Por Milena Zoledad Moreno Carugati.- Una de las primeras arbitrariedades, y sujeción de los cuerpos es el concepto, o la noción de GÉNERO.
Aquí, vamos a despojarnos del concepto género, como noción limitante de la persona, y tomaremos la responsabilidad de ver los cuerpos, como subjetividades políticas.
La Subjetividad Política, aquí será entendida como el Ser, que ha alcanzado la conciencia de Persona, despojado de toda hilacha conceptual, de individuo, sujeto, y hombre (en el más atávico, y culminado sentido antropológico).
Somos subjetividades, por cuanto, nuestras precepciones son tomadas como CUALIDADES, y no como cantidades, es decir, mi apreciación del mundo, es sobre su esencia, no sobre su definición, basada en cantidad.
La cualidad de percepción subjetiva, es el modo, el atributo, la sustancia (ουσία), de los cuerpos; en tanto que, definir los cuerpos, resulta de admitir en ellos conjuntos de partes simbólicamente sociales, determinadas por la naturaleza, e institucionalizadas, dotándolas de antecedentes médicos- científicos, y reduciéndolas a axiomas, a ciertos principios de carácter, antropológico.
La construcción política, está dada como condición personal vivida, no pensada. La experiencia, es parte fundante de lo político, como edificación de mi situación como PERSONA.
El 28 de julio de 1951, Walt Disney Productions, estrena en EE. UU la película “Alicia en el país de las maravillas”. Todas las escenas, son una constante manifestación de la condición humana, y su vínculo con el interior, acercándose más a una continua pregunta sobre el ser, más que una cadena de vicisitudes de sueños explicados por la psicología o un film para la familia.
En uno de esos momentos de tensa cuestión humana, cuando Alicia se encuentre en un jardín de flores, ellas le preguntan:
- ¿Oye, de qué clase de jardín vienes tú? – pregunta la Margarita.
- Yo no vengo de ningún jardín. – responde Alicia.
- A lo mejor es una flor del campo– continúa diciendo la Margarita, mientras le habla a un Iris.
- No, yo no soy una flor del campo – manifiesta la niña. En ese instante la Rosa le pregunta en tono amigable:
- Eh, dinos de que especie, o digamos, género provienes, querida…
- …pues, supongo que soy del género humano… Alicia¡¡- dice ella feliz, de haber hecho un reconocimiento desde el interior, como si la pregunta mayéutica de la Rosas, hubiera guiado su respuesta experiencial.
Quizás con este fragmento ya de por terminada la discusión. Pero hay varias situaciones técnicas, que aún hay, y que nos necesarias tratar para recuperar la noción HUMANA perdida.
Volvamos a la definición de Género, como conjunto de efectos producidos en los cuerpos, verbigracia, la distinción sexual es una clasificación histórica para la división de la tarea social, reduciéndolos a recipientes con fluidos químicos para evitar la extinción humana.
Debemos distinguir la CONCEPTUALIZACIÓN política del cuerpo, de la SUBJETIVIDAD política.
La primera, está dada en un marco social, cultural, en un determinismo antropológico, y con unas pautas ético-religiosas imperantes en todos los tiempos históricos.
La segunda, es la expresión que la experiencia personal única, y no invalidante, se tiene sobre el propio cuerpo, fuera de toda jerarquía construida en el entorno, a esa relación social, a la que Santo Tomás nos ha condenado de por vida.
En la subjetividad política, se estipula la libertad del cuerpo propio, es decir, la conciencia del cuerpo libre, que produce en la especie humana, una tensa sensación de orfandad, de soledad, de ausencia, y que se necesita vencer con la intricada noción poética del amor, o del compromiso con otros cuerpos.
La noción de cuerpo libre, hace peligrar los conceptos de las instituciones médicas, religiosas, jurídicas, y de los controles a esos cuerpos.
Esta apropiación del cuerpo libre y personal, produce una emancipación a la entrega del “cuerpo político o socializado”. Es decir, el cuerpo libre, produce en sí mismo, una apropiación que ha transformado el cuerpo social amatorio, en un cuerpo sano.
El cuerpo personal sano, es aquel que frente a las intervenciones sociales del “amor”, (como técnica de construcción de verdad social, ver Preciado) no cede a la entrega de las pautas institucionalizas de los cuerpos, y no se arrojan a la norma social aceptada, y permitida, catalogada como “permiso vincular de los cuerpos”.
