Parece una contradicción, porque si estás enfermo acudes al médico, si necesitas dinero vas al banco o te diriges a un amigo o familiar, y, sin embargo, si te duele el alma te encierras en ti mismo, te repliegas en tu interior y no sabes cómo, cuando, ni a quién dirigirte, ni de qué manera actuar. Nuestra sociedad es la que es y parece que no está abierta a escuchar lamentos. No la vamos a cambiar así como así, pero sí podemos saber que existe la ayuda, que está ahí, cerca, y que nuestro reto es saber encontrarla.
No todo el mundo está abierto a la posibilidad de pedir ayuda y aquí radica el verdadero problema. La ayuda existe pero algunos no son capaces de dejarse ayudar. Su repliegue interior, su encerramiento en sí mismos ha podido construir una muralla que, pretendiendo una auto protección, ha conseguido justo lo contrario.
Dejarse ayudar no es fácil. Es toda una sabiduría. Hay que tener la humildad necesaria para saber que no somos autosuficientes en todo. Hay que saber que necesitar ayuda no significa que seamos menos como personas. Hay que ser conscientes de que podemos sentirnos mal y ser al mismo tiempo extraordinariamente dignos.
¿Acaso no sentimos indignos por un dolor de cabeza? Entonces, ¿por qué nos sentimos inferiores si lo que nos duele es el alma?.
Dejarse ayudar, caminar en busca de ayuda, sea del tipo que sea, es algo básico y al mismo tiempo muy importante. Es algo que, para la gran mayoría de todos nosotros, resulta necesario.
Julia Martell