Por Ramiro Calle.- La pregunta puede resultar extraña, porque en apariencia se ama o no se ama. Pero si somos seres de aprendizaje y hemos aprendido a caminar, comer, hablar, leer y ser más civilizados, ¿por qué no podemos aprender a amar? Todo depende, obviamente, de si somos capaces de eliminar todos esos impedimentos internos que hay para poder amar más y mejor, esa tendencias insanas como son la envidia, el egocentrismo, los celos, la ira, el resentimiento y otras, pues en la medida en que se van debilitando o desenraizando, eclosiona con más libertad y fuerza la energía del verdadero afecto, del cariño más incondicional.
También depende de si uno ralmente quiere seguir este aprendizaje del amor consciente y tiene el firme propósito de renunciar a esas tendencias insanas que impiden el florecimiento de un amor más genuino. O sea, se puede, sin duda, poner los medios para embellecerse interiormente y poder favorecer tendencias insanas que atuden al verdadero cariño, como son la indulgencia, la benevolencia, la comprensión, la ternura y, sobre todo, la auténtica compasión. Si uno se lo propone, está en la naturaleza del ser humano aprender. Se requiere motivación y esfuerzo para transformarse y superar el lado oscuro y neurótico de uno mismo, y potenciar y desplegar el sano y luminoso. Pero para ello también habrá que cambiar de mentalidad y, sobre todo, saber reducir a ese gran enemigo del cariño que es el egoísmo.
La palabra «amor» es una de las más manoseadas y perversamente utilizada para manipular y embaucar, pero nos vemos en la necesidad de utilizarla o bien servirnos de alguno de sus sinónimos. Ya´el sublime místico Rumí aseveró: «Cuando voy a escribir sobre el amor, se rompe la mina de mi lápiz», dando a entender que las palabras no pueden llegar a describir ese noble sentimiento. Y cuando le pregunte a Swami Muktananda qué era el amor, me repuso: «Amor es amor». O se experimenta o no se exprimenta,pero a menudo tomamos por el sentimiento de amor el que en relalidad no lo es.
Se puede amar egocentricamente o con conscienca y sabiduría; amar desde el ego, pues, o desde el ser. Y en el aprendizaje del amor, para poder comenzar a hollar la senda del amor con sabiduría (que entraña mente y corazón, entendimiento correcto y compasión), lo primero es ejercitarse en ponerse en el lugar de los otros y abrir lo suficientemente los ojos del corazón para descubrir sus necesidades. Lo mejor que uno quiera para sí mismo, debe quererse para los seres amados. Lo que a uno le infrinja daño, debe evitarlo en los seres queridos. Esta es una ley básica del verdadero amor. Pero no solo ver las necesidades ajenas, sino en lo posible tratar de atenderlas. Para elllo el demasiado egoísta, y no digamos el narcisita, está imposibilitado y no tiene capacidad, o no quiere ni aspirar a tener, para conciliar los intereses propios con los ajenos. Pero si sobreviene la auténtica lucidez mental, de ella se derivará la genuina compasión. Mente clara, corazón tierno; mente lúcida, corazón compasivo. Si nos lo proponemos no es un sueño.
Ramiro Calle