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Nos apegamos a lo bueno y a lo malo

Por Francisco de Sales.- En mi opinión, somos incomprensibles en muchas facetas de nuestra personalidad y nuestra vida. No dejamos de sorprendernos y asombrarnos con nuestras propias acciones o pensamientos; hacemos cosas que juramos que nunca íbamos a hacer y nos olvidamos con tremenda facilidad de aquello que prometimos que sería inolvidable.

Nos descubrimos a menudo en aspectos insospechados, en actuaciones con las que no estamos de acuerdo, con ideas que no nos parecen propias, afirmando cosas que dijimos que nunca nos atreveríamos a afirmar.

Una de las cosas que deberían sorprendernos siempre, y no siempre lo hace, es cuando nos quedamos estancados en situaciones que son adversas y contraproducentes, que atentan contra nosotros mismos, contra nuestra dignidad y nuestra estabilidad emocional o psicológica.

Parece lógico y hasta normal que uno se apegue a las cosas buenas, a lo placentero. En cambio, se nos debería hacer muy extraño instalar eso que se denomina nuestra “zona de confort” en un sitio que es insano y autoagresivo. Llegamos a instalar nuestra zona de confort en un sitio que no es nada confortable.

Nos quedamos apegados a esos estados o situaciones de los que conscientemente queremos escapar pero a los que nos sentimos –sin saber porqué- irremediablemente atados, o de los que ni siquiera contemplamos la opción de la huída, y en los cuales parece que –en el fondo- nos gusta estar.

Algunas personas se quedan encadenadas a una relación tóxica o de dependencia, o a la suma de las dos, y aunque son conscientes de que son perjudiciales encuentran excusas o justificaciones –mentiras en realidad- para mantenerse apegadas a esa relación diabólica. Un mal apego.

Nos pasa igual con las costumbres insanas, o con los vicios, que a pesar de ser conscientes de lo perjudicial que nos resultan, a pesar de escucharnos decir mil veces que nos incomodan y no queremos repetir, y a pesar de saber que hasta nos deterioran, encontramos razones irrazonables para persistir obstinados a pesar de los perjuicios que nos causan.

Nos apegamos también a lo malo, sin duda.

Es increíble, es ilógico, es absurdo, es tremendo… pero lo hacemos.

Todos los sabios y eruditos están de acuerdo y se empeñan en hacérnoslo ver, pero les desoímos: el apego es el mayor motivo de sufrimiento de la persona.

“El apego es una perturbación mental que debe ser evitada y finalmente eliminada”.

“La causa fundamental de la infelicidad en que vive la gente es la tendencia a desarrollar apegos de la más variada índole”.

“El apego es lo opuesto al amor”.

Los apegos nos roban la independencia y la libertad, nos despojan de una parte valiosa de nuestra personalidad, y nos hacen vasallos subordinados de la dictadura férrea a la que permitimos que nos sometan. Acabamos convirtiéndonos en sus víctimas o sus esclavos.

La “culpabilidad” de la dependencia que uno mantenga con los apegos no es asunto de los apegos, sino de uno mismo que permite que sea así. El objeto o situación del apego no son quienes nos encadenan, somos nosotros mismos quienes nos ponemos los grilletes.

Esto es algo demoledor que, si lo aceptásemos y comprendiésemos bien, sin darle vueltas ni buscarles peros, nos liberaría inmediatamente de cualquiera de los apegos: No tenemos apegos, ELLOS NOS TIENEN A NOSOTROS. Ante ellos dejamos de ser nosotros mismos.

No hay que darle más vueltas al asunto ni buscar más explicaciones: esto es así y mientras más claridad aportemos al asunto, antes y mejor lo veremos y resolveremos. Sólo hace falta colaboración por nuestra parte, así que…

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales

 

 

 

 

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