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Un viaje a lo desconocido

Por Aura Patricia Herrera.- Al amanecer de un día cualquiera, despierto con el deseo de extender mis alas y volar… hacer de mis sueños realidad. Llegar a lugares mágicos, insospechados de mi planeta y es allí donde nace la aventura de mi vida. Cada fin de año tomo un morral lleno de expectativas, sin programa, caminar a donde mis pies me lleven.

La aventura comienza en las selvas del Putumayo mi país Colombia. Me remonto al 2005, deseaba desde la primera vez que estuve en el Putumayo 1987, realizando la tesis de grado de Sofrología con un grupo interdisciplinario, tener la experiencia de tomar yajé. Después haría un recorrido por Nariño y la frontera con el Ecuador. Un amigo indígena de la comunidad Kamsá del valle de Sibundoy, me acompañó en esta travesía y cuando estábamos recorriendo el cementerio de Tulcán (Ecuador) espontáneamente me dijo; “desde aquí se puede llegar muy fácil a Perú”. Sus palabras fueron como una orden clara y contundente de que debería cumplir con mi deseo de llegar a ese hermoso y enigmático Machu Picchu, cuyo sueño se gestó en las clases de antropología que tomaba en Sofrología.

Todo el año siguiente planee llegar allí. Me encontraría primero con mi amigo indígena en Pasto, donde me compartiría algunos contactos en Perú, para facilitar la llegada a mi destino. Pues, el recorrido lo haría por tierra. Era mágico y maravilloso desplazarme para cumplir con mi sueño de pasar año nuevo cerca de Machu Picchu. El 30 de diciembre, mientras hacíamos fila junto con dos franceses que conocí en el camino, detrás mío, estaba una mujer boliviana con sus 2 hijos. Muy amablemente empezó a hablarme de su país, del cual yo no sabía nada. Me platicó sobre Tiawanacu, unas ruinas muy antiguas y lo mejor ella decía “tienes que ir allí”. Una vez más una orden a realizar.

Años más tarde cumpliría con este mandato. En diciembre del 2012, decido llegar a Perú, recorrer lugares que no había estado en mi primer viaje y luego pasaría a tierras bolivianas. Fue un viaje espectacular, dejándome llevar por mi intuición. Maravillándome con la grandeza de la naturaleza y de nuestros antepasados. El 31 de diciembre de 2012 me encontraba trepando por la sierra de la isla del sol (lago Titicaca, Bolivia) era espectacular ver diferentes razas haciendo el mismo recorrido, era como un encuentro mundial sin programarlo. Pasar el año nuevo en este bellísimo lugar.

Mis viajes son improvisados, trepaba sin saber dónde pasaría la noche, cuando de pronto le pregunto a un hombre si me podría indicar dónde podía encontrar posada. Muy amablemente me dijo que él era guía, llevaba un grupo boliviano, que siguiera con ellos para ayudarme.
El grupo me acogió con amabilidad y uno de ellos empezó a comentarme que al día siguiente viajarían a la Paz, para tomar un bus rumbo a Uyuni. Mi ignorancia escuchaba por primera vez este nombre. El hombre hablaba muy entusiasmado sobre el lugar. Al día siguiente, después de compartir con el grupo, nos despedimos con un fuerte abrazo, pues yo pasaría una noche más en esta isla y… la palabra Uyuni taladraba todo el tiempo mi cerebro.

No pude dormir. Entonces me levanto muy temprano, tomo mi equipaje, bajo lo más rápido que puedo para tomar la lancha que me llevaría a Copacabana, donde cogería un bus para la Paz y de ahí otro bus rumbo a Uyuni. No estaba en mis planes, pero tenía el tiempo justo para ir y volver, pues me devolvería a mi país desde la Paz.

Todo fue perfecto, a la madrugada siguiente estaba llegando a Uyuni, donde tome un tour de tres días recorriendo el impresionante salar de Uyuni y sus enigmáticos alrededores. Se viaja en una cuatro por cuatro comandada por un indígena de la región, que a la vez es guía y cocinero. El grupo estaba compuesto por cinco brasileros y yo colombiana con quienes la fui muy bien.

