Por Francisco de Sales.- En mi opinión, esta es una de esas preguntas que nunca nos hacemos con naturalidad, con interés amable, sino que parte siempre de una situación desagradable de auto-decepción.
Y no se hace del modo amable, en el que se aprecia una voluntad de autoconocimiento que pueda llevar después a una situación de bienestar con uno mismo, sino que parte desde la rabia de un reproche tras haber llegado a una situación en la que uno se siente decepcionado consigo mismo, porque se da cuenta de que alguna o algunas de sus propias actitudes no son de su agrado, o se da cuenta de que no está siendo como realmente quisiera ser, o se siente muy incómodo y enojado consigo mismo por lo que no ha logrado en la vida…
Insisto en que son situaciones de rabia y desencanto las que llevan a cuestionarse este asunto, y se hace de un modo que en vez de preguntar acusa, y se parte por tanto de una situación tensa y enfurecida donde la objetividad y el amor propio no están presentes.
Se van a presentar como preámbulo todas las situaciones que hemos vivido a lo largo de nuestra vida de las que no nos sentimos precisamente orgullosos, y son muchas.
Todos –sí, todos- tenemos muchas cosas de las que arrepentirnos.
Todos –sí, todos- hemos hecho cosas de las que no nos sentimos satisfechos.
Todos –sí, todos- nos hemos equivocado, y todos hemos tomado decisiones que después demostraron no ser las más adecuadas.
Todos –sí, todos- tenemos manchones en nuestro historial y acumulamos auto-decepciones, auto-desengaños, momentos de tristeza por algo que hemos hecho o no hemos hecho, y tenemos lo que pudiéramos llamar “fracasos”.
La verdad es que no siempre somos responsables directos de todo ello, ya que a veces esos estados de opinión personal se han formado porque no había una clara directriz en nuestra vida y nos habíamos hecho unas ilusiones que nos quedaban muy lejos –casi imposibles- y porque no se habían diseñado teniendo en cuenta las propias capacidades, las limitaciones personales, y las circunstancias en las que uno ha estado en su pasado y está en su presente.
En cambio, esta misma pregunta hecha desde el amor y el mejor de los deseos para uno mismo es enriquecedora.
A veces se nos olvida que somos responsables directos de nuestro futuro, y que nuestra misión es crearlo y no limitarlos a padecer “lo que venga”. Y más cuando resulta que ese “lo que venga” lo podemos y lo debemos crear nosotros mismos.
¿Qué es lo que espero de mí?
Esta es una de esas preguntas personales e intransferibles, cuya respuesta no se puede copiar de otras personas.
Hay que tener claro antes de plantearla seriamente que aquí no valen como respuesta las fantasías, las utopías, o lo imposible, y esto ha de ser un principio irrenunciable.
Está bien tener un deseo que vaya un poquito –sólo un poquito- más allá de lo que uno pudiera alcanzar, porque eso sería un estímulo para esforzarse un poco más, pero entonces conviene también tener muy claro –pero que muy claro- que el hecho de no lograr alcanzar ese poquito más no ha de convertirse en ningún caso en un motivo de frustración ni en el comienzo de una depresión o una sarta hiriente de auto-reproches.
Recomiendo hacerse esta pregunta –como hay que hacer con todas- en momentos de serenidad, porque sólo la ecuanimidad que la serenidad aporta puede dar respuestas que sean constructivas. Recomiendo expresamente no hacerla en momentos de enojo o tristeza porque las respuestas serán pesimistas o no aparecerán, y no hacerlo en momentos de euforia porque las respuestas aparecerán cargadas de irrealidad.
Y recomiendo que en cuanto aparezca una respuesta que nos parezca convincente nos pongamos a la tarea de hacerla realidad.
Y si uno descubre que, por ejemplo, quisiera ser menos impulsivo, entonces le conviene ponerse a hacer lo necesario para conseguirlo, y a partir de ahí se abre un abanico de posibles soluciones, desde ponerse a contar hasta cien y mientras recordarse el objetivo de querer ser menos impulsivo, hasta iniciar un Proceso de Autoconocimiento y Desarrollo Personal, o acudir a un psicólogo que le ayude a descubrir el origen de esa impulsividad agresiva y a eliminarla, o estar atento a sí mismo y darse cuenta en cuanto se manifieste la impulsividad para manejarla bien, o hacer yoga o meditación, etc.
Averiguar lo que esperas de ti, o lo que quieres para ti, y conseguirlo, logrará que mejore tu Autoestima y que te sientas muy satisfecho de ti mismo, muy digno, y que se implante en ti un halo de paz que manifieste tu nuevo estado.
Este es un asunto al que conviene dedicarle atención y preponderancia y no aplazarlo más.
Tú decides.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
“Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio)