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Home » Artículos » La memoria del corazón (séptima parte)

La memoria del corazón (séptima parte)

Por Carolina Funes.- Éste recorrido hacia uno mismo trae consigo un desafío y con ello un aprendizaje. Un desafío porque implica avanzar sobre aquello desconocido que no es más que la verdad del amor y muchas veces produce temor porque para llegar a él hay que experimentar una serie de pruebas que pueden ser dolorosas. Sin embargo el ser humano tiene una cualidad que le permite enfrentar los miedos para cambiar su propia vida, valor. Sólo los valientes asumen verdaderos desafíos.

Muertes, desdichas, separaciones, carencias son vivencias que dejan una huella de tristeza y al mismo tiempo de sabiduría. El aprendizaje quedará grabado por siempre en la memoria con la posibilidad de poder utilizarla y compartirla en cualquier otra ocasión.

Cuando se comienza a superar determinadas lecciones muchas veces uno cree que de eso se trata el camino, de avanzar constantemente en las pruebas para llegar algún lugar finalmente. Cuando en realidad siempre hay un nuevo escalón. Cuando uno supone haber llegado a la cima las circunstancias sorprenden con una nueva montaña.

Por ello es importante entender que no hay meta espiritual que alcanzar ni mucho menos material pues los objetivos que se creen indispensables para la vida son superfluos pues son inventados para satisfacer creencias falsas de felicidad. Obtener una carrera profesional o una casa, dinero, fama o prestigio es una forma de cegar el camino hacia los lugares más recónditos del corazón. Son ideas impuestas que te mantienen distraído de tu propio sendero.

Sucede muchas veces que en el afán de haber llegado a algún objetivo superficial o espiritual uno se aquieta y no ha de cuestionar más, ya sea por comodidad o porque sin darse cuenta el sistema atrapa silenciosamente el tiempo de cada uno y es ahí cuando una nueva experiencia se presenta inesperadamente y derrumba todo alrededor.

No se trata de alcanzar una meta sino del desafío del aprendizaje constante sobre uno mismo para trascender estados mentales que mantienen al ser adormecido, durante demasiado tiempo.

Es recorrer el camino con la verdadera sabiduría interna que se sabe lleva uno dentro, aún no despierta. Entonces las metas quedan relegadas como algo que viene por añadidura ante la expansión de la consciencia que se abre paulatinamente. Cuando uno mira hacia atrás en su recorrido puede notar todo lo que hizo y en cierta forma fueron metas cumplidas que no fueron autoimpuestas sino que surgieron como parte de la realidad que uno mismo creó.

No se corre detrás de las pautas que impone la sociedad sino que el exterior respeta y se armoniza con los tiempos internos de cada ser.

Las pruebas son cada vez más profundas porque los sueños son más grandes y el recorrido se vuelve más estrecho. Pues uno debe enfocar las energías en lo que está signado para su vida y omitir las trampas que intentan distraerlo a uno del camino. Se trata de creer y confiar en el plan mayor, un diseño perfecto que conduce a la autosuperación y el descubrimiento del ser verdadero. Para acceder a ello muchos trucos se presentan fácilmente como forma de tomar un atajo pero son sólo engaños del exterior para detener la marcha. Pues conocer el centro de uno mismo es una puerta hacia el cambio de consciencia y con ello la destrucción de un sistema ofuscado por la ambición y el control.

Es el descubrimiento de la llamada misión que se viene a realizar al mundo y que se relaciona directamente con aquellos aspectos que han sido lastimados en uno a través de los actos hacia los demás.

Y allí surge la convicción que uno hecha cada pequeña semilla estando justamente en ese eterno instante. Los objetivos quedan relegados a un plano sin importancia pues uno hace simplemente lo que vino a hacer y nada más. No se espera algo a cambio o alcanzar determinado título o edad o trabajo sino de aprender a experimentar con todo el ser el momento presente.

En cada instante de ese presente se desarrolla un pequeño quehacer relacionado con esa meta anhelada y es entonces cuando uno logra abrirse a las sabidurías del universo a través del ahora. El universo susurra que no hay una meta por llegar pues en el horizonte hay infinitas montañas por escalar pero regala la posibilidad de elegir cuál de ellas quiere uno transitar para evolucionar. Evolucionar es abrir la consciencia hacia pensamientos y vibraciones de amor.

Carolina Funes

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