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Musulmanes, hindúes, cristianos y sikhs en Navidad

Por Devi Rodríguez.- ¿Parece increíble?

Me emociona al ver como personas de diferentes países, religiones, creencias, podemos respetarnos y hasta querernos. Más allá de la religión, de la cultura, de tus creencias existe algo más elevado y común a todos: ¡Somos humanos!

Depués de todo, sea cual sea el país de procedencia, como ser humano seguro querrás amar y que te amen. ¿Existe mayor propósito? Querrás, sin duda, crecer en un espacio en el que puedas desarrollarte tanto como te permitan tus creencias. Decidirás tomar una actitud ante la vida, decidirás cómo vivir.

Todos nosotros, vengamos de donde vengamos, nos enfrentamos diariamente a dificultades sociales, problemas personales y también nos enfrentamos a nosotros mismos, a atrevernos a ser nosotros mismos. La cultura y la religión pueden ser fuente de crecimiento para todos, pueden verse como un refugio, como una caricia desde lo  más profundo de nuestros orígenes, un descanso para nuestra debilidad y necesidad humana.

En cambio, la cultura y las religiones llevadas al extremo, podrían someternos a una vida sin LIBERTAD. Quizá no haga falta sentir qué quiero en mi vida porque sigo los patrones de vida que mis ancestros crearon para mi. Cuando sigo esta forma de vida me siento pertenecedor, me siento parte de un clan.  Y es en este punto en el que se reduce mi libertad. La religión llevada al extremo puede excluir a otros, a otras creencias, puede cegarnos sin ver la esencia de lo que realmente somos: humanos, simplemente humanos.

Pero no son en si misma la religión o la cultura las que actúan, es el propio ser humano en la búsqueda de si mismo quien hace un uso de ellas. Es el ser humano el que determina para qué son estas herramientas, si son para su crecimiento en sociedad o para cerrarse en un patrón sistemático.

Vivir respondiendo a lo que otros esperan de nosotros, a lo que la cultura quiere dibujar en nosotros a cambio de pertenecer a un clan que lleva siglos formando una estructura. El reto está escuchar el corazón mirar dentro de uno mismo y poder amar nuestro origen, tal y como es y a la vez amarnos a nosotros tanto que podamos hacer un balance. Amar a nuestro origen y a nuestro corazón.

Sin duda, una parte de tu corazón resuena con tu origen. Porque viniste de ahí, porque está en tu sangre y en tu vida. Tu lenguaje, tu forma de vida, las canciones de tu pueblo, los alimentos, los aromas… Todo forma parte de ti porque de alguna forma, todo se alinea, amándote, dándote cobijo y alimento e impulsándote hacia tu desarrollo. ¿Pero qué sucede si hay una parte de tu corazón que no resuena con el sistema en el que estás inmerso? ¿Y si desearas saltarte las normas, experimentar un nuevo vuelo?

De alguna forma, es tan profunda la lealtad a nuestro origen que a veces parece oculta. No la vemos, y tampoco vemos como podemos estar encadenados al dolor en una lealtad, o a no crecer.

Después de todo, siguiendo el latido de la vida, no hay religión ni cultura, ni ojos, ni voz, ni persona que pueda decirme lo que dicta mi corazón. Porque en mi corazón está lo infinito, en mi corazón está cada uno de los pasos. Toda la inteligencia del espacio está en el y en mi sangre navegando por todo mi cuerpo. Y es este amor que llevo dentro, el que puede mirar a tus ojos y ver todo el amor que tienes, sentir tu corazón infinito más allá de tus creencias, de tu origen, tu color, tu lengua.

¡Una humanidad basada en el amor es posible, porque amar es nuestro origen!

devi-rodriguezDevi Rodríguez

www.devirodriguez.com

 

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