Tengo una pésima memoria para recordar fechas de cumpleaños, nombres, caras… tengo tan mala memoria que hago la lista de la compra para no olvidarme de lo importante, y luego me olvido la lista en casa.
Aquellos que seguís mis publicaciones ya podéis imaginaros mi radar con la sirena dando vueltas a toda velocidad, ¿verdad que sí? Porque todas esas frases, sólo son… eso es: EXCUSAS. ¿Y qué hacen las excusas por nosotros? Cumplen la maravillosa tarea de eximirnos de hacer cosas que no deseamos hacer. Otro día os hablaré de las excusas, Hoy le toca a la memoria, a mi “mala” memoria…
¿Por qué olvido determinados nombres, y otros no? Porque del mío me acuerdo, y también es un nombre. ¿De qué nombres me olvido? ¿Es del nombre o de la persona de quien no quiero acordarme? ¿Por qué me olvido del fregasuelos pero me acuerdo perfectamente de mis caramelos de violeta cuando voy a comprar?
Voy a tomar la decisión de Recordar. Y acabo de hacerlo públicamente, esto ya no tiene vuelta atrás… así pues, a agarrar unas mancuernas pequeñitas, tamaño neurona, y a entrenar duro; necesito una buena sudada cerebral.
Primero de todo: ¡a hacer estiramientos! (no quiero agujetas en los pensamientos) y como siempre, el paso número uno es reconocer el problema. Me olvido porque no me esfuerzo en recordar. Toma ya. Menos mal que era un calentamiento… porque ya tengo todos los transmisores transpirados.
No me esfuerzo en recordar porque no me parece importante. Vale. Puedo con ello. Seguimos. No me parece importante porque otras cosas me parecen más importantes. Mis cosas me parecen más importantes. Bueno, es que hay que establecer prioridades… (Atenta: sirena sonando, ooootra excusa, me toca subir la memoria a la cinta de correr) Tomo la decisión de Recordar las cosas pequeñitas, las que no son tan importantes para mí, pero lo son para otros.
Porque la realidad, esa que tanto nos gusta (icono de carita guiñando un ojo y sacando la lengua), es que nuestra memoria tiene una capacidad ilimitada. Ilimitada quiere decir sin límites. Vaya, que cabe tooooodo lo que queramos almacenar en ella. Y voy a repetir esta frase para no olvidarla Cabe todo Lo Que Queramos almacenar en ella. ¡Basta con querer! Lo colocamos en archivos ordenaditos por colores (a mí me gustan así, por materias, luego orden alfabético y luego colores, como las bibliotecas infantiles) y cuando necesitemos la información, sólo hay que acudir al fichero y extraer la carpeta.
Así que, ahora que ya he calentado neuronas, empiezo con el entrenamiento de verdad, el serio, el de triatleta… ¡hoy voy a ir a la compra sin lista! Porque soy valiente y sé que puedo acordarme de todo. Porque sólo hay que querer. A ponerse seria, concentración.
Me pongo a jugar a los conjuntos. Y meto en el conjunto rojo a todos los Juanes, y en el amarillo a los Josés. Y donde interseccionan, en el trocito naranja, coloco a mi primo Juanjo. Juanjo está también en el conjunto de escanciadores de sidra, porque es asturiano. Y tengo que comprar vinagre de manzana, que se hace con sidra. Y sigo jugando, y a Rosa, la cajera, le pongo una diadema de rosas rojas bien grande sobre la cabeza. A la otra cajera, Carmen, se la pongo de frutas, por Carmen Miranda. Y ato al manillar del carro de la compra globos gigantes con forma de naranjas, y meto en el carro una seta de esas rojas con lunares, una seta andaluza y muy flamenca, y debajo de la seta veo que vive un duende que sonríe con los dientes manchados de mermelada de fresa, y el duende y yo salimos corriendo por los pasillos del súper jugando con el papel higiénico como el perrito de Scottex.
Así que me voy a la tienda, a ver a Rosa y a Carmen, y a comprar vinagre de sidra, naranjas, champiñones, mermelada de fresa, dentífrico y papel higiénico. Sin listas. Y sin agujetas mentales.
A la vuelta seguiré jugando a hacer conjuntos y a meter cosas en mi archivo de colores: cosas muy importantes, porque nada es pequeñito; voy a seguir entrenando mi memoria para recordar las cosas que hacen felices y provocan que se sientan queridos los demás, eso que llamamos “tener detalles”(su nombre, su cumpleaños, si le gusta el café con leche o es más de infusiones…) De lo que no voy a olvidarme en todo el día, seguro, es de sonreír, porque la sonrisa la llevo siempre puesta. Así no me olvido de ser feliz.
Montserrat González Martín