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Vidas Pasadas, una puerta más

Por Maribel Ortega Castillón.- Creo que la necesidad de saber, de entender, de descubrir los misterios que alberga el Universo, la mente y la vida misma, no nace en el transcurso de la vida, sino que viene con nosotros al momento de nacer porque esa es la instrucción más trascendental de nuestra alma; hemos venido a descifrarnos, hemos venido a recordar… recordar que somos luz, que somos amor y que todo está bien, cuando incluso todo parece que está mal.

La fecha en que nací, la hora, la zona geográfica, el horario, la familia, el nombre, los apellidos y toda aquella información que me rodea y que se relaciona conmigo, me enlaza a una historia, a una huella que mi alma ha podido dejar a través de la suma de todas sus encarnaciones y algunos dirán que no está comprobado, que recordar vidas pasadas no es más que un «jueguito» que la mente utiliza para resolver traumas y conflictos… y vaya que los resuelve.

Pero entonces qué más da?; qué más da si se trata de un hecho real y contundente o si es mi imaginación haciendo de las suyas, en ambos casos, es gracias a estos recuerdos que resuenan conmigo que, puedo entender, puedo perdonar, puedo soltar y puedo conocer el origen de lo que hoy me atormenta o me fascina. Los más espirituales explican el motivo por el cuál, olvidamos esas vidas pasadas al bajar a una nueva encarnación y es que, a nivel del alma, no interesan las vidas, sino lo que aprendimos en ellas y logramos absorber con todos nuestros sentidos y de manera consciente.

Pero y entonces, qué utilidad tiene el conocer mis vidas pasadas?. En mi experiencia como sanadora e hipnoterapeuta, he comprendido que nunca se nos va a presentar toda la película, sino solamente hechos y eventos muy específicos que guardan dentro de si un gran mensaje, un gran miedo, una gran incógnita, un gran prejuicio, un gran logro, un gran amor, una gran pérdida, una gran injusticia o un algo que nunca pudimos comprender. Y aquí está contenida toda la importancia de recordar vidas pasadas, porque no sólo las recuerdas, sino que estás ahí nuevamente, oliendo esos olores, mirando a esas personas, sintiendo ese frío o ese calor, viviendo ese miedo o esa alegría y calzando nuevamente esa piel que fue tu vehículo y cuando lo vuelves a experimentar, lo vuelves a vivir pero ahora con mayor sabiduría, con mayor madurez y con mayor consciencia, consciencia que te has trabajado en vidas.

A veces sólo tienes que recordarlo para liberar toda esa energía que se transformó en una creencia inconsciente y que te impidió alcanzar la tranquilidad por mucho tiempo, basta recordarlo para entenderte a ti mismo, para perdonarte y para soltar. Pero a veces eso no basta, a veces es necesario volver a ese personaje del pasado y dar algunas pinceladas de conciencia y de color en el escenario para hacerle entender a tu mente que, ya no eres ese o esa, ya no estás ahí, ya no hay peligro, ya no lo estás experimentando, ahora estás a salvo.

He presenciado historias muy reveladoras; como la hija disgustada eternamente con el padre porque tal parece que es un karma, pues en todas sus vidas pasadas fue negada, ignorada, exiliada, castigada, desheredada e incluso, asesinada por su padre. O aquella persona que es atormentada por sus dones y talentos psíquicos y espirituales en el presente porque, en muchas vidas más, fue perseguida, calumniada, despojada, torturada e incluso, quemada viva por la misma razón; o aquél jovencito con fobia a los fuegos pirotécnicos debido a que, en otra vida, en una guerra, vio cómo toda su familia era aniquilada en casa por morteros explosivos.

Todas son historias fascinantes y todas entregan el mismo gran mensaje: Eres fuerte, siempre lo has superado todo y siempre vas a estar bien. Conocer y re experimentar esas vidas pasadas nos recuerdan a la perfección nuestra verdadera naturaleza, nuestra fortaleza y la eternidad de nuestro espíritu, y si me lo permiten, deseo compartir un poquito de mi propia experiencia, porque después de todo, es de ella de la cual puedo hablar con mayor saber y con mayor soltura, estas son algunas de mis pasadas encarnaciones, algunos recuerdos se obtuvieron bajo hipnosis, otras a través de la bioenergética y el código Lemuria:

