Por Carolina Funes.- La libertad ya se encuentra en cada uno. Buscarla significa correr tras una especie de utopía como quien desea llegar y tocar concretamente el arcoíris. Se puede ver, apreciar y contemplar los colores, las formas y recordar las míticas leyendas sobre la canasta de oro dispuesta en su punto final pero en realidad no existe de manera concreta.
Libertad es una idea que cada uno interpreta a su modo pues se gesta en los pensamientos de cada persona. Algunas personas que se encuentran en prisión puede sentirse completamente libres y otros que pueden dirigirse a donde les plazca sienten la esclavitud anclada a sus pies.
Entonces la libertad no es algo que sea alcanzado en el lejano horizonte sino que se encuentra justo en el centro del ser.
Poder captar aquellos pensamientos que corren tras la idea de libertad puede uno considerarse libre. Tomar consciencia de la muy delgada línea entre el apego a la búsqueda incesante y la comprensión de que el descubrimiento se haya justo en el corazón y la mente son la clave para saborear la libertad.
Es como quien quiere conseguir un par de zapatos nuevos al que no le alcanza el presupuesto y corre tras ellos haciendo todo lo posible y desgastando su propia energía sin entender que lo más importante reside justamente en tener pies.
Si uno se abre hacia una perspectiva diferente y logra darse cuenta de que ya no se trata de un anhelo sino de un estado que está aquí y ahora, la libertad ya se encuentra en las propias manos. Porque es en el momento presente cuando uno se puede liberar de todos los demás pensamientos.
Uno se pregunta por qué sentirse libre, que hay en ella que tantos buscadores la proclaman. Por qué uno debería abocarse a ello cuando la mayoría no lo hace y aparentan felicidad, para qué el esfuerzo de dejarse llevar hacia adentro si es más fácil ir hacia afuera, a ser arrastrado por las creencias que crean los demás.
Es un camino solitario porque el trazado es tan único que no hay manera de que alguien más pueda estar al tanto de detalles o especificaciones de lo que ocurre verdaderamente dentro de uno.
Pero en ese preciso instante que uno siente la abrumadora oscuridad es cuando comienza a asomarse la luz de la libertad pues simplemente se suelta todo. Pues justo en ese momento resulta necesario decidir, quedarse en la oscuridad o abrir la ventana para que comience a moverse el flujo de la vida. Más allá de la ira y rabia que se puede llegar a sentir toda situación que uno experimenta siempre es para mejor.
Todo pedido es escuchado. Uno entiende que siempre ha estado acompañado.
Libertad de creer que los acontecimientos que han sucedido en la vida y en toda la existencia son aquellos que con inteligencia infinita fueron organizados.
A través de todas las experiencias de caos, de sufrimiento, de dolor, alegrías y pérdidas la vida se encarga de transformar todo ello en conocimiento trascendental para avanzar cada día hacia la esencia misma de la divinidad. Infinitas vivencias permiten a los seres humanos aprender a amar.
Se hiere a otros para luego ser heridos y así ya no lastimar, mentir para ser engañados y luego adviene la sinceridad, el temor para que en algún momento pueda uno perdonar y amar.
Todas las personas están interrelacionados para sostener y servir de ayuda al otro. Las conexiones con otros se dan por una fuerza que sobrepasa el cuerpo o las palabras, es el espíritu que conoce.
Cuando un encuentro brinda la posibilidad de un aprendizaje se empieza a aceptar las circunstancias como son, entonces al dañar y ser dañado, perder y ganar son caras de una misma moneda.
En ese momento uno es libre para decidir acerca de cómo vivir con respecto a las experiencias que han tocado transitar.
Libertad es la consciencia plena para discernir y elegir.
Hasta en la muerte existe ésta capacidad de ser libres pues se puede volver a la tierra si uno lo desea pero si han quedado cuestiones pendientes irremediablemente retornará a saldar esas deudas porque el universo es un contador perfecto que recuerda las acciones de todos los humanos. Pero si todas las intenciones han alcanzado un cierto equilibro en la balanza de la existencia pues se puede optar por transmigrar en un ser de otra dimensión.
Ésta es una de las razones para no querer volver a la experiencia humana pues sucede que a veces el dolor se torna demasiado profundo e intenso. Sin embargo es una oportunidad maravillosa y única de transitar por este mundo ya que en ningún otro lugar del universo se pueden conocer este tipo de vivencias únicas y descubrir la capacidad ilimitada de creación, amor y sanación del ser humano.
Porque si bien el sufrimiento es una condición inherente a todos también produce las infinitas posibilidades de superar todo aquello que se presenta como una prueba de vida.
Nacer con la capacidad de discernir todo lo falso e irreal para acceder al océano de amor y pureza que tarde o temprano en ésta o en otras vidas se está destinado a transitar es un anhelo compartido por muchos, pero no se accede a él sin antes rememorar el sufrimiento para trascenderlo.
Elegir contemplar la vida en cada pequeño milagro de la naturaleza es sentirse parte. Fluir con el agua, con una gota, volar con las nubes, sentir la brisa y bailar con las hojas es apreciar la manifiesta perfección creada por lo inteligente y lo sublime.
Acceder a ésta visión es activar los flujos de información en cada uno y con ello disfrutar de la tan valorada libertad que ofrece el precioso instante presente.
Sin embargo en el camino se forjan las identidades, máscaras y objetos que se creen definen a alguien con características particulares y que encaja adecuadamente dentro de una sociedad. En realidad se acumulan personalidades que incitan sutilmente olvidar cada vez más lo que verdaderamente es el ser destruyendo la posibilidad de recordar la auténtica sabiduría dentro de uno.
Así se elaboran estructuras de conocimiento sobre las relaciones, sociedades, el trabajo, la vida para luego moldear a los seres humanos dentro de éste tipo de conceptos siendo clasificados y etiquetados limitando el potencial creador no descubierto en cada uno y aquí la libertad se disipa pues el exterior es quien modela los pensamientos para que el ser humano actúe conforme a sus caprichos.
Libertad significa tener la autonomía de elegir, pero fundamentalmente la conciencia de vivir y sentir intensamente el presente.
Libertad en su sentido más profundo implica dejar atrás el egoísmo porque para experimentar la libertad no debe haber apegos ni posesiones.
El poseer es la antítesis de la libertad y además es una forma errónea y dolorosa de amar.
Es mejor potenciar el brillo de las personas que guardarlas para sí en el bolsillo.
Aquel que sin querer sólo desea poseer al otro también es un diamante porque si descubre el amor incondicional en su interior comprende que la libertad y el amor se dan juntos, no hay separación. En la libertad uno puede ser sin ataduras.
Carolina Funes