Por Ignacio Asención.- No tenemos miedo a la muerte, tenemos miedo a estar desperdiciando nuestras vidas, a que nos llegue la hora y en ese entonces estar dándonos cuenta de todos los valiosos instantes que desperdiciamos por estar esperando una futura felicidad.
No tenemos miedo a la muerte, tenemos miedo de estar tirando a la basura nuestro potencial, nuestra capacidad de ser auténticos, nuestra capacidad de crear, nuestra capacidad para amar cada gota de tiempo más allá de cualquier dualidad emocional.
No tenemos miedo a la muerte, tenemos miedo a la desaparición física de nuestros seres queridos, a la posibilidad de que se vayan sin previo aviso y que no les hayamos demostrado nuestra inmensa gratitud por existir, que no les hayamos dicho cuánto los amábamos por miedo a la fragilidad, a la vulnerabilidad, a la vergüenza. Si por casualidad no estamos siendo felices, es porque no estamos desplegando toda nuestra capacidad de amar.
Así que… hagamos todo lo que haríamos como si realmente nos quedara poco tiempo de vida. La muerte nos recuerda nuestra urgencia de ser auténticos, de mostrarnos tal cual somos, de amarnos así, desnudos de apariencias. Porque la felicidad está ahí, en lo chiquito, en lo inesperado, en lo novedoso de este misterioso presente, en la capacidad de dejarse enseñar por la Vida. Lo sabemos. Sabemos que está en esa aceptación amorosa de todo lo que es.
¡Aprovechemos este momento, porque más allá del drama y la artificialidad con los que llenamos nuestra cotidianeidad, la vida es un bello y desconcertante milagro!
Ignacio Asención