Por Laura Dissa Rivas.- En ocasiones vamos por la vida buscando respuestas a circunstancia y hechos que nos sacuden de manera contundente, el creer que no se cuentan con las herramientas para encontrar las respuestas generan incertidumbre que se van convirtiendo levemente en una ira pasiva que con el paso del tiempo va creciendo hasta convertirse en un enojo que termina dañando al propio ser, desconociendo o se nos olvida que muchas de las respuestas hacen parte de nosotros.
Hoy quiero escribir sobre algo que he podido observar en diferentes poblaciones, esto es, niños, jóvenes, adultos y en los ricitos de oro (adultos mayores), lo anterior gracias a la oportunidad de participar en diferentes programas y escenarios donde involucran a esta población; he podido visualizar un factor común y ese factor es que las personas sutilmente logran expresar una sensación de enojo con la vida, con los padres en especial con la madre, incluso un enojo con ellos mismo.
Cuando se profundiza un poco en las razones del enojo se puede identificar qué se está generando un divorcio entre lo que somos y lo que creemos que somos, así mismo se percibe una falta de conexión con la abundancia natural que como seres humano ya hace parte de nosotros; otras de las razones se relaciona con la sensación de No pertenecer y conectar con algo que te de la fuerza para entrelazar el porqué de tu existencia; en los casos que las razones de enojo esta correlacionado con los progenitores en especial con la madre, se visualiza la perdida de la concepción de gratitud por la vida y con la vida.
Comprender que somos seres abundantes por naturaleza puede alivianar las cargas, dado a que esto permite minimizar un poco la sensación de escasez que en ultimas nos conlleva a vibraciones o densidades muy bajas, por ello me gusta expresar y hago parte de la corriente filosófica que considera que “somos seres abundantes por naturaleza, esa abundancia que te conecta con todas las formas de expresión que existe y se funde en la suma de las partes”.
El sentimiento de enojo es una forma de expresión que varía en intensidad, varía desde una irritación leve hasta una furia e ira intensa donde se percibe la existencia de vulnerabilidad, vulnerabilidad que ante la falta de conexión profunda genera vacíos existenciales y esto motivado por múltiples circunstancias conllevan a la fragmentación de la existencia misma, tratar de comprenderlas requiere de multiplicidad de analisis.
La vulnerabilidad emocional en ocasiones está ligado a un sentimiento de ausencia de algo, ausencia que se combina y enviste de otros agentes y se detonan en emociones sin expresión, yo no pretendo dar recetas mágicas, pero sí presentar alternativas.
Las personas que me manifiesta estar enojado con ese no sé qué, los invito a enlazarse con la realidad de la vida, a conectar con la naturaleza externa e interna de su ser, con la abundancia del espíritu y el empuje o fuerza que se emana cuando eres conciente que somos parte de algo superior, hacemos parte de la grandeza de algo que se alimenta de la suma de las partes.
Me gusta creer que somo seres abundante y esa abundancia viene de la madre naturaleza, aceptar que existe esta relación nos permite incorporar otros sentimientos que se conecta con la gratitud y que pueden ayudar a minimizar los detonantes del enojo, soy conciente que la dinámica actual de la sociedad se empeña en demostrarnos que estamos fragmentados, e incluso existen corrientes filosóficas que nos conllevan a pensar que nuestro progenitores se equivocaron generando un peso y asignando una responsabilidad en el otro, situación que desencadenan consecuencias muy profunda hacia en mundo externo e interno de cada ser.
La sociedad del enojo es una forma de manifestación colectiva de todos lo que conformamos esta sinergia vibratoria, donde es importante darnos cuentas y reflexionar sobre que es eso que está generando tanta irritabilidad, dado a que no podemos seguir alimentando una condición colectiva que nos separe de la verdadera fuerza que somos, seres interconectados a un propósito superior donde la gratitud es una forma de aceptación de la esencia que somos.