“¿Por qué soy tan sensible?” es una pregunta que muchas personas se hacen a lo largo de su vida.
Anteriormente, la sensibilidad se relacionaba directamente con la debilidad o el fracaso, pero nada tienen que ver la una con las otras. Tras recientes estudios, alrededor de un 20% de las personas son PAS (Personas Altamente Sensibles) y, a diferencia de lo que algunos creen, esta realidad no es exclusiva del género femenino.
Las razones por las que esto puede suceder son las siguientes:
– Las personas PAS presentan una cierta variación neurogenética. Concretamente, generan una mayor cantidad de norepinefrina (químico similar a la adrenalina), facilitando la viveza perceptiva y la sensibilidad emocional.
– Es posible que tras esta manifestación haya un trauma (maltrato o abusos, pérdida de un ser querido…). Esa herida psicológica abre la puerta a un modo de procesar la realidad mucho más sensible y de mayor intensidad.
Quienes tienen esta particularidad se sienten extraños, diferentes e incluso desplazados. Perciben lo que sucede de una forma mucho más consciente y sus vidas oscilan en una especie de noria emocional.
Por eso, científicos, doctores, biólogos y psicólogos consideran importante trabajar la inteligencia emocional desde la infancia. Aseguran que, si aprendemos a gestionar la alta sensibilidad, se convierte en un don y no en una carga. Las personas PAS disponen de esa mirada poderosa que todo lo ve y todo lo intuye, siendo capaces de mejorar su realidad y la de los demás.