Home » Artículos » Segundo Mandamiento.

Segundo Mandamiento.

Por Angélica Rodríguez.- A veces hay que morir por dentro, salir de tus propias cenizas, creer en ti y amarte a ti mismo para convertirse en una nueva persona. Susana Hilmer

 El amor lo es todo. Todo lo que necesitas es amor. El amor es la fuerza que mueve al mundo. La única revolución que puede transformar al hombre y a la sociedad es el amor. Un mundo sin amor es un lugar muerto. La gente mata por amor; vive por amor; muere por amor. Shakespeare decía: “¿Qué es esto del amor?”.

Como poner lucecitas en Navidad, es prácticamente imposible abstenerte de, al menos, hablar del amor en febrero. Y qué decir de ¡demostrarlo! Si ideas hay en esta época como enamorados por las calles, buscando con el corazón en una mano y la cartera en la otra, aquel pequeño gran detalle que simbolice el inconmesurable amor que sentimos por esa personita especial.

Y qué más quisiera yo que compartirles en este #Encuentro una historia de amorsss de cuento de Disney, y no es porque yo lo añore sino porque sin duda sería más atractivo e interesante para leer. Pero no. La verdad es que como desde hace varios años, de nuevo pasaré este San Valentín sin pareja. Y aunque suene que será igual, definitivamente no será lo mismo.

Todos sabemos amar. De una u otra forma lo aprendimos, cuando nacimos, en casa de nuestros padres o con quien hayamos crecido. Entonces, y por lo tanto, nadie amamos de la misma forma.

De repente me dio por hacer una atrevida comparación. Algo así como con esa capacidad que tenemos la mayoría de aprender a manejar. Algunos lo haremos precavidos, dando el pase a los demás, cautelosos, haciendo altos, bajando la velocidad en los topes, respetando los señalamientos; en cambio, otros, manejarán como si no hubiera mañana, pasándose todos los semáforos en rojo, sin ceder el paso al peatón, sin ponerse el cinturón de seguridad, rebasando por la derecha, y en fin, siendo todo un cafre no sólo para quienes se crucen por su camino sino para ellos mismos.

No por nada dice mi padre, que si manejo como manejo es porque así “de acelerada” aprendí. Y sin duda, seguramente me hubiera evitado varios accidentes, multas e infracciones de conocer bien a bien y respetar el reglamento de tránsito; así como en mi vida amorosa hubiese circulado de una forma mucho más fluida de haber entendido y aplicado aquel segundo mandamiento.

Me ha costado muuuuchos kilómetros, bastantes reparaciones y demasiados frenones, aprender, o al menos reconocer y hacer concientes, las formas en las que puedo amar, y sobre todo cuándo no lo estoy haciendo.

Como decía, todo es aprendido. Y no es que algo sea malo o bueno de lo que te tocó vivir en tu familia, o mejor dicho, todo es bueno porque todo enseña, la diferencia radica en identificar con lo que te sientes cómodo, con aquello con lo que creces y te expandes, y con qué te estás estancando o cayendo continuamente en baches de tristeza o sufrimiento.

Pero, ¿eso de amarse a uno mismo no viene ya incluido en la caja de herramientas de la vida? Me temo que no. Y entonces, ¿quiere decir, que si yo no me amo a mí mismo, tampoco puedo amar a los demás? Me temo que sí.

El día que me amé de verdad aprendí a decir NO. Pude pensar, sentir y decir sin culpas ni remordimientos “te lo agradezco, pero no”. Sentí cómo algo nacía al poner límites a mi velocidad, al no permitir que invadieran mi carril opiniones o juicios de los demás, o que malas actitudes me hicieran sentirme inferior, tener lástima por mi misma o creer que no soy lo bastante buena, suficiente o capaz: eso que surgía, se llamaba RESPETO.

El día que me amé de verdad comencé a tomarme tal cual soy. Lo que ves, Angélica, es lo que hay. Por supuesto que cada día puedes intentar ser la mejor versión de ti misma, pero reconocer cuando haces tu mayor esfuerzo,y que con eso es suficiente es profundamente liberador. Puedes estar tranquila y en paz. Soltar mi propio rechazo, la exigencia de ser perfecta, el reclamo de equivocarme, el hostigamiento por lucir un cuerpo esbelto y una imagen impecable fue ponerme al volante de mi vida; a veces ir por la libre, otras por la de cuota, y estar bien en ambas, sólo me lo dio la ACEPTACIÓN. 

El día que me amé de verdad fue cuando me hice esta pregunta: ¿en serio me quiero? Entonces, ¿por qué no me cuido? Por qué me lastimo con exceso de alcohol, cigarro, comida; con relaciones tóxicas, permaneciendo en el sedentarismo, permitiendo que mi mente rumié sin cesar, enredándome en la procrastinación y posponiendo mis sueños. Si en verdad me quiero… quiero, elijo, decido y actúo hacia lo más noble para mí, para mi mente, mi espíritu, mi alma, como lo haría con los que amo. Comenzar a revisar mi alimentación, determinarme a hacer un poco de ejercicio, reactivarme en la práctica del yoga y la meditación, alejarme de personas, rodearme de otras, desempolvar los libros y darme espacios para mi propio autoconocimiento y desarrollo fue como entrar en una afinación mayor y servicio completo: hoy le llamo CONGRUENCIA.

El día que me amé de verdad fue cuando Dios volvió a entrar no sólo en mi vida sino en mi corazón. Cuando por volver a sentirme cerca de Él, también puede ver la grandeza que hay en mí por ser su Hija. Valor, coraje, fortaleza, saberte grande sólo por existir, por Ser, son los regalos que nos llegan al mirar dentro de nosotros; y tocar nuestras heridas, dolores, flaquezas con compasión y perdón hace renacer el amor propio, el orgullo por ser quienes somos y admirarnos por ello. Hoy sé que es de necios esperar siempre la aprobación de los demás (llámense padres, pareja, amigos, hijos, compañeros, sociedad), y de valientes entrar en tu talla con humildad. Como un motor de mil caballos de fuerza se encendió mi propio RECONOCIMIENTO.

Hay días, como esos, en los que me he amado de verdad, con respeto, aceptación, congruencia y reconocimiento, pero hay otros en los que el amor propio escasea, y no es que se haya ido a ningún lado, simplemente me lo he negado, creyendo que el de otros es de mayor calidad.

No hay que esperar cada San Valentín para detenernos a analizar cómo nos estamos amando.

Cada mañana, cada despertar es una oportunidad para redireccionar, ajustar el gps, alinear los pensamientos, balancear las emociones, y salir a conducir nuestra vida de una manera natural y auténtica basada en el manual del Segundo Mandamiento.

En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de los mandamientos, Jesús responde: «El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.

El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-31).

Feliz Día del Amor (propio) y la Amistad (conmigo).

Bendiciones, AR.

Angélica Rodríguez
@angiemzt
@seryconsciencia
vivirdecorazon.mx@gmail.com

También te puede interesar

Cuestionando la campaña de vacunación española

En medio del clamor de la propaganda mediática, la próxima campaña de inoculación de la ...

2 comentarios

  1. Hola, Angélica. Muy amoroso tu mensaje. Gracias por escribir y compartir. Abrazos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *