Por Mª Laura Martínez Ramírez.- Es una emoción tan sutil que aunque la sintamos, tardamos mucho en reconocerla y ponerle nombre.
Voy a intentar definirla tal como la siento.
Diría que es una tendencia repentina a cuidar, proteger, ayudar un ser que aparece como pequeño, e indefenso ante nuestros ojos, pero; y creo que esto es lo que lo diferencia de la compasión, al mismo tiempo se muestra con un enorme poder.
Digamos que está dentro de lo que llamamos amor, y dentro de éste de lo que llamamos compasión, por ello lo sentimos como un deseo de cubrir con nuestro manto de energía, reparando sus heridas y alimentando emocional y físicamente, por algo es la emoción de la maternidad.
Pero va más allá de la compasión, entendiendo como tal, el deseo de que todos los seres sean felices, porque con ésta, se siente una desprotección, una necesidad de hacer algo que nadie hace, pero en la ternura, se experimenta además, el estar ante algo a la vez de una enorme grandeza, un poder de gran magnetismo, que consigue atraer mediante lo que llamamos gracia, y que no es otra cosa que la muestra dentro de la máxima fragilidad, de la mayor conexión con el Ser. Hay algo tremendamente atractivo, bello, en ese magnetismo que pueden ejercer que nos lleva a cuidar, en la mayor extensión, sin pensar en los costes.
El diccionario hace referencia a tierno, algo blando, delicado, sensible, también a reciente, de poco tiempo y por último, afectuoso y cariñoso.
Sí, todo tiene relación con lo que nos produce ternura, porque ese afecto, cariño, nos lo inspira un ser que todavía está muy conectado a su propio ser, que en su pequeñez, tiene un gran poder, el de la gracia, que con ella nos atrae haciendo que canalicemos una gran energía de amor.
Pero no solo los niños pequeños, en espacial los bebés, o animales recién nacidos, nos hacen sentir ternura, también algunos ancianos o enfermos, incluso la madre Tierra, en general los que no tienen, o han abandonado ya el ego. Porque; y esto también lo diferencia de la compasión, o va más allá de ella, o es un matiz… cuanto menos ego, más ternura inspira, y con ello cuando se alcanza la máxima blandura, y flexibilidad, se expresa el máximo poder, el que el ego nunca conseguirá y nunca consiguió. Otra vez más, vemos como en el extremo de yin, se muta y aparece el yang.
Sentir su completa confianza en que la Naturaleza cuida de él, que los va a sostener, aunque sea utilizando a seres como nosotros, que los cuidaremos llevados por ese magnetismo tan poderos que llamamos ternura, y que no es otra que la fuerza del universo mostrándose a través de ellos cuando no hay ego, es algo que nos nutre y nos sana a nosotros también.
Y es que la ternura, tiene un componente de admiración, ante esa gracia, esa belleza, que la compasión no tiene, mientras en ésta todavía se aprecia un componente de miedo, en aquella, la ternura, aparece cuando contemplamos a esos seres que aunque aparentemente indefensos, al tiempo. muestran una auténtica ausencia de miedo.
En el camino de aprendizaje mediante las emociones, experimentar ternura, es muy próximo a estar en nuestro centro, puesto que es muy cercano al gozo (junto al agradecimiento en el máximo nivel), el que esos seres transmiten, porque viven en él. Vale la pena reconocerla cuando lo experimentemos junto con el reconocimiento de donde estamos en la escala de mayor conexión con nuestro Ser y vayamos a ello cuando nuestra energía baje a emociones más bajas como la ira, la envidia, la desesperanza…
Lo más hermoso, es que si todo es proyección nuestra, cuando experimentamos ternura se nos está reflejando algo muy hermoso de nosotros mismos, la conexión con el Ser.