Por Magnolia Fabre.- Es lo primero que recuerdo me haya poseído con tanto poder: el Mar. Ningún otro alquímico elemento o maquinaria infinita tan parecida a la danza cíclica del SER. El lenguaje del agua se traduce en movimiento, a
veces dócil, otras brutal, hoy enfadado, mañana calmo, nunca el mismo aunque siempre igual.
Aprendí a surfear olas el mismo año que aprendí a surfear huracanes internos, a inicios del veinte veinte, al conocer a Elard, un Soul Surfer de corazón noble y mirada dispersa. Un místico de agua con sal, un libertario que surfea porque es lo más parecido que existe a volar, pues saborear el océano así, como él lo hace, es como saborear el mismísimo cielo.
-¿Crees en Dios?- me ha preguntado, sentado en su tabla sosteniendo la mía con sus fuertes piernas, ¿…Tú… crees en Dios?…y se ríe, lo está disfrutando y ríe mientras yo me hago pis de miedo presenciando la fuerza inclemente de la marea. Tener miedo -me dice- es un pequeño precio a pagar. No siempre las cosas saldrán como quieres…(hace una pausa de suspenso y señala con el brazo completo)…como esa ola grande que se está formando allá, puedes tener miedo, solo no dejes que te gobierne. El enemigo será fuerte, pero nuestro amor por él lo es más- .
Lo escucho a viva voz por el estruendo del viento, y la veo, ay no…una pared de concreto líquido que avanzaba feroz a mi encuentro, palidezco, me atacan las ganas de llorar, solo quería irme a casa, reflexionar sobre las veces que he sido impulsiva creyendo ser apasionada, o estar en la arena, a salvo y seca sin ganas de domar las fuerzas de la naturaleza, sosteniendo una cerveza, o dos, con la cabeza menos revuelta y el mundo menos mortal.
This is it, –me dije– encendí el modo supervivencia y apagué todo lo demás, pensando en cuánto me gustaría parecerme un poquito más a Elard…imaginarlo siempre volviendo a casa, sabio y sano con su amor total.
Para los osados del alma como él, galopar olas sea quizá la conexión máxima con el creador. Un culto supremo al Universo, a Poseidón. Surfear es vértigo, adrenalina, velocidad, es alinear pensamiento, palabra y obra en perfecto balance. Estar en absoluta presencia. Al compás de la memoria viva de lo que ya no tiene forma. Apegado a nada, conectado a todo. Se puede ser espiritual sin ser Surfer pero no se puede ser Surfer sin ser espiritual.
En palabras del gran Joseph Mária: -‘Ojalá que cada persona descubra con qué ámbito de la realidad está llamada a medir su vida; en qué ámbito está dispuesto a poner su vida en juego; a qué «enemigo» debe amar por encima del miedo’-.
Quizá sean ellos, los Soul Sourfers, día con día curtidos por la sal, quienes entiendan más de los orígenes antagónicos de la luz y de la oscuridad. Quienes sepan en dimensiones profundas, que cada ola, por individual e irrepetible que sea, sigue siendo parte del océano inagotable y eterno. Que ser Uno es lo mismo que ser Todo, que el nacimiento y muerte de una ola al llegar a la orilla no disminuye ni aumenta el volumen del agua, y que finalmente, – Léelo despacio – Somos parte Dios, como la ola es parte del Mar.