Por Laura Jurado.- ¿Han oído la expresión inglesa ‘Karma is a b…ch? Yo la tuve muy presente el día de ayer; les cuento por qué.
A mediodía fui a una junta, ya que mi hija se va en estos días a un retiro de jóvenes. Saliendo de ahí me fui a comer con una amiga. Llegamos a un centro comercial y entré a un estacionamiento techado. Para mi buena fortuna, un carro estaba por salir, justo a dos lugares de la entrada, así que puse mi direccional y pacientemente esperé a que se desocupara el espacio. Segundos más tarde, una troca que venía en sentido opuesto a mí, hizo lo mismo. Al momento de ver el lugar vacío, los dos avanzamos y yo, -toda gallona, lo confieso- no me dejé amedrentar pues estaba segura de haber llegado primero. El señor ni siquiera me pitó, simplemente me dejó estacionarme y se fue a buscar otro lugar. Mi amiga y yo nos bajamos con un poco de miedo y entramos a un restaurante. A los tres minutos OMG… que entra el señor y su esposa. Afortunadamente, ni nos voltearon a ver y salieron pronto, pues solo iban a comprar un pastel.
Mi amiga y yo platicamos largo y tendido, y cuando decidimos marcharnos… oh sorpresa, no pude abrir mi camioneta.
Nuestro primer pensamiento fue que “el viejo” le había hecho algo, y en ese momento la expresión que les dije al principio cruzó mi mente. Lo comenté con mi amiga, pero luego recordé que desde hacía varias semanas se estaba prendiendo el foquito de “pila baja en el control remoto”… ¡fiu! Mientras estábamos en ese predicamento, se estacionó un muchacho enseguida de nosotras, así que le pregunté dónde podría comprar una pila. El chavo no tenía idea, pero sugirió abrir la puerta con la llave; como no sé cómo apagar la alarma, no quise arriesgarme a que ésta prendiera, entonces caminamos los tres hacia un establecimiento de yogurt para preguntar. Para nuestra buena suerte, sí había una tienda en ese centro comercial donde la podíamos comprar… lo único malo es que ésta se encontraba justo al otro extremo. Sin llorar… mi amiga y yo nos fuimos caminando hasta allá con el solón de las cuatro de la tarde en todo su apogeo, y para colmo, yo con zapatos nuevos y altos… muuuy altos.
Llegamos a la tienda, compramos la pila y regresamos de nuevo, yo queriendo desesperadamente aventar mis zapatos y cambiarlos por unas chanclas. Nos acercamos a la camioneta… y nada. ¡No puede ser! Pusimos la pila tal y como nos habían dicho en la tienda, pero nunca logramos que prendiera. En eso pasó una pareja y le pedí ayuda al chavo. Él sugirió lo mismo que el anterior, con la salvedad de que sabía cómo hacer que dejara de sonar la alarma. Así lo hicimos, abrimos la camioneta con la llave y nuevamente oh sorpresa… ni pío dijo… ¡me había quedado sin batería!
Llamé a AAA y regresamos al establecimiento de yogurt a esperar a que llegara la ayuda. Después de una hora, mi amiga se fue con su familia y finalmente apareció el señor. Lo reconocí al instante, él me había cambiado la batería en agosto del año pasado. Le conté el incidente con el de la troca y su hipótesis fue que él –o tal vez alguien más- le había dado un pequeño golpecito que había hecho que se prendiera la alarma, acabándose toda la carga de la batería.
Para no hacer el cuento largo, tuvo que quitar esa y ponerme una de repuesto. El plan era que la volvería a cargar y me la entregaría al día siguiente.
Como el señor vivía por mi casa, todo lindo se ofreció a escoltarme, aunque según él, no tendría ningún problema. Apenas habíamos caminado unas cuentas millas por la interestatal, cuando se me empezó a jalonear muy feo la camioneta. Rápidamente le llamé al señor y me dijo que me saliera de inmediato y me estacionara en el primer hotel que viera. Así lo hice y nuevamente llamé a AAA, ahora para que me mandaran una grúa, pues aparentemente el alternador se había descompuesto. Para esto, la teoría del pequeño golpe había dejado de tener sentido.
En cuanto me estacioné, el señor se fue, no sin antes regalarme una botella de agua, misma que agradecí como si estuviera en el desierto. Como me daba pena entrar al hotel, me quedé una hora y media en la camioneta, afortunadamente comenzó a lloviznar más o menos a la hora.
Mi amiga en todo momento me estuvo enviando mensajes, y en repetidas ocasiones se ofreció a ir por mí. Le dije que no tenía caso incomodarla, pues yo de todos modos tendría que esperar a la grúa. Las dos estábamos de simples, risa y risa y de pronto me dice: ¡Ay Lora (así me llama, imitando a los gringos), ni en estas circunstancias pierdes el buen humor!
En ese momento deseché la teoría del karma, y recordando el mensaje que los ángeles me habían dado en la mañana (‘Reconoce tus Logros’), entendí que todo lo que había vivido esa tarde había sido justamente para eso.
De inmediato me transporté a un viaje que mi esposo y yo hicimos en el 2013, en el cual nos llegaron las maletas casi para cuando teníamos que regresar. Varias de las hermosas personas que conocimos en ese tour me dijeron lo mismo: que era admirable que no perdiera el buen humor.
Entonces me di una palmadita en la espalda Y RECONOCÍ MIS LOGROS, sintiéndome sumamente orgullosa de mí misma.
Y aunque el mensaje fue para mí, aprovecho este foro para hacerlo extensivo a todo aquel que se tope con este relato:
¡RECONOCE TUS LOGROS!
Laura Jurado