Los novios
“Tengo 13 años, pertenezco a una familia acomodada y burguesa de los años 1600 en España, no está mi madre, no sé qué pasó con ella, sólo veo a mi padre, un hombre con mucho poder e influencia en el lugar. Estoy muy enamorada de mi amigo de la infancia, sus padres son sirvientes en mi palacio, él sólo es un campesino, nos conocemos de toda la vida, siempre hemos estado juntos. Mi padre nota mi entusiasmo por él y me advierte sobre dejar esa cercanía, amenaza con enviarme a Francia, yo decido ignorar sus advertencias. Es el amanecer, despierto con un mal presentimiento, entro a la cocina y todos me miran con susto, lástima, sorpresa… me entero de que lo mandó a matar… estoy dentro de su cuerpo, veo a los hombres con la espada desenfundada acercarse a la parcela, son 5 hombres, dos de ellos clavan sus espadas en mi vientre y por mi espalda, siento el calor del metal, el dolor es penetrante, me falta el aire, mi garganta y mi nariz se llena de sangre, estoy tosiendo, no puedo respirar, mi vida es tan miserable, he muerto a causa de no tener nada, de no ser nadie, me invade la tristeza…”

Mujer sanadora
«Soy una mujer del tipo de las mujeres de las aldeas Navajo o Sioux, entran a mi aldea hombres con caballos y armas, masacran a nuestras familias, queman todo, se llevan presos a nuestros hijos, padres, esposos y hermanos, a los que quedan vivos, todos nos vamos en grupos diferentes, algunos van heridos de muerte y mueren en el camino, son dejados ahí, sin permitirnos hacer ninguna ceremonia para honrar el alma que se fue… Soy tomada como prisionera, nunca estoy en un solo asentamiento, siempre estoy viajando con mis captores, soy vendida y me utilizan para servidumbre, soy abusada, golpeada y humillada constantemente por mi calidad de indígena y mi calidad de mujer, conforme me hago mayor, realizo actividades más sencillas, la gente me conoce como «la sanadora», sé bastante sobre las plantas, los ciclos de la luna y las enfermedades, los captores me envían hacia otras partes a sanar a otras personas, ellos reciben dinero por eso. Muero siendo muy anciana, tengo el corazón triste porque nunca supe qué fue de mis hijos, de mi familia, estoy tranquila porque voy a reunirme con ellos, con mi último suspiro bendigo a todos aquellos que me hicieron mal, del otro lado, ellos pasarán vergüenza…»

La crucifixión
«Soy una mujer de 50 años, parece ser la época romana, hay mucho bullicio, gente va y viene, de momento creo que es un mercado, pero no, estoy a los pies de un crucificado, él no está desnudo, lleva ropas, al parecer se trata de mi hijo, lo juzgaron y condenaron por la muerte de un comerciante, pero yo sé que todo esto es injusto, él no hubiera sido capaz, es muy trabajador y honrado desde niño, cuando su padre murió y él se hizo cargo. Estoy experimentando un dolor indescriptible, quiero bajarlo pero ya no tengo fuerzas, quiero curarlo, besarlo, abrazarlo pero él ya no responde, lleva 3 días ahí y justo ahora tiene esa mirada hacia la nada, el rigor de la muerte en su rostro, no veo que respire pero tal vez sólo está desmayado y cansado… la gente va y viene, en su vida y sus cosas, algunos se detienen a mirarnos, alguna gente me da fruta, monedas, otros sólo lanzan maldiciones contra él y contra mí, pero la mayoría están ajenos a mi dolor. Hay un olor muy peculiar que hace más denso este lugar, huele mucho a orines, fluidos, sangre, heces, hay muchas moscas, hormigas e insectos, yo sólo deseo morir, escapar de aquí, quiero verlo, quiero despertar, es demasiado, quiero morir…”

Vida de Novicia
«Soy muy joven, 12 años cuando mucho, soy la hija mayor, mi madre me entrega a un hombre y este le entrega una bolsa con monedas, me sube al caballo, voy en la parte de atrás boca abajo, es muy incómodo y doloroso pero el viaje no dura mucho tiempo, mi madre sólo me puso una bolsa con pan, una pulsera con figuritas como de barro y un vestido de tela áspera. Me recibe una religiosa, con el rostro duro, me revisa la cabeza, los dientes, las uñas, me pregunta mi nombre, le digo Eunice, «muy bien, quítate esa ropa, lo primero que harás será bañarte», enseguida, mientras me baño, otra mujer más joven corta mi cabello a rape, dice que es por los piojos. Mi vida transcurre en silencio, siempre son las mismas rutinas, despertar 4am, orar, dirigirme a mis actividades en la cocina, la lavandería, ordenar las vacas o fregar los pisos, por la tarde estudiamos la biblia, nos vamos a dormir a las 7pm, es otra hora de oraciones. Nunca más vuelvo a ver a mi familia, a mi madre o hermanos, al principio los extrañaba, pero ahora mi vida se ha volcado al servicio a dios, a los 18 años, me encuentro en una ceremonia, yo estoy boca abajo con los brazos extendidos, estoy consolidando mi vida a dios me estoy dando en matrimonio a él. Salgo muy pocas veces del convento, sólo cuando alguien más no puede, la gente es muy amable afuera pero no me gusta que se me acerquen por los piojos y por el pecado, dentro del convento a veces recibimos a niños enfermos o que han sido abandonados por su familia… igual que yo sé que al morir, dios me recibirá con gozo y con orgullo, todos los días pido por mi madre, mis hermanos y por la gente allá afuera, es una vida tranquila y silenciosa”.

