Por Alicia Sánchez Montalbán.- Cuando una persona muere, su alma sale del cuerpo y entra en contacto con las realidades que nuestros ojos humanos no perciben. Ve a los seres queridos que vienen a buscarlo, ve a las almas en tránsito que rondan por allí. Siente las emociones densas de sus familiares y amigos, la tristeza, la culpa, la rabia, el dolor….
En ese momento, el alma tiene que tomar una decisión muy importante, una decisión que determinará su futuro: quedarse o volar hacia la Luz.
Aunque parezca fácil, la decisión puede resultar muy difícil si la persona vivió de espaldas a su corazón y se quedó atrapada en emociones como el miedo, la rabia, la culpa o el rencor, antes de morir. Esas emociones pueden impedirle ver la luz hacia la que dirigirse o incluso inducirle a negarla, si la ven.
Para poder volar hacia ella necesita confianza y valor, para dejarse llevar. Si no los tiene, su alma puede quedarse atrapada en la realidad intermedia a la que accede al morir: un lugar donde la energía se enrarece con facilidad, porque los que habitan allí están prisioneros de sus propias emociones densas.
¿Por qué sucede eso? Porque la conciencia o el personaje que creó para desenvolverse en su vida, sigue vivo. Energéticamente vivo, como un ente que le acompaña y con el que debe fundirse para volver a la Luz. Esa conciencia o personaje porta todo el aprendizaje adquirido en su encarnación, una valiosa fuente de conocimiento que el alma aportará a la luz original, para ayudar a su expansión. Sin él no puede marcharse y por eso tiene que esperar a que ese personaje acepte regresar.
En esas situaciones es crucial la ayuda de un ser humano encarnado, que actúe de vínculo entre el Bajo Astral y la Luz. Sin esa ayuda, el alma puede vagar eternamente envuelta cada vez en más densidad. El contacto con otros seres atrapados en su misma situación le impedirá ver la Luz y trascender las creencias y emociones que llevaron al personaje a decidir quedarse allí. Muchos de ellos ni siquiera saben que han muerto. A veces, se quedan para ayudar a sus seres queridos o porque se sienten culpables de no haberlos tratado bien.
La persona a la que acompañan silenciosamente debe realizar un ejercicio de desapego, para liberarse y liberar al que perdió la vida pero sigue ahí, confundiendo su energía sin querer e impidiendo su avance evolutivo. Un alma en tránsito no puede ayudar a nadie, aunque lo intente, porque ella misma necesita energía para poder quedarse aquí. Esa energía se la proporciona la persona a la que acompaña. Sin darse cuenta de que lo hace, esa persona empezará a sentir cansancio, confusión y malhumor; tal vez enferme o pierda las ganas de vivir, generándose de ese modo un estancamiento evolutivo doble: el del alma en tránsito y el de la persona a la que ésta acompaña.
Liberar esas situaciones no es sólo aconsejable sino absolutamente necesario para ayudarse a uno mismo, a los demás y a la misma Tierra. Si nos paramos a imaginar cuántas personas han muerto desconectadas de su corazón, siguiendo únicamente los dictados de su mente, envueltas en situaciones de dolor, propio o ajeno, podremos intuir cuántas son las almas que se han quedado atrapadas en el Bajo Astral y cómo su influencia afecta al planeta.
Puede que tu corazón esté diciendo, en este momento, que quiere ayudar. Puede que sientas compasión o, tal vez, compasión y miedo. Puede que creas que tú te encuentras en esa misma situación, bloqueado por la presencia de un alma en tránsito en tu realidad.
info@aprenderacanalizar.com
Alicia Sánchez Montalbán