya ha pasado por todo ello, está más allá del límite del enredo mental, él camina atento a su brújula. Puede ir y venir cuando así lo quiera pues puede jugar a perderse un rato con joyas y estupideces tan solo para recordar de donde viene su miseria.

Hay otros que lo acompañan, tal vez sean en minoría, es cierto pero que importa el número cuando la conciencia es mucho más poderosa que aquellos que no saben ni para que la tienen. Y sin embargo, la idea finalmente es intentar sacarlos de allí, además.

Cómo encontrar un gurú que pueda enseñar acerca de un conocimiento que justamente resulta ilimitado. Entonces uno se da cuenta que no hay nada que buscar pues está todo delante de los ojos, se encuentra al servicio de la humanidad para ser usado cuando se lo necesite. El gurú es uno mismo dentro del corazón sin embargo a veces resulta importante que otro sea una luz que guíe el sendero hacia dentro cuando uno se encuentra en medio de la oscuridad.

 

 

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