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Los cinco duelos del migrante

Por Andrea Mayoral.- Migrar implica aceptar que la vida no va a ser la misma desde el mismo instante en que se empaca la maleta. Es un proceso que conlleva demasiadas pérdidas y toda pérdida involucra en mayor o menor medida dolor y sufrimiento, pero a su vez entraña una oportunidad que si se aprovecha puede generar grandes éxitos y satisfacciones.

La palabra Duelo viene del latín dolus que significa dolor. En psicología el concepto ha evolucionado y se utiliza para describir el proceso que atraviesa un individuo a la hora de asumir una pérdida en muchos casos irreparable. No es un estado, es un proceso íntimo y privado y su elaboración supone un crecimiento personal.

Es importante resaltar que no tiene una connotación negativa, todo lo contrario, es una reacción natural y necesaria de la psiquis y se presenta a la hora de enfrentar un hecho trascendente como la pérdida de un ser querido, (puede ser un familiar un amigo o una mascota entre otros). También se puede dar al momento de enfrentarse a un evento o situación inesperada como un divorcio, un rompimiento amoroso, un despido laboral o una catástrofe que destruya pertenencias importantes (como una casa o un auto, etc.).

Y existen otras pérdidas que hacen parte de la evolución y que son trascendentales para que un individuo crezca como persona. Se pierde la niñez para ingresar a la juventud y luego se deja esta etapa para ingresar a la edad adulta. Son pérdidas positivas que generan cambios. Se pierden algunos amigos para ganar otros, se rompe una relación amorosa para buscar otra que llene los vacíos que la primera tenía, se deja un empleo para buscar uno que llene expectativas no resueltas por el antiguo.

Pero para que esas pérdidas se conviertan en resultados positivos, el ser humano debe atravesar una época de crisis, es decir un duelo, donde se asuma y se acepte el perder aquello que representaba algo significativo en nuestra vida.

Son muchas las pérdidas, de un solo golpe, a las que se enfrenta una persona en el momento de migrar, proceso que en psicología se conoce como un “duelo múltiple”. Para explicarlo en términos cotidianos: el duelo de un migrante más que estar relacionado con pérdidas en el campo físico, están relacionadas con pérdidas en el campo psicológico, en nuestro interior y su solución también debemos buscarla allí.

No es un duelo repentino como el que se da al momento de perder un ser querido o el trabajo, es un duelo que nace de forma lenta y que crece con el tiempo, pero de nosotros depende que no se expanda y que muera a medida que nos llenamos de positivismo y de ganas de proyectarnos como seres capaces de adaptarnos a las circunstancias que nos rodean.

Entre los principales duelos que experimenta un migrante están:

El duelo por la familia y los amigos. Cuando se migra al extranjero, de repente se tiene la sensación de haber perdido a toda la familia de un solo golpe. No es una pérdida como tal, es solo una separación, pero desde el punto de vista sicológico se siente como una pérdida. Es una situación que implica un dolor ocasionado por el vacío físico que dejan los seres queridos con los que ya no se va a poder compartir en igual medida a como se hacía cuando se estaba en casa.

Naturalmente, como migrantes somos conscientes de que la separación no es definitiva, como sí lo es en el caso de una muerte. Pero la sensación es parecida ya que no se tiene la presencia física de esos seres queridos y se tiene la seguridad de que pasará mucho tiempo antes de poder volver a tener un contacto físico con ellos.

Para superar este duelo es importante tomar conciencia de que no es una pérdida como tal, sino un alejamiento. Este duelo puede ser fácilmente combatido mediante los medios de comunicación existentes en la actualidad, ahora no solo existe la posibilidad de escuchar sus voces a través de una línea telefónica, sino que también se pueden ver cara a cara mediante las video llamadas, aspecto que releva la sensación de pérdida a un segundo lugar.

El duelo por la lengua. Cualquiera puede pensar que este duelo solo se presenta cuando la migración se realiza a un país donde no se habla la lengua materna del migrante. Sin embargo, en muchas ocasiones el idioma puede ser el mismo pero las expresiones y sus interpretaciones completamente distintas, lo que dificulta el grado de complicidad en la conversación y en algunos casos se pueden dar malas interpretaciones que dificulten la comunicación clara y asertiva.

El lenguaje es el medio que nos permite expresar nuestros más íntimos sentimientos de una manera natural, pero cuando se adquiere una nueva lengua, esos sentimientos no encuentran una referencia precisa en ese nuevo idioma, y se tiende a sentir un vacío, pero tranquilos, siempre podremos encontrar la manera de expresar esos sentimientos y para ello hay que recuperar la buena costumbre de los migrantes antiguos quienes usaban las “diarios” como bitácoras para mantenerse en contacto consigo mismos y su idioma materno.

