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Tiende tu mano a quien más lo necesita

Érase una vez, en una fría y oscura noche de navidad, una pequeña niña, pobre y abandonada, recorría las calles vendiendo fósforos. Las calles de la ciudad estaban cubiertas de nieve; nadie paseaba por sus aceras.

Sentada en el suelo y tratando de resguardarse del frío, la niña encontró consuelo en encender uno de sus preciados fósforos.

El calor del fuego fue tan agradable, que la invitó a imaginar lugares hermosos donde querría estar y sensaciones cálidas que le gustaría experimentar. Encendió fósforos, uno tras otro, hasta que vió un en el cielo una estrella fugaz. Según le había contado una vez su abuela, a la que tantísimo quería y añoraba, “cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia el cielo”.

De repente, la pequeña niña vio a su abuelita avanzar con paso decidido hacia ella. La tomó de la mano, se fundieron en un cálido abrazo y continuaron caminando juntas hacia la belleza del firmamento. Ya no tenía frío, hambre ni miedo. Había encontrado la paz.

Al día siguiente, vecinos del pueblo encontraron el cuerpo sin vida de la pequeña vendedora de fósforos, que había muerto de frío. “¡Pobrecita!” pensaron, pero ninguno supo el esplendor con que, en compañía de su abuela, llegó a Dios.

Moraleja: Ojalá todos aprendamos algún día a ser compasivos, tender nuestra mano a quien más lo necesita y no permitir que las diferentes clases sociales hagan de nosotros personas en desunión con nuestra propia humanidad.
Por todos aquellos que no comparten nuestra suerte y, aún así, luchan cada día por cumplir su misión en la vida.

Feliz navidad de parte de todo el Equipo Humano de Mindalia.

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