Por Aroma a Mora.- Estoy desempleada mientras escribo esto, así que, tal vez este mensaje no sea lo que esperabas, podrías incluso dejar la lectura por aquí, y en ese caso, muchas gracias por estos segundos que compartimos. Sin embargo, si algo dentro de ti resuena y continúas leyendo, déjame retribuirte con la más absoluta franqueza: no soy una iluminada, conozco muy bien la ansiedad y la incertidumbre, muchas veces –más de las que me gustaría– siento miedo al hacer un pago y comprobar que la cuenta bancaria ha disminuido, experimento frustración cuando se me dificulta comprar algo que deseo, o “ayudar” a otras personas, la lista podría extenderse, pero no quiero aburrirte.
Mejor, déjame que te pregunte: ¿cómo está tu relación con la abundancia?, y en caso de que no esté en su mejor momento, ¿cuáles son tus creencias y emociones en torno a la carencia?, quizás hayas notado que cuando entramos en piloto automático tendemos a la negación y el victimismo, por eso, para tramitar más fácilmente este tipo de experiencias limitantes, te invito a que las reconozcamos por lo que son, aceptemos sus enseñanzas, e intentemos trascender los juicios duales, es decir, en vez de anhelar la prosperidad y repeler la escasez, se trata de que las veamos como los dos polos de un mismo aprendizaje: nuestra responsabilidad y poder de co-creación en la Tierra.
Esa toma de consciencia requiere una práctica diaria, observando cada momento en que nos dejamos llevar por el parloteo de nuestras mentes, y tal vez no sean pocos, después de todo, al experimentar carencia se activan nuestros miedos más primarios, podemos incluso entrar en modo supervivencia, un estado muy parecido al que siente un animal herido que, en medio del pánico por sentir que su vida peligra, se resiste a recibir atención veterinaria, gastando energía preciosa y entorpeciendo su proceso de sanación; para rebasar ese límite –impuesto por el instinto y el condicionamiento cultural– hemos de tener la valentía de mirarnos al espejo, reconocer nuestras fortalezas y debilidades, y abrirnos a los cambios que la Vida nos proponga.
Desde esa perspectiva, quisiera que observáramos más de cerca las siguientes ideas y actitudes, que fueron originadas desde una frecuencia polarizada y, por tanto, nos limitan en la expresión de nuestro ser.
- La primera creencia es equiparar abundancia y cantidad de dinero acumulado, lo que puede inducirnos a la conclusión de que ser una persona próspera es sinónimo de ser materialista, una condición considerada pecaminosa, en especial en sociedades con una herencia fuerte del catolicismo, como las hispánicas en general, y las latinoamericanas en particular; esta es quizás la más básica de las ideas limitantes y dualistas, afortunadamente, con el despertar colectivo de la consciencia, ha ido rebatiéndose.
- La segunda creencia es que la abundancia es un proceso externo, un conjunto de riquezas que debemos buscar afuera, y esto también surge de una visión polarizada de la vida, que ha olvidado la continuidad entre nuestro mundo interior y la realidad que proyectamos; al guiarnos por una filosofía más integradora, nos enfocamos en nuestro poder de creación, confiando en las propias capacidades y el proceso personal, por eso adoptamos la meditación, el yoga, la danza consciente, entre otras prácticas que nos ayuden a encontrar nuestro centro y enraizarnos.
- La contraparte de la creencia anterior es poner un énfasis desmedido en la actividad, pensar que, si no estoy generando ingresos, no puedo quedarme quieta; sin embargo, en momentos de desequilibrio, como el de la carencia, es cuando más nos conviene sosegarnos, para entrar en sintonía con el instante presente y el mensaje que nos trae. Claro está que no se trata de una invitación a la parálisis, sino de encontrar el balance entre acción, reflexión y diversión, dedicándonos tiempo para parar, cuidar de nuestro cuerpo, mente y espíritu, consentir a nuestras niñas y niños interiores, etc.
- Cuando no nos permitimos esos espacios de reflexión, autoobservación y autocuidado, continuamos reproduciendo la creencia de que debo trabajar en lo que sea, que no debe confundirse con flexibilidad y resiliencia, pues, mientras la primera responde al miedo a la escasez, las segundas nacen de un estado expansivo, de la creatividad pura y las ganas de vivir. Merecemos usar nuestro poder de creación en aquellas actividades que nos llenan de felicidad y para lograrlo es conveniente hacer un balance de nuestros sueños, fortalezas y debilidades, poner en orden nuestro interior, simplificar nuestras vidas y priorizar los objetivos que vamos a acometer en el corto plazo.
