Por Severiano Retamosa Sánchez.- Deseo abrir una reflexión sobre el concepto y energía más poderosa que existe: el Amor; tristemente el sentimiento más adulterado e incomprendido que condiciona la vida del Hombre, pues de una manera u otra, todos hemos contribuido en menospreciar lo que realmente significa el AMOR.
Este concepto contiene la más excelsa grandeza, energía y poder que podamos imaginar, y las personas desde una estúpida ignorancia lo hemos prostituido y adecuado a los que a las sociedades y los Hombres más le apeteció acomodarlo. Puede parecer baladí, a la común miopía que padecemos, poner el acento en esto, más sopesarlo tiene su importancia y su razón de ser. Esta desamortización de valores que se da, es uno de los graves errores que manejados que obedecen y sirven a la demolición de principio y valores humanos en que se debía asentar todo orden. Tal como ocurre en el Amor acontece con la Justicia o el Perdón.
Del perdón no voy a hacer comentario ahora, pues lo abordo con frecuencia. Más si quiero tocar la Justicia, aunque someramente, pues este artículo no va sobre tal cosa, cuestionando el manejo y deterioro del concepto: Justicia. La justicia se pone en juego mediante las leyes que permitirán ejercer el acto de juzgar y sentenciar el obrar del Hombre y su vida. Esta columna, soporte básico de la sociedad, es distinta según el sistema regente, a los gobiernos instalados, a las creencias religiosas, al tipo de política asentada, al estatus social al que sirve o que se ponga en juego; basta ver la justicia que se aplicada al desgraciado que delinque o al poderoso que la quebranta. La Justicia, al igual que la Verdad, la Paz o el Amor son concepto de tan elevado orden y jerarquía que debiendo ser universales y comunes para todos son desnaturalizadas y ejercidos desde la falaz atalaya que impregna la vida en la Tierra.
Voy a permitirme exponer lo que es el Amor por boca y palabras de uno de los más insignes científicos y sabio que haya dado la Humanidad, al dejar su legado de vida a su hija. Este hombre no es otro de Albert Einstein hablando sobre el Amor (recorto algunas de ellas):
… es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser que en él habita, el amor es la única y la última respuesta.
… cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada. // El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. // El Amor es Dios, y Dios es Amor.
Esta fuerza lo explica todo y da sentido con mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.
Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.
Tras las palabras de tan magno hombre poco cabe decir, sólo añado de mi humilde y pobre cosecha, antes de reflexionar sobre el engañoso concepto del Amor, que es el sentimiento más bello y perfecto que da principio y sentido a los valores mejores y más dignos que puede albergar el ser humano.
Ya como concepto mismo encontramos la primera disfunción a dilucidar: La palabra “Amor”, que la hacemos ambivalente y sinónimo de “Querer”. Así, sin la más mínima duda, decimos “te quiero o te amo” cuan si fuese lo mismo. La etimología del “querer” es bien explícita y clara en su significado de pedir, desear o apetecer; todo ello relativo a mí y lo que busco para mí. Decir o sentir ese “te quiero” o expresar y sentir el “te amo” no es lo mismo. Esa emoción inicial sentida por alguien, que se convertirá paulatinamente en sentimiento, hacia ese otro ser guarda una notoria diferencia, querer a alguien o amarle no es lo mismo, la diferencia estriba en que uno es petición y deseo, y el otro es disposición y entrega, uno clama por recibir y la otra se afana en dar. El hecho de la tergiversación misma, de forma subconsciente está manifestando algo importante. El querer implica posesión o el deseo de obtener y hacer algo nuestro, y también apego.
También ese deseo de querer implica rellenar o cumplimentar un vacío existente. Esta es una manera en que muchos definen el amor, como el medio de encontrar esa otra mitad, o a su media naranja, que complemente su ser o su vida. Tras el aforismo de la media naranja complementaria, sucedáneo del amor auténtico, nos sentimos tan limitados y carentes de amar que buscamos fuera lo que no encontramos dentro. Y no lo encontramos porque no creemos pueda existir en nuestro interior. Este sentido de estar o sentirse incompleto, por otra parte, contiene dos aspectos a tener en cuenta: uno biológico y el otro con unas connotaciones importantes que no se deben obviar.
