Por Andrea.- Quiero escribir este apartado con toda la sencillez posible para que todos podamos entenderlo. A pesar de las personas que hayáis tenido un menor contacto o incluso ningún planteamiento sobre este tema, es algo verdaderamente sencillo de explicar y concebir, y es el pensamiento puramente humano el que a veces nos hace querer ver las cosas con mayor complejidad.
Primero de todo recordemos que todo es energía, todo. Incluso aquellas cosas que observamos inanimadas en el aspecto físico, si las mirásemos profundamente podríamos observar todo un mundo en movimiento. Nosotros, por tanto, lo somos también, y al igual que cualquier objeto puede cambiar de forma o lugar si lo sometemos a determinadas condiciones, ocurre también así con nuestro cuerpo y con nuestra vida.
Cuando dejamos el cuerpo físico nuestra consciencia no sufre en ningún momento ningún estado que pueda parecerse a la muerte, a no ser más. Sino que sigue, para que me entendáis, mirando con los mismos ojos con los que miraba durante su vida terrenal, sigue escuchando con los mismos oídos, sigue manteniendo su mente. Lo que cambia es la energía, la forma y la comprensión del todo que somos. Hay una sensación maravillosa de unidad.
Recuerdo a una señora que tenía mucho miedo a morir, a dejar esta vida. Ella decía constantemente -¿y si después no hay nada? ¿qué va a pasar?- Bueno, realmente, si después no hay nada tampoco tendrías nada de lo que preocuparte porque no puedes sentir no ser nada, con lo cuál lo tendrías ningún problema. Y si estuvieses sintiendo que no eres nada, despierta cuanto antes y date cuenta de que estás sintiéndolo así. Si lo sientes en ti, es imposible que no seas nada, ya que está existiendo tu consciencia.
La verdad es que quedó mucho más tranquila y aunque por dentro seguía conservando cierto temor, tuvo que repetirse esta conversación durante mucho tiempo para al fin comprender que efectivamente, estaba en lo cierto. No tenemos miedo a la nada, sino a sentirla. ¿Pero cómo vamos a no ser nada si podemos percibir? Nadie puede ser lo que no es, ni ahora ni después.
Nuestras creencias también nos marcan durante la vida y no solo estarán ahí de forma individual para nosotros, sino que marcan también la forma en la que vivimos este proceso con otras personas (familiares, amigos, allegados…). Por esa razón, obtener una comprensión de lo que ocurre cuando pasamos a formar parte de la vida que sigue es cuanto menos tranquilizador, aunque como esta señora, es posible que tengamos que repetírnoslo unas cuantas veces para que pase a formar parte de nuestra realidad. Pues es completamente real.
En primer lugar, como he dicho antes, nadie tiene ninguna sensación que no sea la de estar vivo. Según acontezca la muerte del ser que se va de este mundo es posible que se percate de ello antes o después, pero todos, todos se percatan en un momento dado. Quien se está muriendo sabe que se está muriendo, es consciente de ello en la mayoría de los casos. En otros, como aquellas muertes accidentales o que han ocurrido de forma rápida e inesperada, es posible que se tarde un poco más en comprender el nuevo estado, pero lo hará.
Una sensación que tienen la mayoría al pasar al nuevo estado es la euforia. A menudo quieren comunicarse con sus familiares o amigos y hacerles saber que están bien, que no hay motivo por el cuál preocuparse. Se sienten felices, envueltos en un amor indescriptible que se hace notar.
Algo muy importante que ocurre en esta nueva forma es la comprensión. Es posible que en vida lleguemos a esta misma conclusión pero sabemos que somos seres a menudo limitados por nuestras propias creencias y pensamientos, por lo que debemos ahondar en nosotros profundamente, pero cuando nos encontramos fuera de lo que hemos sido hasta ahora, no solo comprendemos nuestra vida tanto en aciertos como en errores, sino que vamos más allá y nos damos cuenta de que el mundo en sí tiene sentido, y que cada ser humano sean cuales sean sus condiciones o circunstancias de vida es digno de perdón, de amor y de dicha.
