Por María del Pilar Armas.- A lo largo de toda la historia, hemos conocido grandes historias de mujeres ejemplares, mujeres que son todo un ejemplo a seguir pero nadie las reconoce o no se les da todo el crédito que merecen. En la actualidad, las redes sociales han inundado nuestras vidas, hemos dejado de lado el papel que cumple la mujer en una sociedad cambiante, que cada vez exige más y más, para darle paso a lo que está de moda, sin que siquiera lo sometamos a un filtro básico, como: ¿está bien?.
Somos las mujeres las que realmente formamos el futuro de un país, de un hogar, de una persona. Las mujeres somos capaces de cualquier cosa que se nos pida, podemos llevar a cabo tareas que a cualquiera le puede parecer sorprendente. Adicionalmente, somos madres, esposas, profesionales, desempeñamos roles fundamentales dentro de la sociedad. Sin embargo, se nos exige cada día ser más fuertes, mas capaces y más líderes; no se nos permite flaquear, dudar y menos equivocarnos. Debemos competir en un mercado lleno de hombres que quizás a nivel personal, realizan la mitad de tareas que realizamos nosotras.
Pero, ¿qué pasa cuando estamos tristes?, ¿qué pasa cuando la vida nos golpea?, ¿qué pasa cuando debemos soportar las cargas y éstas son demasiado pesadas?.
¿Qué pasa si un día cualquiera la vida te golpea con tanta fuerza que todo lo que eras de ja de ser y te reinicia?
Pasa, que toca levantarse, toca surgir, toca salir adelante, te pones una curita en el corazón y limpias tus lágrimas y las de tus hijos, aprendes a dormir tomando sus manos, los enseñas a levantarse y la importancia de aprender de las dificultades mientras crecen. Los abrazas cada noche con la esperanza de un mejor momento para todos, aprendes a lidiar con los cambios hormonales de un adolescente, al tiempo que aprendes a calmar las pataletas y el llanto de aquella que está aún en etapa infantil.
Y, ¿quién te cuida a ti?, mientras el tiempo pasa y logras grandes cosas, un día te golpeas contigo y comprendes que la curita que te colocaste, se cayó hace tiempo y que la herida siguió sangrando sin que lo notaras, simplemente fue cicatrizando con el tiempo, dejando la huella eterna de una batalla, te haces consciente que el dolor sigue escondido tendiéndote trampas para hacerte caer, hasta que un día te encuentras a ti misma al espejo y te exiges una explicación sobre tu cansancio y sobre tus arrugas.
Te recriminas el descuido y te consigues con una lágrima turista que resbala por tu mejilla… La secas, mientras te respondes: «eres capaz», solo para animarte y sigues adelante, porque al final de todo, tú eres maravillosa con tus heridas, esas que se reabrieron y que gracias a ellas, te fortaleciste. Porque aprendiste que eras capaz de mucho. Porque al final del día, sabes que todo depende de ti y de nadie más.
Inspirada en mi historia y dedicada a mis hijos, mi mejor proyecto de vida.