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La vida es un regalo. Sólo recíbela

Por Gladys Lozano Rojas.- Cuando la vida nos es entregada a través de nuestros padres, especialmente desde nuestra madre, no es una vida nueva. La vida, esa que llamamos nuestra, es muy antigua. Viene hasta nosotros, desde muy lejos, a través de muchas generaciones: padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos….

La vida que nos es entregada por nuestros padres es una vida impregnada de historia, de destino, marcada por la manera en que cada miembro de nuestra familia en el pasado haya experimentado esa misma vida antes que nosotros.

La vida es como un hilo que viene hasta nosotros, atravesando por cada uno de los miembros de nuestra familia; vivos o muertos, conocidos o desconocidos y que trae en su bagaje toda la historia familiar y aun cuando quisiéramos no podemos sustraernos a esa historia. Lo queramos, o no, la historia familiar se convierte en la base de nuestra propia historia.

Entonces ¿Qué es lo que en realidad depende de nosotros en la vida?, lo que nos corresponde realmente es agregar algo a la historia de la vida familiar. Y esperamos que ese agregado sea algo mejor, es decir algo que mejore la historia que va a las nuevas generaciones, a las que nos siguen.

Esta que llamamos “mi vida” no es en realidad mía, es la vida familiar, cobijada por el alma familiar y que nos involucra a todos en un destino común, un destino familiar. Lo que experimentaron nuestros ancestros, nos es entregado junto con la vida que recibimos, a través de nuestros padres, igual la vida que entregamos a nuestros hijos y luego a través de ellos a su descendencia está impregnada de la manera en que nuestros padres y nosotros mismos hemos experimentado la vida.

Por tanto, lo que corresponde a nosotros en la historia familiar, en ese destino común es muy grande. Nos corresponde mejorar esa historia para entregarla renovada a las futuras generaciones.

Si queremos cambiar positivamente la historia familiar e incidir de mejor manera sobre el inconsciente colectivo, sólo podremos hacerlo desde la conciencia y el amor. Esto es mucho más complejo de lo que parece a primera vista. Ya que estamos hablando de una conciencia y de un amor muy amplio y muy abarcativo que supera con creces la conciencia y el amor sobre el cual cotidianamente basamos nuestras acciones.

Cuando vivimos la vida sin esta conciencia y sin este amor amplio y totalmente abarcante, de la cual se trata aquí, igual estamos cambiando la historia familiar, sólo que no necesariamente de manera mejor o positiva. Cuando lo hacemos así sólo agregamos más elementos al inconsciente colectivo familiar, sin tener en cuenta los efectos que estos tendrán en las futuras generaciones.

De hecho, la historia familiar cambia necesariamente, cada tanto, a causa de estos nuevos elementos que son agregados por cada nueva generación, pero es un cambio inconsciente, dirigido por fuerzas desconocidas que generalmente generan sufrimiento, dolor y tragedia en la vida familiar: separaciones, accidentes, suicidios, enfermedades, asesinatos…

La vida no nos llega nueva, ni limpia, viene impregnada por todas las vivencias de nuestros ancestros. Esto es inevitable. No podemos sustraernos a esto de manera inmediata. Alcanzar la posibilidad de sustraernos a las experiencias “difíciles” que la vida nos trae con su historia, requiere de un proceso de concienciación y amor muy especial y a veces poco comprendido.

Recibimos la vida de nuestros padres, tal como viene, no podemos cambiar esto. Recibimos una historia que viene desde generaciones pasadas, como niños no lo sabemos, simplemente la tomamos tal como llega, no podemos elegir tomarla o no, no podemos elegir tomar esto y aquello no. Simplemente es la historia que nos corresponde. Es nuestra historia, son nuestras oportunidades y es desde ellas que empezamos a construir, a agregarle algo y algo y algo más….

La vida es un legado familiar, un legado que nos corresponde cuidar. Nos es entregada desde el amor y como tal hemos de recibirla. Es un tesoro que no se quiere perder, de ahí la necesidad de pasarla de generación en generación, de trasmitirla y no permitir que se acabe. Por eso queremos pasarla, a pesar de todo, a pesar del dolor del sufrimiento, de la angustia, …. En pasarla está la esperanza. La esperanza de que otro nuevo pueda hacer lo que nosotros no hemos podido, queremos que en algún momento alguien pueda hacerlo mejor.

