Por Francisco Luis Cruz Delgado.- Cualquier situación que vivimos la hemos creado antes, fuera el tiempo que fuera, ya sea individualmente como colectivamente. Es como un embarazo. Primero se produce el acto de concepción. Luego la gestación y finalmente el parto.
Vivimos una época que en realidad es como cualquier otra, porque el proceso siempre es el mismo, con la particularidad de que ahora la energía predominante es diferente. Todo ocurre mucho más rápido, más intensa y profundamente.
Vivimos un embarazo en el que estamos gestando una nueva realidad, que dependerá de cómo lo vivamos, de qué nos nutrimos, qué desechamos, cómo nos comportemos, de nuestro carácter y de nuestra consciencia del proceso.
Finalmente iremos pariendo una realidad que dependerá de todo ese proceso, y dará como resultado una criatura que en común será una y a la vez una para cada persona. Será lo que hemos ido construyendo durante este tiempo, como en cualquier otro antes y en el futuro, con la particularidad de que esta vez es todo más intenso. Es un proceso en el que no podemos abortar, porque el proceso es imparable, la vida es así. Si abortamos, nos abortamos a nosotras y nosotros mismos.
Luego la criatura crecerá, se nutrirá y evolucionará conforme al medio en que se desenvuelva, y esa es también nuestra responsabilidad. Debemos crear un medio ambiente que permita a la criatura seguir el proceso de evolución que la vida impone, porque no podemos ir contra ella, y cuantos más seamos, mucho mejor. Todos hemos aprendido de nuestras elecciones que nos llevaron a transitar un camino con más o menos obstáculos.
Es hora de poner en práctica otra forma más amable de vivir y de convivir para que todo sea más acorde con la vida y que la criatura crezca fuerte, sana y con energía.