Por Carolina Funes.- ¿DE QUE HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE PERDÓN?
Algo cambia profundamente en ese instante que el perdón toca el corazón dentro de uno, no antes, no después, ese preciso momento en que finalmente uno se perdona verdaderamente.
Es la máxima expresión del amor sin condiciones.
A veces uno lo persigue incesantemente y muchas otras la ignorancia ofusca su inconmensurable valor pues sumidos en la violencia y el odio se olvida su poder de sanación. Sin embargo todos intuyen en algún punto que el perdón es un sentimiento que es capaz de brindar la calma más plena y la paz.
Puede suceder que en el desesperado intento de encontrar la forma de perdonar uno se pierda en millones de pensamientos hasta ahogarse en las aguas del dolor y el rencor. Las emociones confusas y perturbadas no hacen más que clamar un antídoto que apacigüe el caos interno que produce el no perdón.
Perdonar al otro implica perdonarse a sí mismo. No hay separación del otro, los actos que se cometen y son juzgados son el reflejo de lo no aceptado en uno mismo. Aquello que no se perdona en el otro es el conflicto interno no resuelto en uno.
Uno se encuentra envuelto en sentimientos negativos que potencian la tristeza y el enojo. En algún punto el ser quiere salir de allí pues sabe que siempre hay una salida.
Pero en el esfuerzo abrumador por arribar a la orilla uno intenta sostenerse a flote y justamente la técnica es dejarse llevar, soltarse a la deriva y confiar que la corriente va a correr a favor de todos los que buscan el perdón en sus corazones.
Y cuando menos se lo espera ya se estará viviendo el perdón y sabrá que ha llegado al corazón porque un sentimiento de completa paz inundará todo el ser, es como estar en otra dimensión en el que no importa que fue lo sucedido o quien es el culpable pues todo eso pierde fuerza y simplemente desaparece porque un nuevo estado de consciencia fue abierto.
Una vez en la orilla uno podrá recordar cada brazada, cada respiración y el dolor transitado como parte de las experiencias que de alguna forma se encargaron de derrumbar viejas estructuras de pensamientos en pos del conocimiento y la paz.
Aquí la intención adquiere una fuerza sumamente poderosa pues puede cambiar la vida de una persona para siempre. Si uno desea con toda el alma el perdón, éste llegará en algún momento ya que internamente los deseos cobran fortaleza aunque uno no lo note y un día cualquiera, en un momento inesperado no sólo la consciencia humana sino también el corazón comienzan a sentir que el dolor se aplaca y surge la convicción de que todo es como debe ser.
Se comprende, no por medio de la razón, que la inteligencia infinita ha colaborado en el plan que hemos trazado para la propia vida. Hay una aceptación de que lo sucedido es justamente lo que se viene a vivir en el mundo. Momentos de pequeños milagros que han de conducir inexorablemente al destino de la propia vida y aceptar todo ello sin juzgar es el camino de amor incondicional hacia uno mismo.
Y allí está el perdón aunque uno no reconoce bien cómo llegó sabe internamente que está siendo experimentado pues resulta liberador del sufrimiento.
Por eso hay que considerar a la paciencia como una cualidad importante en el proceso del perdón pues sino puede advenir la tristeza, el abandono y la desesperación que producen martirio y autodestrucción. Ira, apegos, violencia y odio son producto de la ansiedad que erróneamente se cree aliviará el dolor ahora. La paciencia como un batallón de pequeñas hormigas que trabajan incesantemente sin que nadie las note para que un día sin más se manifiesten los resultados de su trabajo.
La paciencia es sabia pues sabe que en algún momento llegará todo lo que se busca. No desespera ni sale gritando o tira todo al demonio en un instante de ira, simplemente intuye que debe permanecer quieta pues toda tormenta pasará tarde o temprano. En momentos de bronca uno debería desaparecer y dejar que tome el control la paciencia pues reconoce el tiempo justo que uno necesita para que comience a fluir la aceptación como un gran caudal de vida y con ello la calma.
Una desventaja de esta cualidad es el tiempo que se toma pues, a veces, es mayor al que uno está dispuesto a dar. Sin embargo la mejor opción es olvidarse que el tiempo existe para que el entendimiento siga su curso y se transforme en aprendizaje pues de otra forma uno se abruma con ansiedades al querer que las situaciones sean como uno desea en el ahora. Esto cede terreno a la impaciencia e inconscientemente puede dañarse uno mismo y a los demás.
Por ello en la búsqueda del perdón el tiempo debe disolverse, sea el que sea, porque no se sabe en qué momento llegará. Tal vez junto a la melodía más dulce o en una caminata por la ciudad una tarde cualquiera de primavera o en un mágico despertar.
