Por Iliana Tarinda Flores.- Ojalá no hubiera puesto mi mirada en Un Curso de Milagros y recorrer este camino aún ciega, aún dormida. Empiezo una nueva relación amorosa y veo cómo todo lo estudiado se me olvida y sin embargo, me doy cuenta que ya no sé reaccionar como antes, que ya no voy tras el conflicto y me da miedo porque pienso que entonces ya nadie me va a querer. Antes pensaba que no valía nada y era la base de todo conflicto, ahora, sabiendo que pertenezco al Universo y que ahí no hay escalones ni diferencias me encuentro en un lugar emocional extraño.
Me veo repitiendo el patrón de conflicto en la relación amorosa, la cosa es que ahora ya lo veo y en vez de seguir el mismo camino de pensamiento, ya me detengo, ya reconozco mi adicción química a ello y cambio la dirección y es bueno porque entro en tranquilidad, por segundos o minutos, el caso es ir cambiando de pensamiento momento a momento.
A veces, por querer ser querida por el otro o por seguir las reacciones que están establecidas por la sociedad me dan ganas de ir hacia atrás, de culpar a mi pareja, a mis papás o a quien más cerca se encuentre de mi para sentirme aceptada. Quisiera, al sentirme abandonada, enojarme, desquitarme, gritar de dolor, pero ya no, no es el camino y sé que la verdad, la realidad de mi existir es mucho más allá de estas emociones, a las que ya no huyo, a las que he olido, paladeado en mi cerebro, a las que tanto creía verdaderas y pues no, el tocar por momentos la paz de saberme unida a un todo me hace seguir adelante.
No sé cuánto duren mis experiencias amorosas. Ahora, la cantidad de días al lado de alguien no es lo importante, lo que me interesa es reconocer la lección de vida que viene a enseñarme. Hacerme responsable de haber decidido empezar, mantener y terminar dicha experiencia, y sobretodo recordar y aplicar que soy yo, siempre yo la que decidió vivirla.