El cuerpo sano, es un cuerpo que decide sobre su libertad, puede o no “institucionalizarse” (verbigracia, contraer matrimonio), mas esta acción jurídica, no modifica la sanidad del mismo, quedando en entera disponibilidad de su libertad, y desvinculación inmediata ante la amenaza de la “expropiación” que hace el otro, esclavo de las pasiones perversas que no ha resuelto, de forma pluricausal, y que no le justifican.
Al entrar el cuerpo libre “expropiado”, en el círculo de la protección jurídica de los cuerpos, estamos dejándolo entrar, todas las normas y pautas institucionalizantes, produciendo una especie pseudo sesgo o tranquilidad, en la que concebimos, a modo de fantasía que todos los prototipos “protegen el cuerpo, que deja su libertad, para empezar con una autonomía permitida”.
Institucionalizar, el cuerpo libre, es poder realizar ciertas, o muchas, manipulaciones sobre ellos, y limitarlos solo en sus aspectos puramente biológicos. Desde allí, se puede ejercer un control sobre la vagina, pero no sobre la persona, mas esa manipulación, invisible tiene como instrumento de poder y dominio, el tramado de la lingüística.
La película “el arte de amar”, relata la historia de Michalina Wislocka, una médica ginecóloga (γυναικολόγος) y sexóloga polaca, que lucha contra los tabúes de su época, a saber:
- El uso del preservativo como medida de protección y cuidado.
- La codificación de la mujer, como un ser solo para la satisfacción atemporal del varón.
- Ver la mujer como instrumento de planificación familiar
- Y responsabilizar a la mujer en la “construcción de un cuerpo nacional sano” (Preciado).
El GENERO, como concepto social institucionalizado, ostenta el primer puesto para desbancar la libertad del cuerpo, con la implantación de las nociones” femenino y masculino”, que no poseen ningún sustento en la esencia de la Persona, sino, solo como sujetos biológicos y reproductivos.
“Lo masculino y lo femenino” es un concepto biológico, y que solo es para señalar las diferencias sexuales en las especies oogámicas.
La Oogamia, (ωον, oon, “huevo”, y γάμος, gámos, “boda”) es un tipo de fecundación donde el óvulo (Ωάριο oário), el gameto inmóvil, se une con el gameto móvil, espermatozoide (σπέρμα).
La palabra GAMETO, usada recién en el Siglo XIX, por la embriología y la genética, es una “construcción de verdad” de la comunidad científica, ella no proviene de una acción de la naturaleza, sino, de una tarea cultural institucionalizada como es el “matrimonio”.
Γαμετή- γαμετής (gametí – gametís) es esposo y esposa. Γαμός (gamós) es matrimonio. Este enredo lingüístico, posee la doble intención de poner en la naturaleza, una acción cultural, las células no contaren “matrimonio”, se unen libremente, como cuerpos libres. Y, por otro lado, las células no forman organizaciones, ya que este es un concepto sociológico moderno.
Pasemos en limpio. Los conceptos “masculino y femenino” son usados solo en los quehaceres biológicos, por consecuencia directa, a nuestras células, y es una invención sin sentido, aplicar estas expresiones a lo humano, solo porque nosotros estamos formados por ellas, eso es tan insostenible, como decir que las lechuzas, causan la oscuridad, solo porque aparecen de noche.
Reducir la PERSONA a una sexualidad, es reducir nuestra existencia a una ilimitada conexión celular, inteligente, y evolutiva. Ante semejante premisa, el asesinato no es hecho malo, sino que un “grupo de células inteligentes” usaron un instrumento más eficaz para que otros grupos de células desparezcan. La Apoptosis (ἀπό- apó –“lejos de…” / πτωσις – ptosis»caída»), es la muerte celular programada, también llamada «suicidio celular», que afecta sólo a células individuales o aisladas y no se asocia a inflamación, ya que al remover células no deseadas permite un adecuado balance para la mantención de un número celular óptimo, así pues, siguiendo esta conducta celular, y asemejando al humano como células, y usando su misma terminología, el suicidio humano, estaría justificado, “para permitir un adecuado balance para la sociedad”.
Vemos con certeza que la expropiación lingüística, y su uso para proporcionar al mundo conceptos inequívocos, están evidenciados, y que el uso de la noción de GÉNERO sobre la PERSONA, como masculino o femenino, solo reducen, a su Ser a acciones puramente biológicas y deterministas.
Con atención me detengo en que estas expresiones han y siguen produciendo las diferencias y las divisiones de las personas, como mecanismo de introducir un aparato para distinguir cierta legitimidad en orden al género, y que solo posibilitara el control social de los sujetos.