Sin abrumarnos mucho creo que es sensato que reconozcamos que a todos nos invaden miedos de vez en cuando. Miedo a no tener salud, a que no alcance el dinero, a un bochorno en público, a no cumplir bien una responsabilidad, a no ser aprobado, ni aceptado, a no ser querido lo suficiente, a no encontrar nunca el amor … y así rondan nuestra mente innumerables miedos.
Ahora bien, podemos analizar los miedos en dos sentidos:
– En el primer sentido el miedo nos domina, tememos, pensamos todo el día en eso que tememos que pase, nos aferramos a los miedos por lo tanto los empoderamos. En otras palabras nos sometemos a los miedos, les damos poder.
– En sentido contrario, reconocemos que tenemos miedos, que es normal. Estamos convencidos de que ese estatus tiene que cambiar y que ese cambio depende de nuestra actitud, aprendemos a liberar nuestros propios miedos.
¿Cómo liberar los miedos?
Tenemos que tener recursos a mano que nos permitan encontrar la luz aún estando en la oscuridad. Veamos algunos de esos recursos.
– Confiar en que la situación puede ser diferente. A veces uno no ve otra salida, sin embargo puede existir y hay que confiar en que las situaciones llegan para mostrarnos algo, para que aprendamos algo. Una vez que reflexionamos y vemos con claridad, se evoluciona también la situación.
– Adquirir conocimiento sobre desarrollo personal. El conocimiento es como un rico condimento, hace que la comida sepa diferente. El conocimiento hace que la vida se vea diferente. Se hacen análisis más holísticos, se entienden muchas aristas de las situaciones, por lo tanto tiene uno más paz interior.
– Tener paciencia. No sabemos cuánto debe durar una situación, debemos aprender a ser pacientes y observar, aprender. Haciendo resistencia solo perpetuamos lo que nos es molesto. En una hora de mucho tráfico, por más que uno se moleste no va a incidir en que las calles se despejen. Uno llega igual en tiempo lo que muy molesto. Ahí es cuándo es importante la decisión propia de tener paciencia y calma. Liberar la mente de los miedos.
– Decir la frase: «miedo, te reconozco y con amor te dejo ir». De esta forma nos reconocemos conscientes de los que estamos sintiendo y expresamos nuestra determinación de superarlo. Seguidamente debemos llenar nuestra mente y nuestro tiempo de frases positivas y potenciadoras: «Todo está bien en mi mundo», «Elijo ser feliz, es mi derecho de nacimiento» y «Cada día es una oportunidad maravillosa».
Seguimos aprendiendo a vivir,
con cariño,
Vivian Ojeda La Serna