¿Todo es viejo o hay algo nuevo en la vida?, la vida se renueva permanentemente. Cada experiencia nuestra aporta a la historia familiar, afianzándola o transformándola. El libre albedrío que nos permite elegir cómo vivir las experiencias que la vida nos trae, nos hace posible elegir de nuevo y si lo hacemos desde la consciencia y el amor amplio y abarcativo, la historia podrá ser mejor y la esperanza que la generación anterior puso en mí estará realizada y la generación que viene será más grande y tendrá mejores oportunidades de plenitud. Y entonces podremos desencarnar en mayor paz.

Generalmente miramos la vida como un regalo cualquiera. De la misma manera que recibimos un regalo que alguien nos da por compromiso y que no nos gusta mucho, no nos cuadra completamente, no sabemos qué hacer con el, lo tomamos con cierto desprecio, pero lo aguantamos porque no queremos que el otro se sienta herido o se enoje con nuestro desprecio.

Cuando así vemos la vida, con menosprecio, no la podemos tomar, pues solo se toma lo que realmente se acepta tal y como nos es dado. Igual sólo podemos tomar la vida cuando la aceptamos tal como viene, con su historia familiar, con nuestros padres tal como son. Sin reclamos, sin quejas, sin exigencias, sin reproches, solo así, tal como es.

La vida no es un regalo cualquiera, la vida en su esencia primera viene del amor, de ese instante milagroso de la concepción que permite que la vida impregne el ovulo y el espermatozoide de mis padres y cree un nuevo ser: yo.

La vida no viene del amor de mi padre y de mi madre, viene de un amor primario, inicial que todo lo contiene, todo lo permite, todo lo acepta. Mis padres son solo el instrumento de ese amor primario para entregarme la vida, para poner la vida que antes puso en ellos, ahora en mí. Por eso mis padres son perfectos para mí. Porque no importa si me planearon o no, si me querían o no, si me estaban buscando o no, lo que realmente importa es que el amor inicial profundo y creativo, actuó y permitió que la vida de mis padres atravesará hasta mí. Y mis padres lo permitieron, lo asumieron, queriendo o no, con ganas o no, con voluntad o no, pero lo hicieron y por eso yo ahora puedo estar aquí.

Especialmente mi madre lo asumió y a riesgo de perder la vida me trajo hasta aquí. Sin ella la vida para mí no hubiera sido posible. Por eso se atribuye un valor tan especial a la madre, cuando de la vida se trata.

Tomar la vida nos exige tomar a nuestra madre. Tomarla tal como es. De lo contrario no podemos tomar la vida pues no se puede tomar de manera selectiva, esto sí y esto no. La vida se toma o no se toma. Por eso quien toma a su madre en su corazón y con ello toma la vida puede vivirla a plenitud, puede triunfar, puede ser feliz. Y quien no lo hace no. La vida que se aprecia en unos aspectos y en otros no, no se puede vivir a plenitud y termina en fracaso total, no aporta a la felicidad.

La vida es un éxito cuando al tomarla tal como es podemos agregarle experiencias nuevas y excitantes, que la enriquecen, la renuevan y la transforman, para mí mismo y para los que vienen después de mí. Y al mismo tiempo soy un “ejemplo” para quienes me rodean.
La vida nos es dada a través de nuestros padres, especialmente de nuestra madre, como una oportunidad, una oportunidad con unas características especiales, derivadas de una historia familiar particular, debemos ser capaces de recibirla tal y como viene, con todo su legado.

Si no logramos hacerlo así, si pretendemos tomarla solo en parte estaremos negándole a la vida el respeto, la honra y por ello no podremos incidir en ella de manera positiva, para que cuando nos corresponda trasmitirla a nuestros propios hijos podamos entregarles una historia mejorada, más amplia, más consciente, más amorosa.

A la vida que se rechaza, se recrimina, se reprocha, también es posible agregarle algo, pero desde lo “negativo”, aumentando con ello la historia familiar de tragedia y dolor. Solo a la vida que se acepta tal como es, es posible agregarle algo más desde lo “positivo”, mejorando con ello la historia familiar.

Necesariamente al recibir la vida agregamos algo más a ella, no podemos, no es posible dejarla igual a como nos fue entregada, por eso es tan importante entender cuál es nuestro papel frente a la vida. Para que desde eso que agreguemos a la vida podamos contribuir al mejoramiento de la historia familiar, del inconsciente colectivo.

