Por Daniel Hernández García.- Celeridad, fugacidad, predomino de lo instantáneo y falta de paciencia.
El mundo esta lleno de todo lo que acabo de citar. Nos hemos convertido en personas de usar y tirar, de no trabajar la constancia, la paciencia, de vivir ajenos a lo verdaderamente esencial. Hemos focalizado la rareza en la templanza, la serenidad, la mansedumbre, la tranquilidad, etc. En definitiva, consideramos normal vivir en velocidad constante, sin estar viviendo el aquí presente.
Lo más trágico es que hasta disciplinas tan beneficiosas y tan antiquísimas como es la meditación, se ha convertido en un producto más para seguir con nuestra vida acelerada. Lejos quedan aquellos maestros espirituales que enseñaban todo ese conocimiento que nos llevaba de nuevo al sendero de la nada, hacía la conexión íntima de nuestro ser interior. Utilizamos las herramientas del autoconocimiento solamente para mantener un estado de felicidad (falsa) y permanente, subidos a la locomotora de las emociones.
La naturaleza nos enseña que la paciencia es el mejor ingrediente para la consecución de los éxitos. La semilla que enterramos en la tierra que brota impregnada por el agua, crece pasito a pasito para darnos el fruto en primavera. Lo esencial ahora es volver al principio del todo, cuando teníamos la capacidad de sentarnos sin pensar en nada ni hacer nada. Que la semilla que habita en nuestro interior, sea regada gota a gota por el agua de la paciencia, de la templanza y de la firmeza.
Debemos volver a nuestro refugio interior, pero no para darle un uso torticero y banal, que sirva como una maniobra de escapismo ante el gimnasio psicológico de la vida. La vida tenemos que vivirla con sus buenos y malos momentos, pero dejando de cultivar a los agregados psicológicos que solamente son actores más de este circo de consumo exacerbado.
Si somos capaces de despertar la conciencia y de vivir plenamente el aquí y el ahora, alcanzaremos esa libertad interior que ya nos enseño el maestro Jiddu Krishnamurti. Es la libertad de conocernos a nosotros mismos, de profundizar más allá de nuestra mente, dejando correr los pensamientos y siendo conscientes de lo que somos, sin más.