
Se nos ha dicho que somos hijos de Dios y que por lo tanto tenemos una filiación divina.
Pero también se nos ha puesto a Jesús como una figura inalcanzable, singular.
El pensamiento de hoy distingue con gran precisión entre Jesús –persona histórica– y Cristo, un principio y energía cósmicos.
Es el Cristo que habita en Jesús, y el que algún día en la larga evolución podrá habita en nosotros.
Cuando el cristo se instala llega la iluminación. Jesús la encarnó
Esta distinción entre persona y principio es capital. Nos abre las puertas a otra dimensión, a otras posibilidades.
Ser conscientes de la filiación divina es también serlo de la unidad que existe detrás de todo lo que se manifiesta.
Es también una llamada a la responsabilidad, a la dignidad y a la Vida.
«Cuando Jesús decía: «Mi Padre y yo somos uno