Solo la consciencia y el amor pueden garantizar que eso que agreguemos de más a la vida sea mejor para nosotros y para los que sigan después de nosotros, pero esta consciencia y este amor no son los que normalmente empleamos, es necesario entender de qué consciencia y de qué amor estamos hablando.

Aprendimos que la consciencia es una de las características que nos hacen humanos, lo mismo que el amor. Y esa consciencia y ese amor básicos están impregnados de la historia familiar, vienen desde ella, es uno de sus legados y por tanto nos hacen leales a ella. Está consciencia y este amor, son tan amplios y tan grandes como lo es la consciencia y el amor familiar, y mientras nos quedemos en los límites de esta consciencia y de este amor no podremos agregar nada mejor a la historia familiar.

Poder agregar algo nuevo mejor a la historia familiar requiere que traspasemos los limites de la consciencia y el amor familiar y con ello ampliemos los límites de lo que les esta permitido en principio, abarcar.

¿Qué significa esto?
Que la familia tiene una forma de ver las cosas, de percibir el mundo, de delimitarlo entre lo bueno y lo malo, lo aceptado y lo rechazado, lo incluido y lo excluido, etc. Esto le pone límites a la consciencia y al amor familiar. Y ya que nuestra consciencia y nuestro amor, coinciden con la consciencia y el amor en la familia, estamos tan limitados como lo este ella. Abordamos el mundo desde los límites de esta consciencia y este amor familiares.

Acogernos a estos límites de la consciencia y el amor en la familia forma parte de una conducta de aseguramiento de la supervivencia, pues con ello aseguro mi derecho a la pertenencia. Si poseo la misma consciencia de mi familia me siento bien con ellos y ellos conmigo, tengo la consciencia tranquila.

Esta consciencia tranquila forma parte del inconsciente familiar y por tanto es limitada y no agrega, ni aporta mucho al mejoramiento de la historia familiar. Se queda y permanece dentro de sus propios limites, no se amplia, no se hace grande. Se atiene expresamente a lo que ya contiene y excluye todo aquello que no forma parte de ella.

Esta consciencia nos lleva a perpetuar las creencias, valores, actitudes familiares sin importar si son o no equivocadas, si producen o no sufrimiento o dolor. Nos mantiene unidos y por ello contribuye a la supervivencia, pero es al mismo tiempo muy peligrosa, ya que excluye, rechaza, se enemista con todo aquello que sea diferente a lo que ella esta en capacidad de contener, independientemente de si aporta al crecimiento de la familia.

Esta es una consciencia que nos hace creer que podemos ser más y mejores que los demás, pero en realidad nos empequeñece y limita, impidiéndonos agregar algo nuevo y mejor a la vida, a la historia familiar. Negándonos la posibilidad de realizar nuestro aporte a la vida.
Cuando nuestro libre albedrío esta adherido a la consciencia buena y tranquila que nos aporta nuestra familia no somos verdaderamente libres de nuestras elecciones ya que estas están limitadas a aquellas que consoliden las creencias y actitudes que atraviesan la vida en la familia.

El uso libre de nuestro libre albedrío requiere de actos de valentía que generalmente no estamos dispuestos a dar. Elegir libremente significa estar en capacidad y disposición de discrepar o no desde una consciencia amplia, abarcativa, que vaya más allá de los límites de la vida familiar.

Aportar a la vida, mejorar la historia familiar requiere de nosotros que podamos superar los límites de la consciencia buena y tranquila y del amor parcializado desde los que estamos habituados a responder. Aportar un poco más, algo mejor, a la historia familiar significa trascender los límites de la consciencia buena y tranquila y pasar a un nivel más amplio que abarque al menos algo más allá de ellos. Aportar mucho a la vida a través de lo que agreguemos a la historia familiar, es trasegar a un nivel de la consciencia que todo lo abarque.

Cuando de la consciencia buena y tranquila pasamos a la otra consciencia, algo en el amor también cambia. Y de un amor excluyente que dice esto me gusta y esto no, esto es bello y esto no, y que por tanto va de la mano con la consciencia buena y tranquila, pasamos a un amor que todo lo abarca y todo lo acepta.

Con este amor que está más allá del bien y del mal. y esta consciencia que une lo que antes estaba separado para conformar una unidad mayor enriqueciendo ambas partes y ayudándolas a avanzar, nos volvemos grandes, la vida se amplia.

Así la vida, la historia familiar se enriquece propiciando condiciones mas grandes, mas amplias, mas abarcativas, que enriquecen no sólo mi vida, la de mi familia, sino la vida en sí misma.

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