Enamorada del cielo todo el tiempo tomándole fotos, intuitivamente interpretando sin censura en voz alta lo que percibía del paisaje, al punto que, en la segunda noche, los brasileros llevaron vino y me ofrecieron. Uno de ellos me abrazaba y con lágrimas en los ojos me decía “usted es muy evolucionada”.

Al día siguiente el grupo se dividiría, cuatro de los brasileros se iría con el chofer que hasta ahora nos había conducido a la frontera con Chile, el desierto de Atacama. El otro brasilero y yo regresaríamos al pueblo de Uyuni. formamos un nuevo grupo con dos chilenas y una peruana. De pronto el chofer para en un lugar donde hay gigantescas piedras esculpidas por los fuertes vientos que se presentan allí. Nos dice el indígena, “este lugar no está dentro del tour, pero se van a bajar 15 minutos toman fotos y nos vamos“.

Me bajé con el grupo y empecé a caminar, alejándome, de pronto me encuentro completamente sola en un paisaje enigmático, sol fuerte, hermoso cielo.
Solo escuchaba el ruido de mis pisadas. Avanzaba y tomaba fotos, cuando de pronto volteo al lado derecho y me impresiono. Veo una pequeña construcción en piedra con un pequeño agujero cuadrado, cuya oscuridad se volvía sobrecogedora. Me hice en frente, tomé una única foto y seguí caminando y tomando fotos.

De pronto el ruido de un pito de carro me saca de la admiración que sentía por el lugar. Corro pues presiento que me estaban esperando. Efectivamente todos ya estaban dentro del carro. Lo primero que hago al subir es buscar la foto y preguntarle al indígena ¿aquí hay construcciones? ¿qué es esto? Y le muestro la foto. Él se queda mirándome y me pregunta “¿Dónde vio eso? Nosotros no lo hemos encontrado“. Todo mi cuerpo sintió escalofrio. Diariamente ellos circulan con turistas por el lugar, no podía creer que no la hayan visto. Le pregunto ¿Qué es? Él dice que “antes de que llegaran los incas, había una civilización que habitaba en la oscuridad y con los incas llega la luz y esta civilización empieza a vivir dentro de la tierra” por tanto considera sería una de las entradas, una entrada intraterrena.

Regreso a mi país muy intrigada y tengo en esos días la visita de una paciente que es vidente, le cuento la experiencia le muestro la foto y dice que era algo para mí, me dice que tengo que volver. Le digo que es imposible acabo de llegar. Entonces me dice que imprima la foto y la coloque al frente de la cama para poder conectarme con el lugar. Desde niña tenía viajes astrales y cuando coloqué la foto, astralmente me trasladé hasta allí, atravesé el agujero, pero no avancé más, veía un muro. A los pocos días tuve un sueño consciente donde aparezco en medio de una inmensidad blanca, no era el salar de Uyuni, era nieve y de extremo a extremo aparecen dos seres encapuchados donde no se ve el rostro, parecían los custodios del lugar, se vienen hacia mí y presiento el peligro y lo único que pienso es tengo que irme de aquí o si no me van a destruir. Desaparezco de allí apareciendo en un lugar completamente blanco, donde había muchos seres blancos como la leche, de ojos intensamente azules, sentía que se preparaban a salir de allí. Se percatan de mi presencia, no me dicen nada, pero me sacan del lugar. Aparezco en otro lugar donde hay una gran nube que empieza a despejarse develando una nave. El mensaje que recibo es que sus naves se ocultan tras las nubes.

Dentro de mi trabajo con las terapias de regresión ha llegado a mi mucha información a través de las experiencias con mis pacientes. Por esos días me visita una paciente, quien al entrar en estado hipnótico entra en contacto con su maestro espiritual quien me habla a través de ella. Dice encontrarse en una dimensión paralela a la Tierra. Le comento sobre mi experiencia en Bolivia y dice “lo que vio es un vórtice interdimencional y como viste esos seres en el sueño es como ellos vienen de allá para acá“. En el 2017 volví a Uyuni una vez más mostré la foto a ver si alguien sabia sobre la misma y no obtube respuesta.

¿Entrada intraterrena?, ¿vórtice interdimencional? Aún no lo sé, todos estos años me acompaña el interrogante de porque tenía que estar allí, hoy me decido a hacer pública esta historia y esta foto, con el deseo de saber si alguien más ha visto este lugar y si ya han hecho investigaciones sobre el mismo.

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