La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOOA) asegura que el estado de las ballenas francas del Atlántico Norte es crítico. Se calcula que 17 ejemplares de un total de 450 han muerto en 2017. Según las declaraciones, estos animales necesitan una intervención urgente o de lo contrario, su desaparición será irreversible.
Las ballenas francas del Atlántico Norte deben su nombre, original del inglés Right Whale, por ser una especie “correcta” o apropiada y fácil para cazar. Su naturaleza amistosa hace que se acerquen a las embarcaciones y, a su vez, permiten que los botes se acerquen a ellas. De esta manera, las principales amenazadas que sufren estos animales son la pérdida del hábitat, disturbios antrópicos (producidos por humanos), enredamiento en redes de pesca y colisiones con embarcaciones.
Durante las estaciones de primavera y verano frecuentan las aguas de Canadá y Nueva Inglaterra, donde precisamente se han producido todas las muertes de este último año, para alimentarse tras el parto en zonas más cálidas a baja latitud.
Se estima que las hembras son las más afectadas y solo quedan 100 crías de este género. A esto hay que sumarle el agravante de que, por naturaleza, las ballenas francas hembra del Atlántico Norte solo dan a luz cada 3 o 4 años.
Numerosos estudios científicos se han volcado en este tema y han intentado determinar por qué se ha disparado la cifra de muertes de las ballenas. Una de las posibles respuestas es que las ballenas podrían ponerse en peligro aventurándose fuera de las áreas protegidas en busca de alimento. Además, se ha demostrado que, cuando un animal sufre largos enredos en redes de pesca, este padece un alto estrés, afectando negativamente a su capacidad de reproducción.