Un reciente estudio, publicado en una importante revista científica internacional, demuestra que hay micro-plásticos en las placentas de las mujeres embarazadas.
Estos micro-plásticos se han convertido en una parte importante de la dieta del ser humano; los respiramos en el aire, ingerimos (sin ser siquiera conscientes) los que se desprenden de los envases que compramos… Incluso la sal marina tiene enormes cantidades de esta sustancia.
Con un tamaño aproximado de 0.01 mm, estos fragmentos pueden movilizarse por el torrente sanguíneo y acceder a la placenta sin mayor dificultad, contaminando así el desarrollo fetal. Según los expertos, lo más preocupante es que aún no tenemos claras cuáles serán las consecuencias de esta circunstancia para nuestros bebés. Se prevé un desarrollo fetal reducido ya que, en placentas con trazas de contaminación y micro-plásticos, se impide el correcto crecimiento celular.
Estaremos muy atentos a nuevos avances, pero, por supuesto, la advertencia es clara: dejar de contaminar ya no es una opción. Si queremos sobrevivir como especie, la respuesta es SÍ.