Es un abrazo cálido al corazón. Es una epifanía del amor pleno y nadie más que uno puede amarse de ésta forma infinita, silenciosa, creativa y sanadora.
La visión del universo cambia completamente para uno mismo.
Muchas veces un instante es suficiente para que surja un reproche o tal vez una lágrima, un recuerdo, un perfume que significa olvidarse del perdón desencadenando el hundimiento del propio ser en un mar de emociones negativas. Y puede llegar a suceder.
Una circunstancia cualquiera durante el proceso puede derribar todo el esfuerzo que se venía construyendo en relación al perdón.
Más allá de haber llegado a la playa lo importante es entender que al nadar en este mar de emociones se puede revivir el dolor transitado, pero hay que recordar que uno ya ha dejado el mar atrás y con él las tristezas.
Finalmente las situaciones cobran un sentido en la vida misma, en la familia, en el mundo y hasta en el cosmos. No es útil cuestionarse por qué en éstos delicados momentos sino el para qué. Pues al fin y al cabo todas las experiencias son como piezas de un gran rompecabezas que van encajando para avanzar en la evolución. Y el perdón forma parte sustancial del sendero hacia la esencia del Ser.
Uno debe empeñar sus esfuerzos para encontrarse con el perdón ya que es el camino hacia la sanación. Al asumir el compromiso de venir a éste mundo se sabe que el sufrimiento y el dolor son parte inherente del ser humano pero también es la forma que tiene el universo de mostrar la puerta hacia el amor y la compasión como verdaderos estados del ser.
Se trata de aceptar que si bien habrá circunstancias verdaderamente duras al enfrentar las tinieblas y los miedos más profundos del corazón es justamente lo que el hombre necesita para acceder a la fuerza dentro de sí y que aún no ha descubierto. Ilimitado en pensamiento y amor, esto es poder.
Para ello hay que ser capaz de desbloquear las capacidades innatas de autosuperación y el perdón es el salto cuántico hacia ello.
Uno va fundiéndose con el estado de perdón cuando al pensar en aquella situación o persona que generaba rabia o tristeza ya no hay reproches ni juicios sino una comprensión más profunda de que cada ser transita su camino lo mejor que puede según su nivel de consciencia.
Si los humanos pudiesen recordar el dolor que implica venir a la tierra nadie querría venir. Pero por amor se hacen los trabajos más duros. También se sabe que las experiencias humanas son únicas en todo el universo y por ello vale la pena arriesgarse.
Es parte de la naturaleza humana lastimar a otros, no de forma adrede, sino simplemente porque el miedo tiende ese tipo de trampas. Pues mediante el rechazo, la violencia y la ira uno hiere a los demás como una forma de manifestación del miedo.
Y aquellos que siempre desean brindar su apoyo justamente son las personas más amadas y por ende lastimadas, son ellos con sus actos los que demuestran el amor incondicional que están dispuestos a desplegar para ayudar.
Estas circunstancias no son más que aprendizajes para amar y perdonar.
Y justo después viene el amor, el verdadero amor, sin juicios o reproches sólo sentir la plenitud de estar aquí y ahora permite asombrare de la vida misma fluyendo por doquier a cada instante.
No hay nada fuera de uno que ofrezca tal sensación de libertad.
Lo que se busca está dentro pues allí está todo lo que uno es.
Confiar en la sabiduría del corazón conduce inexorablemente a amarse con todas las falencias y virtudes. De ésta forma uno puede proyectar el amor a otro ser ya sea como amigo, compañero o pareja.
Cuando la conexión es verdadera uno puede sentir como un fuerte palpitar en el centro del pecho, es como un encuentro tan natural que no hay dudas acerca de quién es esa persona. Sucede que casi instantáneamente y sutilmente los análisis mentales elaboran juicios y críticas acerca de esa otra persona que sólo intenta brindar algo de sí, aunque ni el mismo lo pueda llegar a reconocer.
Pero si uno se encuentra abierto a todas las posibilidades el coincidir será un reconocimiento y no harán falta palabras ni formalidades pues se verán más allá de todo.
Es importante reconocer que elegir a alguien implica compartir el camino juntos dando lo mejor de uno, aceptándose el uno al otro y nutriendo los sueños para hacerlos realidad. De ello se trata construir una relación auténtica de verdadero amor.
El perdón es un estado maravillo que libera al ser de todo pensamiento y es allí cuando la sabiduría del corazón aflora pues entiende que sólo se trata de sentir. El perdón abre el camino hacia la paz.
Carolina Funes