La niña y los lobos
Es un clima nevado, soy una niña muy pequeña, entre 5 y 8 años, es un clima hostil, estamos huyendo, nos persiguen, aunque llevamos pocas cosas, mis padres ya están muy cansados, sólo somos nosotros tres; ellos son muy jóvenes, mi padre me lleva en brazos, tiene sus labios muy blancos y resecos, él es muy blanco, el frío le ha quemado la piel de la cara, la tiene muy irritada, él también carga algunas pieles, mientras que mi mamá lleva yerbas, pan y frutos. Llegamos a lo alto de una colina, mi padre me suelta, yo caigo y él me grita «corre», puedo ver que dos hombres nos han dado alcance, uno de ellos comienza a clavarle una lanza de hierro a mi padre en el cuerpo, lo golpean salvajemente, el otro hombre lo sostiene por detrás y siguen clavándole la lanza… mi madre corre hacia el otro lado después de dejarme la bolsa de pan, la persiguen, la toman de los cabellos y comienzan a golpearla, yo cierro los ojos, sólo escucho a los hombres riéndose y maltratándola, hay sangre por todas partes, la nieve contrasta… me dirijo a la ladera y me oculto entre árboles, ellos siguen mis huellas, cuando están cerca una manada de lobos sale de entre el bosque ladrando y aullando, ellos se van, yo permanezco ahí y los lobos están alrededor, no quiero moverme porque tengo miedo de que me ataquen, pero a la vez me siento tranquila, como si me estuvieran cuidando, llega la noche y ellos siguen ahí, se alejan porque se acerca un hombre con barba y un niño más grande que yo, me llevan…”

Ahogamiento, momento de la muerte.
«Soy un hombre de 20 años aproximadamente, mis manos son muy delgadas y blancas, tengo una sensación de frío extrema, hay barriles y cajas alrededor, el lugar está húmedo, el agua está entrando, mi pierna está atorada en esos barriles, no siento la parte de abajo del cuerpo, pero tengo mucho frío… el agua sube de nivel, grito pero nadie me escucha, es un barco pequeño, un navío que transporta vino y semillas, atravesamos una tormenta pero ya es de día, no sé qué pasó con los demás pero no escucho nada alrededor. El agua comienza a cubrir mi cara, me quema la sal en la nariz y la garganta, abro bien los ojos porque no quiero ver la obscuridad dentro, tengo mucho miedo, estoy gritando pero ahogando esos gritos en el agua, el frío inunda todo mi cuerpo, comienza a dolerme el pecho y la espalda, estoy desesperado, no quiero morir, me siento muy solo, vulnerable, insignificante… le pido a Dios que no me deje, escucho una voz dentro de mi que me dice «déjate ir», sólo veo agua, pero todo ya está tranquilo, comienzo a fundirme en esa agua, a sentirme parte de ella, me siento tranquilo, ya no tengo fuerzas pero tampoco siento ganas de luchar, veo una luz… es la luz del sol, estoy en la parte más alta del navío, soy ligero y nunca me sentí mejor, estoy en calma… estoy más vivo que nunca».

Otro planeta…
Soy un hombre joven, 30 años, tengo el cabello anaranjado, soy fuerte y robusto. He llegado a una zona con montañas a lo lejos, hay un río cruzando bajo mis pies, el cielo es muy rosado, las plantas son diferentes, tienen formas que nunca había visto, sobresale el color amarillo y hay casitas a lo lejos pero tienen una construcción puntiaguda, el material es raro, no lo reconozco, parece piedra o adobe pero es más bien un material cristalino traslúcido muy resistente. Los animales son diferentes y me recuerdan más bien a los que hay en la época de los dinosaurios, pero no estoy segura. Sólo estoy aquí observando, no hay ninguna historia, no sé quién soy o qué época sea esta, ni siquiera sé si sea el planeta Tierra (no lo creo), estoy muy atrás, no identifico el año en ninguna era, sin embargo, sé que este planeta existe muy cerca de la Tierra. Cierro mis ojos y regreso.

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