Dejando a un lado el innato espíritu de unicidad del Hombre, cada uno de nosotros, dentro de su género, tenemos la potencialidad de ser íntegro y completo, con independencia de lo biológico. En la estructura orgánica del cuerpo humano disponemos en el cerebro de dos hemisferios, el derecho y el izquierdo, y se da la circunstancia y hecho cierto, que cada uno de los géneros humanos, el hombre y la mujer ha desarrollado y fomentado las propiedades propias de cada uno de los hemisferios, distintas para el hombre de las de la mujer.
Así el modelo social y cultural ha hecho que en el hombre se potencie el hemisferio izquierdo y en la mujer el derecho, con lo que cada género está carente de lo que posee el otro. No voy a extenderme mucho en lo que esto implica, pues lo hice ya en otro artículo, más si, con ello, dejo constancia de que ese sentirse incompletos, esta falta de desarrollo y armonía, entre ambos hemisferio tiene mucho que ver con esto.
El otro aspecto, el biológico, es algo consustancial a vida física de Hombre, al igual que de cualquier otra especie viva en el mundo material. Para perpetuar la especie es preciso de esa conexión biológica. Esta conexión física y sexual entre hombre y mujer encierra tanta riqueza en sí misma que es digna de una reflexión más profunda (la sexualidad) que deberemos tratar en otro trabajo. Y ni quito ni pongo en cómo se relaciona el sexo y el amor, pues al final todos es Amor.
Siguiendo con otra faceta de lo que llamamos Amor, cabe destacar el enamoramiento, aplicado a la relación de pareja. El enamoramiento no deja de ser sino una etapa transitoria de menor o mayor duración que gravita enormemente en el anhelo vehemente de comunicación y unión en lo físico y carnal de la pareja que enajena y domina a quienes lo siente. El apasionamiento mismo que enmarca todo esta etapa y experiencia de la vida es la mejor muestra de esta atracción biológica innata e instintiva de Hombre. Estas fases de pasión, atrayentes y dolorosas a la vez, que nos hacen sentir vivos, y que puede ser deseables de prolongar y mantener en el tiempo, pero que al igual que el concepto de “querer” no se debería confundir con el “amar”, y con lo que es auténticamente el Amor.
Las relaciones humanas fundadas bajo el erróneo concepto del Amor traen las consecuencias de dependencias, posesividad, dominio y control del uno sobre el otro y viceversa, también fuertes y dolorosos apegos. Estos principios que decimos ser amor no propicia una relación armoniosa basada en individuos libres y realizados que se entregan el uno al otro. La trampa que encierra el querer equiparado al Amar no parte de sentir la emoción superior del dar y entregar, generadora felicidad al alma, sino el patrón del ego en recibir.
El Amor es la energía mayor, es el motor que mantiene la vida y que mueve el mundo. Tiene, de hecho, connotaciones especiales en la pareja, en la que dos personas, impulsadas por la atracción biológica de la sexualidad, y que sin carencias de media naranja, están circunscritas por conexión subconsciente que se tejieron misteriosamente por una conciencia de orden superior, propia o común, que los vinculó entre sí en un proyecto común para desarrollar y experimentar la presencia física en el mundo denso de la materia.
El Amor todo, de pareja y no pareja, encuentra su expresión máxima y su poder mayor en la capacidad de entrega, entrega incondicional abierta a todos y al todo, en el dar y darse a los demás. Aceptando incluso que en esa entrega se puede ganar o se puede perder sin mayor dificultad, pues el amor cierto no conlleva apegos, ni tampoco sentimientos equívocos de sacrificios que enmascaren culpas redentoras de nada ni de nadie. Es la máxima entrega con aceptación de lo que deba ser, sin opción de ganancias ni méritos que complazcan.
Podemos intentar abstraernos de esta verdad y no implicarnos. Más en el fondo no podemos ignorarlo, como poder negar lo que es Amor después de ver como manifestaron ese Amor tantos maestros en la historia y en la vida cotidiana, como explicar al Cristo, a Gandhi, a la madre Teresa y a tantos y tantos que se entregaron a los demás incondicionalmente por amor al prójimo, desde la serenidad y la paz interna de estar en un estadio superior de Ser.
Ese Amor, en potencia, está latente también en nosotros, más está inhibido por emociones y sentimientos ocultos en el cuarto oscuro de la trastienda, custodiado por el ladino personaje al que entregamos el poder, el ego, y sostenido por los mecanismos que socialmente aceptamos y proyectamos como el que hoy sopesamos del Amor.