Durante la crisis provocada por la pandemia, se han “revivido” en muchos hogares las comidas en familia. Aprovechando esto, las Universidades de Catalunya y Barcelona (en España), han llevado a cabo un estudio profundo sobre la dieta mediterránea. Para hacerlo, han entrevistado a familias de todo el país, poniendo especial foco en uno de los aspectos menos estudiados de este tipo de dieta: la socialización en las comidas y cómo esta repercute también en nuestra salud.
Entre otros tantos descubrimientos se puede ahora confirmar que, establecer comidas familiares de forma rutinaria, influye muy positivamente en el desarrollo de los niños y adolescentes: En primer lugar, fomenta el diálogo con sus padres, abuelos o hermanos. Este mismo diálogo provoca que se coma de forma más lenta, llegando a reconocer antes la sensación de saciedad en las comidas e, indirectamente, evitando la obesidad u otros trastornos alimenticios.
“Para tener una dieta saludable no sólo influye lo que comemos, si no cómo lo comemos. Nuestra dieta es un modelo cultural al que deberíamos dar la importancia que merece. Además, estos encuentros familiares favorecen que los progenitores se conviertan en modelos que ayuden a establecer patrones saludables en sus hijos”.