Por Andrea Vallejos Campos.- Y nos contaron que Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó. Hombre y mujer los creó. Los bendijo y les dijo «fructificad y multiplicaos. Llenad la tierra y gobernadla».
No nací de la costilla de alguien, nací soberana y con libre albedrío, al igual que mi par porque ambos somos solo energía luminosa y radiante albergada en un cuerpo que cambia en cada retorno a esta tierra. Sólo le debo obediencia a mi propio corazón, a mi propia escencia.
Por mis venas corre la sangre de generaciones de guerreros que habitan por todo el mundo, que comienzan a despertar de a uno para alzar su voz, no con violencia, si no con amor, que levantan sus brazos al cielo con humildad y bondad en cada continente para comenzar a vibrar.
Nací para romper las reglas que me trataron de imponer, nací para quebrar esquemas, nací para alzar mi voz desde este pequeño y menudo cuerpo en el cual habito en esta encarnación, cuyo espíritu pulió una gran fuerza interior, a punta de reveces, con coraje y valentía abriré mis hermosas alas.
Nací para recordar como debo seguir mi luz interior aunque para eso tenga que doblegar mis propias creencias, romper mis propios muros, enfrentar mis demonios, transitar por la oscuridad, aunque muchos no lo comprendan, aunque me tarde eones en recordar mi camino.
Podré caer mil veces y me levantaré las mil, apretaré mis dientes y no gritaré porque no necesito hacerlo, de rodillas me erguiré con orgullo y diré con serenidad “no me rendiré”
He recorrido vidas enteras luchando con dragones, transitando por caminos de fuego, siendo incluso mi propio espíritu alcanzado por la oscuridad, aún así no pudo apagar la chispa de luz que llevo en mi corazón.
Porque con orgullo en esta vida soy latinoamericana, soy Chilena y provengo de una antigua casta de guerreros con alas de oro que ahora en este ciclo habitan en el sur de los andes, en el fin del mundo, que desde sus ojos salen llamas que te quitan el aliento no para que dejes de respirar si no para remecerte, que doblegan y amoldan al hierro no para demostrar su poder si no para mostrar su fuerza interior, no para demostrar lo que tenemos si no demostrar de que estamos hechos, de su pecho sale luz no para enceguecerte si no alumbrar con humildad por si quieres ver más allá o simplemente veas el reflejo del gran ser que siempre has sido, su corazón está hecho de la alquimia del polvo de muchas estrellas que han recorrido largas distancias y la potencia de sus latidos trasciende el tiempo y la distancia y en sus manos están escritos los símbolos sagrados que rigen los ciclos de la tierra y el universo.