Por Paola Rodríguez.- Resaltando que las vidas perfectas publicitadas en redes sociales No existen, lo que sí existe son aquellas experiencias que toda madre experimenta durante su maternidad y de lo que poco se habla, perpetuando así la extendida, naturalizada y dañina exigencia social del sacrificio como termómetro a la hora de “calificar a una buena madre”.
Con la imagen pública de una maternidad resuelta, definida, positiva y estandarizada hacia la perfección, se hace imposible encajar en los ideales al contrastar nuestra realidad encontrándola tan distante, llenándonos así de culpas, miedos, insatisfacciones y comparaciones infructuosas.
Y si soltamos el miedo a mostrar las realidades no publicables y dejamos que fluya la versión real de la maternidad, aquella que habla de la frustración, la sensación de vacío, miedo a estar haciendo lo correcto, los cambios físicos y psicológicos, la depresión posparto, la lactancia real, la falta de sueño, la sensación de vulnerabilidad, las crisis de pareja y hasta de identidad que conlleva la maternidad ; la lista sigue muchos cambios llegan para quedarse, otros con mucho amor y acompañamiento se convierten en recuerdo y si, el amor hacia los hijos es una sensación inmensa que atraviesa los límites de la entrega pero está muy lejos de ser un ideal de perfección como se quiere mostrar en lo público; es hora de que lo real se empiece a convertir en lo publicable para acercarnos cada vez más a abrazar la imperfección de lo real.
Desvelar el poder la vulnerabilidad es quizá uno de los mejores regalos que le podemos dejar a las nuevas generaciones.