Hace escasos días, en Indonesia, un grupo de pescadores atraparon a una hembra de tiburón. Al abrirla y, para su sorpresa, se encontraron una extraña cría, un pequeño escualo, con “rostro humano” (dos ojos grandes y aspecto y forma bastante similar al humanoide).
La noticia, además de poner nuevamente de manifiesto la crueldad a la que se someten los animales, trastoca los datos de los tiburones que conocemos. El hallazgo se ha considerado muy fuera de lo normal; un indudable cambio genético.
Desafortunadamente, la contaminación de los mares es una de las principales responsables de esta y otras secuelas. La actividad humana está provocando mutaciones en las especies y sus genéticas, trastocando el equilibrio del planeta Tierra, los hábitats, los ecosistemas e incluso la cadena alimenticia.
Científicos, biólogos y activistas de todo el mundo hacen un llamamiento al cuidado del planeta, alegando que, de lo contrario, podríamos vernos en una situación de alarma antes de lo esperado.