En cuanto al perdón, nos damos cuenta de que en realidad no hay nada que debamos perdonar, pues todo ha sucedido de una forma absolutamente perfecta tal y como debía suceder. Nos sentimos igualmente perdonados nosotros mismos por un amor más grande de lo que podamos llegar a imaginar.
Al pasar de un estado de vida a otro, sigue sucediendo lo mismo en este aspecto, y es que veremos, sentiremos, percibiremos, escucharemos y sabremos aquello que sea perfecto para nosotros. Muchos reconocen a familiares ya fallecidos anteriormente, conocidos e incluso no conocidos en vida. Otros tienen la ayuda de sus guías, ángeles y otros seres de luz que les acompañarán a realizar el tránsito. Otros, no tienen a nadie cerca, pero no importa porque tampoco sentirán necesitarlo y lo harán igualmente más adelante (nadie está solo). Y si acaso lo necesitasen, al mismo aflorar ese sentimiento tendrán a su lado la compañía necesaria.
El tránsito es algo personal y requiere de tiempo. Para unos más, para otros menos, pero todos alcanzan finalmente el lugar que por Ley Divina les corresponde. Las puertas de casa siempre están abiertas y es uno quien debe decir entrar. La luz siempre se presenta a todos y a todos envuelve aunque no todos decidan pasar por diferentes motivos.
¿Qué puede hacer que un ser decida no entrar a casa? Las vibraciones negativas que en ese momento están superando cualquier vibración de energía a favor. Por ejemplo, las personas que mueren con una gran culpa es posible que sientan que no son merecedores del amor Divino. Por tanto, se quedan en otro punto, en un plano vibracional diferente hasta que logran expiar su culpa, o lo que es lo mismo, comprenderla (comprenderse en ella) y sentir en ellos que sí son merecedores de ese amor irrepetible, que siempre lo han sido. En ese momento, la luz volverá a aparecer ante ellos.
Quiero hacer un inciso aquí para incidir en el poder de la oración, de las palabras y del pensamiento en esta tierra y lo que ello puede hacer «allí». Como hemos visto, aquí y allí estamos dotados de consciencia. Es por eso que en una oración en la que se pide por las almas que no han llegado a amor Divino, no solo lo reciben, no solo estamos capacitados para enviar a esos seres una ayuda que quizá no están pidiendo porque no lo saben o no se creen dignos, sino que les estamos acercando a ese amor con el nuestro propio (y creedme que ese amor, esa ayuda que prestamos en un momento dado viene de vuelta).
Al igual que la culpa, hay otros muchos sentimientos que contienen vibraciones negativas, creo que no hace falta exponerlos todos pero algunos como la envidia, el rencor, el odio, etc. No nos van a permitir llegado el momento poder comprender rápidamente lo que otros comprenden al instante prácticamente, y esto puede llevarnos a estar más tiempo del necesario en otro punto que no es el nuestro.
Afortunadamente la conclusión final es la misma para todos y más tarde o más temprano todos llegamos a casa.
Llegar a comprender la muerte es verdaderamente comprender la vida. Porque podemos caer en la cuenta de que todo aquello que vamos a vivir cuando nuestro paso por esta tierra finalice, tenemos la posibilidad de vivirlo aquí.
Si que hay una diferencia entre un estado y otro, y es que nuestro paso por este mundo conlleva una serie de experiencias que no existen después, como pueden ser el dolor, la incomprensión, la tristeza… El pensamiento nos mueve hacia unas u otras experiencias, sin embargo tenemos la capacidad de discernir profundamente entre lo real, lo que perdura que es el amor, de cualquier otra experiencia que será para entonces mucho, mucho menos significativa. Pues aunque tengamos la capacidad de sentirla y vivirla, no nos pesará y no nos cargará de ella para siempre.
Buscad el amor incluso en las situaciones que vuestra mente considere negativas, malas, inasumibles. Para que así os deis cuenta de que nunca, nunca habéis dejado de ser lo que sois. Y nunca dejaréis de ser quienes sois.
Os abrazo.