
Volvemos hoy al concepto de fraternidad a partir de la chispa divina, que yace en nuestro interior, esperando ser encendida.
Por eso decimos que el ser humano está hecho a imagen y semejanza.
La esperanza para la humanidad es que millones de chispas se aviven en este tiempo.
Que millones de chispas encendidas sean manifestación de un nivel de consciencia más elevado y por ello más inclusivo.
El mundo vive convulso, como queriendo dar la razón a los que defienden que el ser humano es sólo una combinación de moléculas.
Pero cada uno de nosotros tiene un hogar interior que debe iluminar cuanto antes en beneficio de la humanidad.
Esa es la tarea.
«Cómo son los seres, aquí y ahora, no es algo que interese demasiado a un Maestro espiritual. Lo que él se esfuerza en ver, son las divinidades en las que estos seres se convertirán un día. Cada vez que se encuentra con ellos, piensa en esta chispa divina, escondida en ellos, y que espera el momento en el que, por fin, tenga las condiciones para manifestarse. Ésta es la más elevada expresión del amor: saber conectarse con la chispa divina presente en cada criatura, para alimentarla y reforzarla.