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Política: Una herramienta para el crecimiento personal

Por Camilla Christina Dopierala.- Es una fina línea la que separa el amor del odio. Y también es una fina línea la que divide los efectos negativos de la política de los positivos.

Hoy día es bastante complejo mantenerse al margen de las discusiones políticas.

La política invade nuestros espacios de ocio y entretenimiento formando parte de guiones de cine, series y letras de canciones. Invade nuestro espacio social, creando división y conflicto entre familiares, amigos y compañeros de trabajo.

Incluso niños y niñas con demasiados pocos años de vida se hacen eco de nombres de partidos y figuras políticas sin siquiera conocer el significado de sus palabras.

La política está en boca de absolutamente todo el mundo. Y con más o menos acierto, con más o menos rigor o ignorancia, no hay persona que se abstenga a opinar y formar parte de este debate colectivo que se discute masivamente y exento escrúpulos en redes sociales y de una manera más discreta en la vida ‘offline’ de la gente.

El siglo XXI es un siglo que viene fuertemente marcado por los avances tecnológicos y la globalización, y esto ha dado lugar a un ámbito político transformado. La política ya no es antigua, robusta, compleja y cosa de unos pocos. Ahora la política es líquida. Se ha reforzado gracias al súper-poder del agua y como un va río abriéndose paso a los distintos espacios de nuestras vidas. Ningún obstáculo que se interponga en su camino va a detener su flujo. La política del siglo actual se hace un hueco a lo más profundo de nuestro ser, accediendo a nuestras ideas, pensamientos, preocupaciones y miedos a través de las grietas que son los medios de comunicación masivos, las redes sociales y un sinfín de anuncios publicitarios que impactan sobre nosotros en una amplia variedad de formatos, 24 horas al día, 7 días a la semana.

Podríamos pensar que no hay nada más importante en la vida que la política o podríamos pensar que ahora la política lo es todo en la vida. Desde luego que los titulares de prensa cansan, los comentarios de lectores hieren y las acciones de los partidos asustan.

Por todo ello, podemos afirmar sin duda, que ahora la política es de todos. Y esto también significa que la política ya no es exclusivamente una herramienta para poner e imponer orden y normativas. Ahora la política la podemos practicar de manera colectiva. Es decir, la ciudadanía también es líquida. La democratización de los espacios de debate y de comunicación permite a la política acceder a nosotros con más facilidad, pero también nos permite al resto de mortales acceder a ella con más facilidad. Ahora podemos anunciar nuestras preocupaciones y reclamar y exigir nuestros derechos y nuestras necesidades comunitarias a quienes nosotros mismos hemos cedido el poder. Incluso tenemos la oportunidad de formar parte de dicho poder.

Todos estos cambios que describo ya se han implementado en muchos países, se están implementando en otros y se implementarán poco a poco en el resto. El cambio toma tiempo y sobre todo requiere de un período de adaptación. España es un buen ejemplo de ello. Hace tan sólo unas décadas la libertad de expresión y acción era una utopía. No había ni rastro ni precedente de las marchas, manifestaciones y huelgas que observamos hoy día en nuestro moderno país en pro de proyectos medioambientales, de igualdad de género, de igualdad de condición, de igualdad social… Lo que hace unas décadas estaba rotundamente prohibido ahora está en el punto de mira y tiene la fuerza para generar un cambio para mejor. Si entendemos la política como una herramienta pensada para tratar los problemas de las sociedades humanas, podemos inclinar la balanza hacia lo positivo y entender que la política contribuye enormemente a nuestro crecimiento personal.

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