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Los retos de las familias en su camino de evolución

Por Laura Martínez Ramírez.- Hay historias de familias que nos sirven para apreciar cómo se enfrentan a determinados retos, así resonamos con situaciones nuestras y podemos aprender.

Con poco que pongamos atención observaremos que hay creencias, incluso valores en otros tiempos, expresadas en frases que se han repetido por generaciones, se puede apreciar entonces cuáles son las pieles de cebolla que su ego de familia ha de pelar.

Cuando por ejemplo se les oye decir:

-Antes se quema la casa, que salga el humo, los trapos sucios se lavan en casa, por no reñir con mis hijos hago lo que sea, la madre siempre ha de ser sufridora.

Adonde les llevan esos pensamiento equivocado, es a situaciones de gran dolor, porque la verdad no puede ocultarse indefinidamente y lo que en un momento sirvió, por ejemplo durante un periodo de guerra, luego ya no es necesario, pero el mandato familiar inconsciente sigue.

Cuando lo comprenden pueden haber pasado varias generaciones, entonces un día todo sale, hay una liberación para todos, aunque algunos en principio se cierren porque sigue el miedo originario. Posteriormente tal vez tengan que enfrentarse a otra y otra lección.

Nuestro Yo Superior siempre nos pone retos para aprender, por eso en algún momento hemos de superar por ejemplo el sentirnos víctimas. Cuando evadimos nuestra responsabilidad de lo que atraemos, echándosela  siempre a otro, pasamos vidas incluso, moviéndonos en la línea de la víctima y del salvador. Suele haber en la familia una dinámica de este tipo que se repite.

Uno se mueve desde la víctima, porque han abusado de ella, la han maltratado psicológicamente…, pero no puede asumir la responsabilidad de haber obrado bajo un pensamiento equivocado que es lo que ha proyectado en su vida esa situación, porque esta visión de la realidad la desconoce. El otro ha tomado el poder que ella se ha negado, su Yo Superior ha orquestado toda esta situación para que aprenda a reconocer y tomar su propio poder, si el otro ha actuado mal, obra como sientas que tienes que hacerlo desde tu poder y suéltalo, ya no es tu problema, la vida le enseñará también, tú solo tienes que aprender la lección, y entonces todo cambiará, desaparecerá de tu vida, si no ha acabado antes es porque no has dejado de actuar bajo ese pensamiento equivocado.

Mientras dura la victimitis, se aprende pero muy despacio y con mucho sufrimiento, porque no hay salida, o se es víctima o se cree tener razón, pasando a ser  el verdugo, encargándose forzadamente de que el otro pague por lo que ha hecho por ejemplo, pasando a invertirse el papel pero en el mismo paradigma, (victima, verdugo salvador).

Cuando una familia supera introyectos como “los trapos sucios se lavan en casa”, cuando es capaz alguno de ellos de salir y decir públicamente por ejemplo que su marido le ha sido infiel, y da el paso de romper con el hombre que le hecho tanto sufrir, algo cambia para todos, una energía estancada se libera, mejor si reconoce en la estructura del patriarcado la causa de tanto sufrimiento, pero si no es así, esto quedará para otra lección  y puede que la vida le lleve a verlo para poder entender. Así se va  evolucionando, y lo que es más, se les va infundiendo a los hijos una forma más libre de ser y de pensar.

Cuando asumes la responsabilidad de todo lo que te pasa, porque es tu siguiente lección y tu Yo superior te lo pone porque es quien más te quiere, te tomas todo como un reto, no desde la víctima, sabes que tienes que responder desde tu sentir, sin miedo a hacer lo que sientes. De esa responsabilidad se toma la fuerza para actuar y cuando se consigue ganar no hacen falta quizá reproches, o tal vez sí si siente que queda algo que decir, pero mejor que sea de forma asertiva, lo importante es que  él o ella ya tengan su lección de esta experiencia que es lo que importaba.

Cuando uno está contagiado de victimitis (y lo está una gran mayoría de la población mundial, esto es una verdadera pandemia) es muy fácil que surjan desequilibrios familiares, que un hijo por ejemplo esté asumiendo un papel que no le corresponde, el de salvador de toda la familia, como vemos siguen en la misma dinámica víctima-salvador  y marcada por el sufrimiento.

Los miembros de las familias que ya han superado esto, son capaces de tener una relaciones sanas, será una persona que se enfrenta con fuerza a las dificultades, y que establece con su pareja una relación de compañeros de viaje, de apoyo al otro, pero fuera de patriarcados, paternalismos, victimismos no salvadores y con los de su mismo sexo, de ayuda y colaboración, donde las expresiones de las emociones son sinceras y libres en ambos casos.

Es gratificante ver cómo se va aprendiendo cuando puedes saber de los retos de al menos tres generaciones, abuela, madre y nieta.

Como cada uno está donde está en el camino de evolución, no condeno a nadie. Pero sí analizo todo lo que pasa desde mi prisma, eso es inevitable, y aunque me parece un enorme avance que se pueda contar y analizar psicológicamente como nos hacemos daño unos seres humanos a otros, por ego, y me parece valioso también que se ponga sobre el mantel la estructura patriarcal en la que nos hemos movido por generaciones y aún hoy sigue estando ahí, es otra capa de cebolla a quitar, pero eso no es suficiente.

Hemos de cambiar de paradigma, no estamos aquí en un valle de lágrimas donde el mayor sufrimiento tendrá recompensa en el cielo. No, hemos de cambiar al del aprendizaje en esta vida, para no repetirlo en la siguiente, sabiendo que todo lo que nos pasa lo coloca ahí nuestro Ser Superior para que nos liberemos de algo que nos oprime.

Soy consciente de que esto no es accesible para todos todavía y lo siento de verdad, porque se está haciendo un gran esfuerzo en materia de igualdad y de violencia de género, pero el paradigma desde el que se afronta no puede llevar tan lejos como lo haría el de responsabilidad de lo que atraigo, incluso una visión sistémica ya sería muy poderosa. Pero confío en que solo se nos da lo que somos capaces de recibir, por eso, en el fondo todo está bien, cada uno con la lección que le toca.

 

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