El mayo pasado, 20 jóvenes sanos, incluidos varios científicos, llegaron a un instituto de investigación en Madrid dispuestos a pasar un día y medio sin comer. Justo antes les habían hecho un análisis de sangre y, 36 horas después, les hicieron otro para asegurarse de que no hubieran tomado algo a escondidas. El objetivo era desvelar los mecanismos moleculares detrás del ayuno y sus beneficios para la salud, especialmente como posible arma contra el cáncer.
El ayuno durante días o semanas, con solo agua o prescindiendo solo de alguna clase de alimentos, o limitando las horas del día en las que se puede comer, es una práctica casi universal entre las religiones mayoritarias. Algunas le atribuyen cualidades regeneradoras. Desde un punto de vista científico, el ayuno parece aportar longevidad y una mejor salud en estudios con animales y no requiere tantas penalidades como la restricción calórica. Y parece que algunos de los beneficios más rápidos y patentes los obtienen los animales con tumores.
Cuando alguien deja de comer uno o más días, su metabolismo cambia de marcha ante el estrés. La proliferación celular se ralentiza, se activa el proceso de autofagia en la que el organismo elimina células viejas o defectuosas y, en general, comienza a alimentarse de sus propias reservas de energía. Por el momento, se ignora cómo y por qué esta práctica parece ser beneficiosa para la salud.
Según Longo, el ayuno tiene un efecto “rejuvenecedor” sobre el organismo, tanto en animales como en humanos. “En un estudio piloto con voluntarios sanos vimos que la dieta que imita al ayuno redujo los indicadores de riesgo cardiovascular, los niveles de glucosa [factor de riesgo de diabetes] y los de IGF-1, un potencial marcador de cáncer, además de eliminar la grasa abdominal”, explica el investigador. La dieta en cuestión tiene un 60% menos calorías que la dieta normal de cada individuo. En el ensayo, los voluntarios siguieron esta dieta durante cinco días, luego volvieron a comer normal durante otras tres semanas y después repitieron el mismo ciclo otras dos veces.
En el Centro de Nacional de Investigaciones Oncológicas, en Madrid, el equipo de Manuel Serrano ha desvelado uno de los posibles responsables de los beneficios del ayuno en el cáncer. Hasta hace poco, la investigación en este campo se había centrado en la restricción calórica, mucho más radical y difícil de mantener. “La restricción calórica tiene efectos indeseables, se pasa hambre constantemente, la libido es casi cero y se reduce la vida social, pues muchas veces esta sucede en torno a la comida”, explica Serrano. En este sentido, el ayuno y la imitación de sus efectos con dietas bajas en calorías o con fármacos puede ser mucho más viable, especialmente en el contexto del cáncer.
El investigador razona la conexión entre el gen estudiado y los efectos beneficiosos en cáncer. “P21 detiene la proliferación celular especialmente en órganos como el pelo, el intestino, la médula ósea, que son algunos de los más afectados por la quimio”, explica. Ahora el equipo se plantea investigar si P21 es la causa de los beneficios observados y no una mera reacción colateral.
Una de las vías de investigación es buscar moléculas que activen alguna de las “vías metabólicas” que se ponen en marcha con el ayuno, como “la bajada de la insulina o la de los cuerpos cetónicos que transforman la grasa almacenada en energía para el cerebro”, señala Fernández-Marcos. En un futuro, este tipo de fármacos se podrían aplicar a la población sana, pero primero llegarán a los enfermos de cáncer porque “es más sencillo dado que los efectos observados son muy rápidos”, opina.
El equipo de Longo está realizando nuevos ensayos con personas sanas y otras con cáncer y su dieta que imita el ayuno para confirmar si realmente es beneficiosa. Muchas de sus investigaciones han sido financiadas por organismos públicos como los Institutos Nacionales de Salud. Su trabajo no está exento de polémica, porque el científico nunca desvela la composición exacta de su dieta en sus estudios. En cambio sí ha decidido comercializarla
José Ordovás, experto en nutrición y genómica en el Imdea Nutrición y en la Universidad Tufts (EE UU), opina que “es probable que una dieta rica en productos derivados de plantas, frutas y vegetales, consiga efectos similares” a la de Longo. “Mi preocupación es que en ningún momento comparan su dieta con una dieta que cualquiera puede uno prepararse en casa, en lugar de comprarla prefabricada en bolsas de plástico o aluminio en forma de sopas o barritas nutricionales”, añade. Además, el investigador resalta que “ninguno de los artículos [de Longo] describe en qué consiste esta dieta y solamente habla de ingredientes «propietarios», lo que “no es consistente con el hecho de que una buena parte de esta investigación ha sido llevada a cabo con fondos públicos, y por lo tanto los descubrimientos y los beneficios deberían ser públicos”, añade.
Luigi Fontana, investigador de la Universidad de Brescia (Italia) y de la de Washington en San Luis (EE UU), es otro de los líderes en la investigación del ayuno en humanos. Hace algunos años firmó varios artículos junto a Longo describiendo el potencial del ayuno para la salud, pero ahora dice que “no quiere comentar los estudios de su colega”. Él también ha diseñado un tipo de ayuno simulado y abierto al público: durante dos o tres días, comer solo vegetales, tantos como se desee, y una cucharada de aceite de oliva por comida. En un ensayo clínico de seis meses cuyos datos se publicarán próximamente, su equipo ha observado pérdidas de peso muy significativas, de hasta “16 kilos en seis meses”, con esta dieta, asegura.
El investigador advierte de que aún no hay datos fiables en humanos que permitan respaldar algunas de las afirmaciones de Longo y sus dietas comerciales. “Aún no sabemos si el ayuno tiene efectos de adaptación metabólica, sencillamente los datos aún no están ahí y los ratones no son humanos”, comenta. Fontana tampoco cree que se puedan encontrar “dos o tres píldoras” que puedan “engañar al cuerpo” y aportar los beneficios en la longevidad y la salud observados con el ayuno. En su opinión, la única forma contrastada de lograr beneficios reales es clásica: estilo de vida saludable y ejercicio. “A la gente le gustan los atajos, pero nadie puede convertirse en cinturón negro de kárate con unos pocos trucos”, resalta.