Este cuarto punto es uno de los más complejos de la lista, pues en esta sociedad no todos tenemos las mismas facilidades, a veces hay que partir de realidades apremiantes, pero, para trascenderlas más fácilmente, es preferible no caer en la frecuencia del juicio (que puede ser muy desalentadora, sobre todo cuando estamos comenzando nuestro viaje de autoconocimiento). Si este es tu caso, tal vez sientas que realmente no puedes darte el lujo de elegir en qué trabajar, mi consejo sería entonces que no permitas que esta situación drene tu energía, también tú mereces ser abundante (de hecho, ¡ya lo eres!, así ahora no te lo parezca), y si sigues invirtiendo en ti (tus capacidades, el cuidado de tu cuerpo y tu paz interior), es cuestión de tiempo antes de que tu realidad se transforme; cuando sientas que estás flaqueando, recuerda que en esta vida “todo es pasajero”.
Continuando con nuestro recuento,
- La quinta creencia también es consecuencia de no saber quiénes somos, y nos lleva a identificarnos con lo que hacemos y lo que tenemos, pudiendo concluir que desempleo y escasez son sinónimos de fracaso, pero, ¿qué significa fracasar?, ¿cuál es el punto de referencia?, ¿debería siquiera existir un punto de referencia? Aquí, el llamado es a ver en qué aspectos de nuestras vidas nos estamos dejando arrastrar por el ego, y en cuáles nos guía el corazón, en el primer caso, lo que buscamos es satisfacer deseos de estatus, es decir, aquellos que sostienen una ilusión de superioridad (bienes lujosos, credenciales, actividades y círculos exclusivos, etc.), mientras que, en el segundo, la comparación y la competencia se transforman en la alegría de ser y cooperar.
- El principal propósito de nuestras vidas es recordar quiénes somos –así no seamos conscientes de ello–, por eso, hasta que no integremos ese propósito estaremos en una búsqueda interminable en el exterior, sea de riqueza, conocimiento, aventura, fama, etc., es lo que llamo: un ciclo infinito de insatisfacción. Si volvemos la mirada al interior, entendemos que al poner la atención en lo que creemos que nos falta caemos en una trampa, por eso optamos por agradecer nuestro presente: nuestros dones y talentos, la presencia de nuestros seres queridos y las oportunidades que nos brinda cada día.
- En concordancia con lo anterior, para cultivar la gratitud en nuestras vidas, debemos revisar la idea de que riqueza es lo que se puede comprar con dinero, ojo, con ello no estamos cuestionando al dinero –que es un facilitador en nuestro proceso de materialización e intercambio con otras personas–, sino la manera en que hemos trivializado los pequeños grandes milagros que la Vida nos regala a cada segundo: el cuerpo que nos constituye, el aire que respiramos, la enigmática belleza de nuestra experiencia como seres humanos. La naturaleza –de la cual hacemos parte– es nuestra mayor maestra y fuente de inspiración, así que, al hacernos conscientes cuando tomamos nuestros alimentos, bebemos agua, cuidamos de las plantas, jugamos con nuestras mascotas, o vemos un bello paisaje, podemos percibir cuan abundantes somos siempre.
- La última idea que quisiera considerar es que la abundancia es el flujo de lo que recibo, una vez más, olvidando la naturaleza circular e integrativa de la Vida, donde dar y recibir son las dos caras de la misma moneda, de esa manera, en vez de preocuparnos o victimizarnos si nuestros ingresos económicos son insuficientes, cuestionémonos qué es lo que hay en nosotros y no estamos ofreciendo al mundo, puede tratarse de nuestras habilidades, creatividad, carisma, sensibilidad, o por lo menos de nuestro tiempo; paradójicamente, cuando enfatizamos en el recibir cortamos ese flujo, y cuando damos con generosidad abrimos nuevos e inesperados canales para hacerlo.
Este último punto es el que está siendo más desafiante para mí, entre otras cosas, porque toda mi vida he trabajado como empleada, y, aunque me ha costado aceptarlo, la invitación que parece estarme haciendo el presente es a salir de esa zona de confort, creando nuevas formas de generar dinero, de ofrecerle al mundo mi energía y lo que soy.
Si llegaste hasta este punto de la lectura agradezco tu apertura y disposición, espero que alguno de estos mensajes haya hecho click en tu interior y que te ayude a profundizar en tus propios entendimientos y experiencias. No está de más resaltar que estas palabras no emanaron de mí, lo único que hice fue recopilarlas y compartírtelas, dirigiendo mi atención hacia esa fuerza amorosa, misteriosa y sabia –que nos creó a ti y a mí–, con la plena certeza de que ella está siempre susurrándonos estas guías, con sutileza y mucho sentido del humor. También tú estás en contacto con ella, basta con que entres en el silencio con humildad y entereza para que la puedas oír.