Es muy recomendable utilizar esta técnica, así los niveles de estrés que genera el estar hablado otra lengua, se bajan al mínimo. Otra buena manera de lidiar con este duelo consiste en rodearse de un grupo de migrantes que compartan el mismo idioma, el escuchar radio, leer libros o ver programas de televisión en el idioma materno.

El duelo por la cultura. Este duelo se siente como un vacío al no poder aplicar nuestros hábitos y formas de vida de la manera en la que estábamos acostumbrado, además nuestros valores se ven debatidos constantemente y confrontados con los valores existentes en la sociedad de acogida y para que el proceso de integración se dé de forma completa y positiva es necesario reorganizar esas costumbres y hábitos acomodándola a las nuevas.

Asumir otras formas de hacer las cosas, de saludar, de estrechar relaciones es un aspecto que reciente mucho la autoestima del migrante, en muchas ocasiones éste se siente en el lugar equivocado o que lo que ha aprendió en su tierra natal no tiene razón de ser en el país de acogida. Muchas costumbres al ser extrañas a su rutina puedan ser tomados como agresiones a su estado de migrante.

En casi todos los idiomas existe la expresión “A donde vayas has lo que hacen los de allá”, que es una buena manera de asumir el duelo por la cultura. No es abandonarla, sino adaptarla al contexto que la rodea.

El duelo por la tierra. Este duelo habla del sentido amplio que implica las sensaciones y reflejos guardados por nuestros sentidos, es decir, un extrañar contantes de los paisajes, la naturaleza, los colores, los sabores y los olores de esa tierra que nos ha visto crecer. Se extrañan las montañas, o los valles, el mar, el color de las plantas, incluso el ruido de los animales, las aves, cosas a las que estamos acostumbrados a oír y ver y sentir diariamente y que de un día para otro ya no están, se han ido, se han quedado atrás y ahora son remplazadas por otros ruidos otros olores y otras imágenes que no se pueden identificar como parte inherentes de nosotros mismos.

Aquí también entra el duelo por la comida típica, por esos sabores familiares que nos recuerdan el calor de hogar y el afecto de la familia. Este duelo toma su tiempo, pero si aprendemos a aceptar y ver la belleza en lo nuevo y en lo diferente aprenderemos a ser feliz en el país de acogida. Es bueno aprender a preparar nuestros alimentos preferidos, de esa manera podremos disfrutar de nuestras delicias culinarias en la distancia y nos servirá de excusa para reunirnos con nuestros nuevos amigos extranjeros y podremos mostrarles con orgullo una parte de nuestra idiosincrasia.

El duelo por el nivel social. La migración implica una pérdida directa o indirecta del nivel social. Claro está no es lo mismo el que migra con un trabajo seguro ya sea porque ha sido trasladado por su compañía o porque ha firmado un nuevo contrato laboral, al que se aventura a migrar sin esa seguridad económica.

En el primer caso el duelo social se vive más por la ruptura que el migrante siente ante la falta de autoridad o de reconocimiento que contaba por parte de sus compañeros en su trabajo anterior o por parte de sus amigos y familiares en sus interacciones sociales en el país de origen. Mientras que en el segundo caso el migrante tiende a incorporarse en el último escalafón social, independientemente del estatus que ostentaba en su país de origen, de manera que a la falta de reconocimiento social hay que agregarle el duelo por la pérdida de poder adquisitivo.

En muchos casos el migrante que ha estudiado una carrera profesional, al momento de enfrentarse a la realidad del país de acogida, solo logra conseguir empleos muy por debajo de sus expectativas y sus capacidades intelectuales, lo que genera un alto estado de frustración.

En este duelo se pone a prueba nuestra capacidad de reinventarnos, de sacar esa fuerza interior que nos motiva a buscar salida a los problemas más complicados que podamos enfrentarnos a la vida. En este duelo es importante aceptar que la vida ha cambiado y que nada va a volver a ser como era antes y que de nosotros depende que construyamos un futuro mejor y más productivo. En este duelo debemos tomar esa capacidad creativa que todo ser humano tiene en su interior y ponerla a trabajar para nosotros.

A veces es mejor un borrón y cuenta nueva que tratar de construir sobre lo derrumbado. Debemos empezar a mostrarnos de nuevo al mundo y a vender una imagen que nos genere un nuevo reconocimiento social y eso solo depende de la actitud que le pongamos a este renacer en tierras lejanas.

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Un comentario

  1. Interesante artículo.
    El duelo es algo que no se estudia pero que se debe aprender a gestionar.

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