Por Isa Campillos.- Todas las personas pasan por situaciones difíciles, todas.
Este es el motivo por el cual no debemos juzgar ni cuestionar los comportamientos del otro.
Qué una persona no te diga lo que le pasa no significa que no le haya ocurrido nada que la haya marcado.
Hay momentos, caras y situaciones que no se olvidan nunca, se quedan clavadas como miradas en el pecho.
Y precisamente, son estas personas las más fuertes que he conocido.
Con una sonrisa deslumbrante y un alma bombardeante de ilusión.
Cuanto perdemos el tiempo en estupideces, dejar de señalar con el dedo y sentir el cordón umbilical que os conecta con todo.
No dejo de aprender, cada persona me ofrece un destello novedoso.
Una persona que ha sufrido bastante sabe que ya sólo quiere sonreír, sabe apreciar lo bonito. Sabe sacar su brillo afuera y cambiarlo todo, esa es la verdadera magia.
No los cuentos chinos que os creéis, el potencial nace de dentro y se prolonga afuera en vuestras vidas.
No hacen faltan malos momentos para sonreír, la risa y la alegría es vuestro estado natural.
Pero como os meten basura en la mente e ideas que no coinciden con vuestra esencia os volvéis locos.
Esa locura es la que os hace mirar afuera en lugar de adentro, esa locura es la que os hace desquiciaros con cada pensamiento.
Esa locura insana que te hace ser poco sensible con el dolor ajeno.
Elige la sabia locura, la que cura todas tus comisuras de hostias y caras largas.
De dolor, peste y desolación.
Elige la locura que descongela tu corazón, la que hace entrar en la emoción no en la razón.
La locura que sabe cuál es la llave maestra hacia tu felicidad.
Elige la locura que sana, no la que enferma.
Al fin y al cabo, todos merecemos sonreír.
Tú también.
Aunque muchas veces creas que es difícil y angustioso, que todo se torna gris.
Olvídate de todas las ceremonias sin sentido, zambullete en ti.
No hagas las cosas a desgana, haz lo que te de la gana y se feliz.
Transforma la situación fraudulenta en la mejor de tus ofrendas a la humanidad.
Si puedes, empieza por ti.
Si ya te conoces lo suficiente como para no dejar de indagar en ti.
Si ya entiendes que el dolor a veces lo sentimos todos, sonríe a cada ser.
Si ya comprendiste que cada cual cree el chiste que le hace gracia.
Si ya desbloqueaste tu carcajada impulsiva.
Si ya sabes que lo mejor de este mundo es vivir bien, no simplemente vivir.
Si al final la calidad del momento la elige uno.
Más valen cien gramos de calidad que un kilo de indiferencia en tus vivencias.