
Nos habla hoy Aïvanhov de la voz del silencio.
El ruido de la personalidad es muy intenso, y abarca el mundo externo y el interno.
Cuando hacemos el silencio, creamos un espacio para que hable el alma.
El discurso del alma es muy distinto al de la personalidad.
(La personalidad, consciente o inconscientemente, busca el poder, la fama, el dinero, la satisfacción de los deseos. Es ruidosa, acaparadora, pendenciera, tosca).
El alma quiere expresar la naturaleza última del ser, que tiene un componente divino. El alma quiere aflorar amor y verdad.
El silencio es pues el inicio del amor y de la verdad.
La voz está bien dentro.
«Sólo aquél que, gracias al conocimiento de las verdades espirituales, ha sabido poner orden en sí mismo, realiza el verdadero silencio. Y en este silencio la voz de su naturaleza divina se hace oír. Toda una tradición mística nos habla de la «voz del silencio