Por María de los Ángeles.- Las expectativas que creamos ante una situación o persona pueden resultar peligrosas, si están muy alejadas de la realidad. La distancia entre lo que sucede y aquello que imaginamos, determina cómo nos sentimos. Las expectativas son las creencias, previsiones, ilusiones, deseos y valores que cada uno de nosotros ha generado en función de diversos factores tales como la educación, las experiencias previas, las características de personalidad y formas de relacionarnos, variables contextuales, etc. Es decir, es lo que yo espero, tú esperas o ellos esperan de algo o alguien.
Las expectativas son construcciones mentales que hemos aprendido a reproducir anticipándonos a sucesos futuros. ¿Y qué ocurre cuando no se cumplen?, ¿qué sucede cuando salimos y lo que hacemos no guarda fidelidad a lo que imaginamos? Tanta ilusión en que algo sucediera y de repente ese anhelo se trunca con una respuesta totalmente diferente. Nos desilusionamos. Nos frustramos. Incluso puede que se genere algún conflicto que otro. ¿Alguna vez te has parado a pensarlo? Yo sí, hoy me tocó pensarlo.
A veces resulta ser muy difícil el hecho de eliminar ciertas expectativas, puesto que cada acción que ponemos en práctica es dirigida siempre hacia el logro de ciertos objetivos, y es muy normal esperar buenos resultados ante tanto esfuerzo.
El día de la exposición ha llegado y junto a mi grupo nos habíamos esforzado elaborando un buen material, un buen informe y preparándonos para dominar nuestro tema. Yo salí a exponer de una forma bastante interactiva, capté la atención de mis compañeros y recibí felicitaciones por parte de una compañera al terminar la clase. Pero a la docente del curso no le pareció una magnífica exposición, sino todo lo contrario, puesto que los temas a tratar no iban de acuerdo a lo que ella esperaba, y decidió entonces calificarnos con la nota más baja tanto en exposición como en el informe. Los cuatro miembros del grupo vivimos simultáneamente la misma situación en tiempo y espacio, básicamente estábamos jalados del curso, sin embargo cada uno lo interpretó de un modo en particular.
Por lo general, los alumnos, al presentar un trabajo ya sea informe o exposición, siempre esperan sacar un buen calificativo y por ese motivo emplean todo su tiempo y energías en la elaboración y aprendizaje del mismo. Pero ¿el esfuerzo de mi grupo dio los resultados esperados?, ¿entonces todo lo invertido fue “tiempo perdido”?
Plantearse como resultado algo externo a nosotros y que no podemos dominar (como por ejemplo, la calificación que el docente considera conveniente) es el tipo de expectativa que tiene una alta probabilidad de llevarnos al fracaso. Esperar la aprobación del otro, pensar que una nota cuantifica cuánto vales como estudiante, plantearte como único objetivo aprobar por completo todas las materias y pasar invicto el ciclo son algunos ejemplos de resultados ante los cuales no tenemos el absoluto control, puesto que comúnmente el docente del curso te calificará a su modo: no siempre le importará apreciar cuánto has aprendido o cuánto esfuerzo te ha significado conseguir los resultados a los que hayas llegado; sino lo mucho o poco que sabes comparado a lo que él mismo sabe. Y esto también es algo aceptable en el común denominador. Muy pero muy pocas personas desarrollan la empatía, requiere de mucho esfuerzo ponerse en los zapatos del otro y por un momento desenfocarte a ti mismo para comprender al otro en su totalidad.
Primera conclusión: No esperes que alguien más te valore porque nadie puede llegar a conocerte tanto como tú mismo. Tú tienes la absoluta capacidad de conocerte, y está en tus manos hacerlo o no. Si no te conoces, muy difícilmente podrás valorarte, y estarás a expensas de la opinión de los demás, tomarás por verdadero todo cuanto piensen de ti, ¿te parece justo?
Modificar las expectativas depende mucho de modificar tus estructuras mentales: cómo percibes las cosas, qué es lo más valioso en tu vida, qué piensas y sientes ante determinadas circunstancias y cómo las afrontas, cuál es la actitud que predomina en ti, cuáles son tus fortalezas, defectos, oportunidades y amenazas, cómo aprovechas cada aprendizaje, etc.
De haber esperado una calificación aprobatoria por parte del docente, en estos momentos lo más probable es que estuviera lloriqueando bajo mis sábanas, comiendo miles y miles de pastelitos de vainilla y chocolate, y tratando de olvidar esta lamentable experiencia.
Mi visión fue así de chiflada como suele ser mi pensamiento. Yo sólo tenía como expectativa que todo cuanto aprendiera me debería servir para emplearlo en mi propia vida y darlo a conocer de la manera más clara posible a mis oyentes. Ese fue mi principal motor para prepararme arduamente y los resultados fueron favorables: mis compañeros de clase comprendieron el tema, hasta mi madre me entendió, y yo adquirí una herramienta más para hacer frente a la realidad.
Actualmente tengo una visión más amplia respecto a la ocupación que tendré en algún momento. Estoy validando muchísimas opciones que ya el hecho de creer que psicología es la única carrera a la que debo apuntar simplemente no funciona. Estoy abierta a las nuevas oportunidades. ¡Destino, sorpréndeme!