Cuando encarnamos en la materia, los seres humanos olvidamos de dónde venimos.
Poco a poco el mundo mágico del niño, que todavía tiene conexión con la región del espíritu, va quedando olvidado y sellado.
La educación humana incide con mayor fuerza en ese olvido y el ser humano se adapta como puede a un mundo de escasez y dolor.