Por Lucía Ordóñez.- Liberar los fantasmas pasados, perdonar a alguien por algo que «te hizo», no es un acto generoso por nuestra parte, no es algo para decir: – que bueno soy, soy tan generoso, me sacrifico por los demás-. Perdonar es un acto egoísta y necesario para seguir adelante.
La generosidad del egoísmo… te libero y te perdono, para no tener que seguir cargando con la mochila que me está destrozando la espalda y en demasiadas ocasiones esto ocurre en sentido literal (véase biodescodificación).
Nadie nos hizo nunca nada, ya que eso no es posible. A lo que nos limitamos aquí en esta experiencia terrenal es a aprender, que no es poco, y con eso no tenemos tiempo para mucho más. Cualquier interacción que tenemos con el otro, será para un aprendizaje mutuo y además necesario,sea cual sea la situación. Por muy catastrófica y desoladora que se juzgue a priori, siempre lleva implícita un regalo.
Así pues, si aún tienes que liberar a algún fantasma pasado de tu mazmorra, te animo a que lo hagas y lo dejes ir. Y como premio, el primer liberado serás tú, y podrás enfocarte a algo más que a ejercer de carcelero y dedicarle minutos, horas e incluso noches a ese ser que te aportó, pero que ya no está en tu vida y tú aún lo mantienes preso en tu memoria.
Comparto con vosotros un ejercicio liberador (altamente recomendable) que hice en su día. Me levanté una mañana y sentí que tenía que bajar a las mazmorras donde aún tenía encerrados fantasmas que me robaban tiempo para poder dedicarme a algo más creativo que ser carcelera. Así que escribí esta carta que os dejo a continuación y les di el finiquito a todos. Desde el amor hacia mí y hacia ellos, porque ambas partes teníamos derecho a seguir nuestro camino sin dolor.
Esta carta escrita para mí y nunca entregada a ningún destinatario, va dedicada a los hombres que pasaron por mi vida. Esas parejas que amé tanto, pero que en algún momento por unas cuestiones u otras la relación terminó.
Y dice así:
Os amo, os amo tanto amores, porque sois eso, amor.
Quiero agradeceros a todos y cada uno de vosotros, que un día llegasteis a mi vida y del mismo modo agradeceros que un día os marchasteis.
Vinisteis para enseñarme, experimentar, hacerme ver la vida con otros ojos, disfrutar, sentir, oler, tocar, reír, exprimir cada segundo y cada momento que tuve a vuestro lado, como si fuese el único.
Porque todos, en algún momento, algunos desde el primer día, otros con más merecimiento a lo largo de la relación, pero todos y cada uno, me hicisteis sentir eterna y querer detener el tiempo para siempre a vuestro lado.
Pero del mismo modo, también os fuisteis y por eso os vuelvo a agradecer con amor. Por dejarme seguir creciendo, dándome la oportunidad de continuar enriqueciéndome, llenándome de vida de nuevo.
Y gracias infinitas, por aportarme tanto, porque sois el puzle perfecto, las piezas que encajan forjándome, para que yo en parte sea hoy la que soy y poder ver la vida hoy como lo hago. Gracias a vosotros y a ésta que os puso en mi camino.
Os amo tanto, de verdad os amo sinceramente. Sin apego alguno, porque ya os dejé ir, con el corazón abierto y deseo que os llegue este amor.
Os deseo lo mejor del mundo a todos, desde la relación más larga a la más corta, todos sois importantes, todos me enseñasteis algo.
Como una niña pequeña, en el momento de vuestra partida lloré desconsolada. Porque ahí aún no sabía ver la belleza del regalo que me dejabais, la oportunidad de empezar de nuevo.
Pero ahora, de corazón os digo que os amo con todo mi ser y que gracias por hacerme sentir y formar parte de mí.
Os amo, Lucía
Lucía Ordóñez
Anatheoróloga