Por Ramiro Calle.- No vemos lo que es, sino lo que queremos ver o tememos ver o pensamos que es o que tiene que ser o que nos han dicho que es o que nos gustaría que fuera. Lo que vemos está falseado por juicios y prejuicios, condicionamientos internos, frustraciones y expectativas, viejos patrones y todo el circuito repetitivo de apegos y odios, atracciones y aversiones, aferramientos y aborrecimientos. Nuestra visión está distorsionada, falseada, enturbiada por las tendencias de la mente, por el ego, por nuestra historia psicológica, por los códigos evolutivos, por los temores y creencias. Como la mente está empañada, vemos a tavés de su confusión. Como está velada, vemos desdibujadamente.
Nuestra visión se estrella contra lo ilusorio, las apariencias, lo fenoménico, el barniz de las cosas. Es una visión impura, superficial, que induce más al engaño que a la verdad, a la ofuscación que a la claridad, a una apreciación incorrecta en lugar de al entendimiento correcto. Una visión así de superficial y distorsionada solo puede acumular más ý más ignorancia en la ya básica ignorancia de la mente, más y mas nesciencia, cerrando la vía hacia la Sabiduría. Pero Buda fue contundente al decir que algunos habría que no tuvieran tan empañada la consciencia y pudieran ver la Realidad. A la mente llena de oscurecimientos y trabas, condicionada por las tendencias subyacente, no le es dado captar la realidad tal cual es. Origina sus propias creaciones y se las cree. Se extravía en un laberinto de espejismos y no acierta a salir del mismo.
Está en un atolladero, en un callejón sin salida. Ha entrado en un surco repetitivo de consciencia en el que puede transcurrir toda una vida como no se ponga remedio a ello. Una mente que proporciona una visión tan engañosa y limitada, tan fragmentada y esclerótica, no sirve y urge cambiarla. Mediante el adiestramiento adecuado, la mente puede irse transformando, aquietando y esclareciéndose. Asi como de la ofuscación surge una visión ofuscada, de la claridad brota una visión pura. Mediante la visión esclarecida, de la que deviene el entendimiento correcto, surge un cambio muy importante en la mente y una mutación psíquica que le permite a la persona sentirse más ecuánime, plena, armónica y sabia. A través del tipo especial de visión que se puede lograr mediante las enseñanzas y métodos oportunos, la persona puede ver en el mismo fondo de los fenómenos sin estrellarse contra las ilusorias apariencias. Entonces surge la visión neta de lo que es y dese ahí se puede proceder en consecuencia.
Caen los autoengaños, las mentiras, los adoctrinamiento y viejos patrones, las pautas falaces; se van erradicando las tendencias nocivas, los subterfugios y escapismos, la agiración e insatisfacción de la mente, el inutil sufrimiento psíquico, el desórden interno y el continuado descontento. Uno conecta con la realidad desnuda que subyace tras lo aparente y fenoménico, tras lo ilusorio. Se va ganando la libertad e independencia mentales y, por tanto, otra manera de ser. A ese otro tipo de visión Buda le denominó vipassana, término que no es de facil traslación al castellano, pero puede traducirse como visión clara y penetrativa, o visión justa y cabal. Se ve lo que es y no lo que parece ser. Esa visión especial que es vipassana es la que hay que ir cultivando metódicamente. ¿Cómo? A través de la observancia de la triple disciplina (triple entrenamiento) y de la práctica de la denominada meditación vipassnaa o meditación de visión clara. La triple disciplina o triple entrenamiemnto es el cultivo de la virtud o ética genuina, el desarrollo de la mente y el desenvolvimiento de la sabdiuria o entendimiento correcto. Hay un tipo especial de meditación que se encarga de entrenar y desencadenar la visión penetrativa de lo que es, y tal es la meditación vipassana, inspirada en el célebre sermón de Buda conocido como Satipatthana Sutta o los Fundamentos de la Atención. Esta clase de meditación es la que propició Buda y en la que se han inspirado todas las prácticas de la tradición theravada o de viejo cuño, al enseánza más pura y directa de Buda. Como para Buda tres son las características básicas de la existencia (insatisfacción, impermanencia y ausencia de una entidad fija o impersonalidad), este tipo de meditación tiene por objeto la conquista de una visión hiperconsciente y penetrativa que le permita al practicante apehender esa realidad última de que todo es insatisfactorio, todo es transitorio y no hay nada que no esté vacío de un yo o entidad fija. La meditación vipassana trabaja de manera muy especial con el cultivo metódico de la atención y el establecimiento en la ecuanimidad.
La mente se va liberando de sus oscurecimientos para poder empezar a ver las cosas como son, evitando los filtros distorsionantes que producen las reacciones, las tendencias subyacentes, los viejos patrones y las ideas y creencias prestablecidas. El Satipatthana Sutta y la meditación vipassana es en lo que se ha inspirado el denominado midfulness, que se presenta a menudo como una simple técnica para combatir el estrés o para ser más eficiente en el trabajo o para coadyuvar determinados procedimientos psicoterapéuticos. Una vez más el occidental desvirtua y desdibuja a su antojo, capricho y turbio entendimiento las enseñanzas más auténticas, falseándolas incluso y mostrándolas muy lejos de su verdadera raíz y esencia. Es la utilización espúrea, ventajista y mercantil de muchas antiguas enseñanzas espirituales. Hay que recuperar el auténtico vipassana y utilizar la denominación «atención plena» y no el absurdo del término mindfulness. He tenido la fortuna de haber podido entrevistar a los más solventes representantes del budismo theravada y obtener de ellos valiosísimas enseñanzas al respecto. Durante años estuve viajando a Sri Lanka para entrevitar largamente a Nyanaponika Thera, una indiscutible autoridad en el tema y cuyas obras, traducidas fiel y magistralmente por Almudena Hauríe Mena, y siempre generosa y desinteresadamente, han sido reeditadas por la editorial Ela. Tambien tuve encuentros con Narada Thera (que me dió el sobrenombre budista de Rahula) y con Piyadassi Thera, Ananda Maitreya, Madihe y tantos otros monjes de gran sabiduría y hondos conocimientos budistas, que aparecen entrevistados en mi obra «Conversaciones con Lamas y sabios budistas». Era uno de mis mentores budistas quien declaraba con referencia a Buda: «Cuanto más le conozco, más le amo; cuanto más le amo, más le conozco». Fue el hombre más despierto de su época.
No se dejó nunca arrastrar por creencias, sino que todo lo sometía a la experimentación personal. Investigó como nadie en la mente humana y facilitó medicamentos de gran alcance para poder superar el sufrimiento psíquico y librar la mente de sus trabas. Mediante el perseverante entrenamiento en la meditación abstractiva, ya muy conocida y practicada por los yoguis milenios antes de que naciera, llegó al descubrimiento de la meditación de visión penetrativa y cabal, vipassana, consistente en la toma de consciencia (muy atenta, ecuánime y arreactiva) del surgir y desvanecerse de los propios procesos psicosomáticos. Para que la meditación vipassana aún sea más eficiente, es conveniente incorpòrar tambien la meditación abstractiva, conocida como meditación samatha. La meditación samatha calma y concentra la mente en grado sumo y la meditación vipassana utiliza esa mente sosegada y altamente concentrada para poder ir captando los procesos corporales y mentales, penetrándolos hasta descubrir lo insatisfactorio de los fenómenos, lo vacuo y lo impersonal, logrando así la superación de la ofuscación, el apego y el odio, y hallando la verdadera y definitiva libertad de la mente.