Por Carolina Funes.- Las personas tienen la necesidad de llegar a una convicción de que todo tiene un sentido. A medida que las experiencias individuales, familiares, sociales y las vivencias de toda naturaleza van dejando sus enseñanzas comienza una transformación interna que abre infinitos caminos para encarar este viaje llamado vida.
Unos pueden volverse destructivos con otros y consigo mismo, otros se adaptarán a rutinas mentales durante años, otros sólo disfrutarán del recorrido y algunos más avanzarán hacia otros niveles de consciencia que tornarán sus actos más benevolentes tanto para sí mismos como para los demás.
Transcurrido un tiempo de vida el ser humano acostumbra a realizar un balance de su propio recorrido y es allí donde le otorga un significado.
Es el momento que comienza a ubicar las piezas de su rompecabezas y se acerca a la idea del proceso por el cual tuvo que transitar para llegar a ser todo lo que hoy es. Es la aceptación de que determinada experiencia sirvió para el descubrimiento del potencial dormido dentro de uno o la convicción de que sin ese suceso no podría haberse abierto otra puerta que conduce hacia un camino diferente.
Sin embargo cuando se quiere ensamblar la vida dentro de la existencia humana y del cosmos pareciera que la madeja de lana que finalmente comienza a desenredarse se desploma y abruptamente aparece un nuevo mundo de ideas y conceptos que misteriosamente no encajan y allí todo pierde sentido, es como si el rompecabezas no pudiese armarse. Resulta contradictorio como el ser humano.
Por ello es cierto que las personas le dan el sentido que quieren o que necesitan interpretar para girar en torno a él y no sentirse desesperanzados a la deriva en un espacio tiempo dentro de una existencia infinita y prácticamente sin sentido.
Se gira en ciclos, profecías constantes repitiéndose una y otra vez hasta que un patrón cambia, una consciencia se abre y allí una ínfima parte de la evolución llega a su curso. Pero ahí no termina sino que sigue casi por un tiempo indescifrable hasta que un nuevo comienzo, patrón o código es descubierto. Personas que evolucionan, un pueblo que se hace escuchar con mensajes de paz, un asesino se arrepiente, un desapego que duele, Dios que encuentra a alguien perdido. Un paso más hacia el despertar aunque todos estos acontecimientos pasaron desde el principio de los tiempos y lo seguirán haciendo. Almas viejas cansadas de éste caminar que aprecian el milagro de la vida en el simple acto de comer una zanahoria.
No tiene sentido pues las acciones de las personas se suceden constantemente dentro de una existencia sin fin en el que se intenta alcanzar una sabiduría que resulta ilimitada a la consciencia humana. Es como subir una montaña y llegar a la cima para vislumbrar que hay otra más alta entonces al alcanzar esa otra se manifiesta el horizonte infinitamente plagado de nuevas cimas.
El sentido es seguir escalando pero sin perder de vista cada paso que se sube en la montaña del ahora. Sería casi necio pensar estrategias de como escalar otras montañas cuando aún se intenta subir ésta de aquí y es incluso más pequeña.
La existencia en sí no tiene ningún sentido que los humanos puedan comprender en su profundidad pues justamente se trata del misterio de la energía Divina.
Se puede llegar a interpretar que hay un destino de evolución.
Sin embargo, vale la pena darle un sentido a toda vida para avanzar en los aprendizajes que transportan al ser hacia estados de trascendencia como el amor incondicional, la paz, la armonía, el bienestar, la completud.
El sentido es de cada uno. Es elegido con libertad. Quizás uno se encuentra en una situación que no desea estar pero resulta necesario responsabilizarse por las decisiones que han llevado hacia esa circunstancia porque toda consecuencia ha tenido su mismo lugar de origen, uno mismo.
Justamente allí radica el sentido pues ante un determinado acto traerá consigo un efecto, si se ha de tomar un atajo que evada esa consecuencia no desaparecerá sino que quedará pendiente en el contador universal. Y en algún momento deberá ser saldado a través del aprendizaje, del amor y de la ayuda.
Cuando uno descubre dentro de sí el inherente estado de amor y de paz poco a poco se transforma el corazón de los seres humanos y con ello se le otorga un verdadero significado a cada una de las vidas.
Carolina Funes